Capítulo 7

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En un rincón de un sucio y oscuro cuarto, un hombre se encontraba sentado en el piso con su espalda apoyada sobre una de las paredes. Lo habían golpeado con saña; muestra de ello eran los significativos cortes y magulladuras que sentía en el rostro. En algunas partes, incluso, la sangre ya seca se le había pegado a la piel provocándole una incómoda sensación de tirantez. Había perdido la noción del tiempo, pero intuía que hacía más de un día que lo habían atrapado y dejado encerrado allí dentro.

Abrió los ojos con esfuerzo; los párpados le pesaban. Se sentía demasiado agobiado, pero intentó moverse de todos modos. Advirtió de inmediato un intenso dolor en uno de sus costados y se llevó automáticamente una mano a la zona para comprobar si tenía una costilla rota. No obstante, no pudo hacerlo ya que tenía las muñecas sujetas por un precinto. Maldijo por lo bajo mientras exhaló con violencia el aire contenido. Eso provocó un intenso ardor en su garganta debido a la extrema sequedad de la misma. No le habían dado siquiera un poco de agua para beber y ya sentía los efectos de la deshidratación.

Intentó recordar lo que había sucedido y varias imágenes lo invadieron de forma abrumadora. Estaba dentro de la camioneta junto a su compañero grabando el intercambio que en ese momento se estaba llevando a cabo en el interior del boliche entre el agente infiltrado y el hijo del Intendente. Todo estaba saliendo según lo previsto, pero, de pronto, los habían descubierto. El matón lo enfrentó para decirle que sabía quiénes eran y a continuación, lo mató a sangre fría. Inmediatamente después, arremetieron contra ellos.

Aún podía oír el estruendo de los disparos a su alrededor y ver el momento exacto en el que el Vasco era alcanzado por uno de los proyectiles. Aún no entendía cómo había hecho para sobrevivir a semejante ataque. En su interior hubiese preferido no haberlo hecho; sus años de experiencia le habían enseñado que, en esos casos, a veces era mejor morir que ser apresado. Los Narcos también hacían inteligencia y podían acceder a información de los agentes. Si además de eso recibían ayuda de alguien de adentro de la agencia o de algún oficial corrupto de la policía de la zona, podían ser bastante precisos y utilizar así lo que sabían en su contra con el fin de hacerlos hablar acerca de la investigación.

Esos recuerdos lo llevaron a pensar, de inmediato, en su hermana. Casi se le había parado el corazón cuando, mientras lo golpeaban tan solo unas horas después de haberlo capturado, lo llamaron por su verdadero nombre y apellido. Incluso se habían reído, con sorna, al ver su sorpresa. Era claro que lo que buscaron fue hacerlo reaccionar, y por Dios que lo habían logrado. Solo con eso confirmaba que los habían vendido y la sola idea de que pudiesen ir por ella para hacerle daño, lo volvía loco. Desquiciado ante es posibilidad, los había enfrentado utilizando la poca fuerza que le quedaba. No obstante, la diferencia numérica lo dejaba en desventaja y, adolorido y agotado como estaba, no tardaron en reducirlo.

Volviendo al presente, pensó en su mejor amigo. Muchos años atrás, cuando recién empezaron con este tipo de tareas tan peligrosas, lo había hecho prometerle que cuidaría de su hermana en caso de que a él le pasara algo. Y aunque siempre había sabido que era mucha responsabilidad, era en el único en quien confiaba plenamente. No obstante, no estaba seguro siquiera de que recordase esa promesa. Además, hacía meses que no lo veía por encontrarse infiltrado en otra provincia investigando una red de tráfico de personas. Por consiguiente, era muy probable que no se hubiese enterado todavía de lo sucedido.

Debía encontrar la manera de escapar y asegurarse él mismo del bienestar de su hermana. Alzó la vista y miró a su alrededor con la intención de memorizar el lugar. Si había alguna chance de salir, sería con la ayuda de la oscuridad de la noche y no faltaba mucho para que la misma llegase. El cuarto no era demasiado grande y parecía haber sido diseñado para utilizarse como oficina, pero, no tenía ni un solo mueble. En el ambiente predominaba ese particular olor a combinación de grasa y aceite propia de un taller mecánico. Aunque el local debía ser simplemente una fachada para ocultar los verdaderos negocios turbios e ilegales que se llevaban a cabo.

Tras su promesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora