Capítulo 24

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Hacía varias horas que había anochecido y su humor no hacía más que empeorar. Natalia había desconectado su celular y en su casa no atendía nadie. Con cada minuto que pasaba crecía más su ansiedad.

La conversación con Mariano no resultó como había esperado. Antes de siquiera poder decirle algo, su amigo lo había sorprendido con una inesperada invitación. Quería que llevase a su hermana con él para pasar la navidad juntos. Pero eso no había sido lo extraño, sino el lugar de encuentro que le había indicado, por supuesto no de forma explícita.

Aún recordaba a Victoria Mendoza, la única novia que le había conocido desde que eran amigos. Si no se equivocaba, hacía más de seis años que estaban separados y desde entonces, no había vuelto a oír su nombre. ¿Acaso se habían reconciliado? ¿En qué momento? Era evidente que las cosas estaban cambiando de forma vertiginosa y no solo para él.

El sonido del timbre lo sobresaltó. Eran ellas, por fin habían llegado. Abrió la puerta de par en par posando de inmediato sus ojos en los de Melina. Una fuerte punzada en la boca de su estómago lo asaltó al advertir la tristeza que reflejaban. Sabía que era por su culpa, que era el único responsable de su estado y a pesar de que lo merecía, le dolió cuando esquivó su mirada.

—¡Las estuve llamando todo el día! —reclamó con los dientes apretados—. ¿En qué mierda estabas pensando, Natalia?

—¡No te atrevas a agarrártela con ella! Solo hizo lo que le pedí —intercedió Melina, enojada.

—¡Estaba preocupado por vos!

—Sí, seguro —exclamó con tono mordaz, sorprendiéndolo. Jamás le había hablado así—. ¡Lo único que te preocupa es que no hagamos lo que vos querés!

—Melina...

—¡No! —lo interrumpió alzando un dedo hacia él—. No voy a escucharte hasta que decidas ser sincero conmigo y comportarte como el adulto que sos. Mientras tanto, ¡dejame en paz!

Sebastián se quedó atónito ante esa respuesta. La vio girar hacia Natalia para agradecerle y luego dirigirse a la habitación. Pasó junto a él sin siquiera mirarlo y estuvo a punto de detenerla cuando Natalia lo agarró del brazo.

—Pará, calmate un poco. Sos mi amigo y sabés lo mucho que te quiero, pero esto tengo que decírtelo, te estás portando como un pelotudo.

—¡¿Qué?!

—¡Lo que escuchaste! ¿De verdad no ves lo que está pasando? Melina está enamorada de vos y por lo que estoy viendo, vos también de ella. Pero, así como te dije en el mensaje, si no arreglás las cosas ya, vas a perderla. No siempre se pueden controlar los sentimientos, Seba. Solo espero que puedas aceptarlo antes de que sea demasiado tarde.

Sin más que decir, lo besó con cariño en la mejilla y se marchó. Sebastián no supo qué responderle, simplemente se quedó allí, de pie junto a la puerta, con un nudo en su estómago y el corazón latiéndole de forma acelerada. Hacía muchos años que se había prometido a sí mismo jamás involucrarse con nadie. Él no debía amar. No podía enamorarse. ¿Cómo no fue capaz de preverlo? ¿Cómo permitió que sus sentimientos por ella se salieran de control? En ese momento, supo lo que tenía que hacer. Aunque le resultara doloroso, aunque no pudiera siquiera soportar la idea, no tenía otra opción.

Tocó la puerta de la habitación varias veces y a pesar de no recibir respuesta, decidió entrar de todos modos. La vio parada frente a la cama deshaciendo la valija. Desde donde él se encontraba solo podía ver su perfil, sin embargo, le bastó para saber que había vuelto a llorar. Apretó los puños de pura frustración y se aclaró la garganta antes de hablar.

—Melina, esperá. No saques todo. Más temprano hablé con Nano y me pidió que te llevara a pasar la nochebuena con él.

La vio girar de repente y clavar sus ojos en los suyos. Advirtió un atisbo de alegría y supo, con certeza, que había hecho lo correcto.

Tras su promesaWhere stories live. Discover now