Capítulo 27

3.5K 501 127
                                    

Como la casa de Roberto no quedaba muy lejos de donde se encontraban, decidieron que irían juntos en el auto de Sebastián. Se aseguraron de llamarlo en el camino para avisarle, advirtiéndole también que no lo comentara con nadie. Tal y como habían esperado, su jefe no los cuestionó ni hizo preguntas. Simplemente prometió encontrarse con ellos en la puerta de su domicilio en unos treinta minutos.

Iban en un incómodo silencio, cada uno concentrado en sus propios pensamientos. Sebastián miraba con atención el camino delante de él sin dejar de vigilar que nadie los siguiera. Mariano por su parte, intentaba contener el impulso de comenzar a hablar y decirle todo lo que tenía atragantado desde el mismo instante en el que lo había vuelto a ver.

—Aún no puedo creer lo de Quique —dijo, de pronto, Sebastián en un claro intento por romper el hielo.

No le gustaba la distancia que se había generado entre ellos. Desde que se conocieron habían congeniado de inmediato y no tardaron en volverse grandes amigos. Su amistad nunca dejó de crecer tornándose única, inigualable. Más que amigos se consideraban hermanos y eran capaces de dar sus vidas por el otro si fuese necesario. No obstante, la situación había cambiado y aunque sabía que él mismo se lo había buscado, le dolía el sentirlo tan distante e indiferente.

Mariano notaba su nerviosismo y aunque no deseaba que su amistad se resintiese, no estaba dispuesto a hacérselo fácil. Se daba cuenta de lo mucho que también le afectaba la separación con su hermana, pero no podía dejar de culparlo. Él tenía el poder de arreglar las cosas entre ellos y a pesar de eso, había decidido no hacerlo. En su lugar, había preferido huir renunciando a la oportunidad de ser feliz sin siquiera intentar enfrentar sus miedos. Después de todo, lo que le había sucedido en el pasado, aunque hubiese sido traumático, era simplemente eso, pasado. Además, no solo se trataba de él. Su hermana también estaba sufriendo a causa de eso.

No podía entender como su amigo, ese que había sido apodado "El Transportador" por sus múltiples habilidades; un tipo valiente a más no poder, aguerrido, implacable; capaz de mezclarse entre mafiosos y asesinos y salir absolutamente indemne, no tenía los huevos suficientes para lidiar con sus sentimientos. Jamás lo hubiese previsto y eso sí era una sorpresa para él.

—A mí no me extraña —respondió con tono mordaz—. Después de todo, nunca se termina de conocer a una persona.

Sebastián cerró con fuerza los puños alrededor del volante. No había pasado por alto su indirecta y aunque en otra ocasión le hubiese respondido, esa vez prefirió dejarlo pasar. No quería agravar la situación entre ellos por algo que, de momento, no sabía cómo resolver. Además, sentía que merecía sus reproches. Mariano le había confiado a la persona que más quería en el mundo con la seguridad de que la protegería ante cualquier eventualidad. En lugar de eso, no solo había estado a punto de perderla cuando no previó el ataque en el delta, sino que además él mismo la estaba lastimando.

A pesar de eso, no había intentado detenerlo esa noche en la que dejó a Melina con el corazón roto. No, como el buen amigo que siempre había sido, se dedicó a escucharlo sin juzgarlo en ningún momento, y aunque era evidente su desacuerdo, respetó su decisión. Eso lo hizo sentirse incluso peor que si hubiese decidido golpearlo. Le resultaba horrible ver la decepción en sus ojos cada vez que lo miraba.

De repente, la imagen de Melina llorando frente a él, lo golpeó duro oprimiéndole el pecho como cada vez que la recordaba. También la había decepcionado a ella y eso sí era algo que no lo dejaba dormir por las noches. Desde que no la tenía a su lado en la cama, le resultaba muy difícil conciliar el sueño. Sin ella, sentía como si todo lo demás careciera de importancia. Era increíble lo mucho que había cambiado su vida en tan solo unas pocas semanas.

Tras su promesaWhere stories live. Discover now