Capítulo 32

3.5K 517 219
                                    

La película no le había gustado ni un poco. Si bien disfrutaba de las de suspenso, odiaba las de terror. No obstante, al parecer eran las favoritas de Javier quien, sin consultarle antes, había comprado las entradas a modo de sorpresa. Le agradecía el gesto. Sin embargo, no le pareció correcto que no le hubiese dado la posibilidad de elegir. 

Durante las dos nefastas horas que estuvo dentro de esa oscura sala, se la pasó con las manos aferradas a los apoyabrazos en un intento por refrenar los gritos y las ganas de salir corriendo. Por supuesto que él, al verla tan asustada, en varias oportunidades le había pasado el brazo sobre sus hombros de forma protectora. Pero eso no la había reconfortado en absoluto. Más bien todo lo contrario ya que debía estar alerta también a cualquier movimiento sospechoso por su parte.

Mientras tanto, ella permanecía inmóvil en su asiento sin inclinarse ni un centímetro hacia él. No quería darle la idea equivocada que tanto parecía estar esperando. Lo peor era cuando al abrazarla, le acariciaba suavemente el hombro con sus dedos. Entonces procuraba moverse con la excusa de tomar un poco de gaseosa o simplemente se acomodaba de forma sutil para que él se apartara.

Para el momento de la cena, las cosas mejoraron un poco y la misma transcurrió de forma tranquila y amena. Javier se dedicó a hablar de su bebé y de las nuevas morisquetas y sonidos que había comenzado a hacer. Eso le permitió olvidarse un poco de la tensión de aquella horrible película. Afuera había comenzado a llover con más intensidad y en varias oportunidades alcanzaron a oír los fuertes y estridentes truenos explotando alrededor. Evidentemente, esa noche no iba a mejorar ya que, con semejante tormenta, estaba segura de que no iba a ser capaz de pegar un ojo.

Al terminar, se excusó para ir al baño y cuando volvió, se encontró con que había pedido dos cafés. Otra cosa más que hacía sin consultarle. ¿Qué le pasaba esa noche? Además, parecía haberse olvidado de que a ella no le gustaba. Para no hacerlo sentir mal, bebió algunos sorbos y se las ingenió para dejar el resto sin que se diera cuenta.

Mientras la llevaba a su casa en el auto, conversaron acerca de su novela y las grandes posibilidades de publicación que tenía. Al parecer, a él le habían designado la tarea de editarla y le estaba comentando lo mucho que le gustaba la misma. Melina se sintió feliz con esa noticia y no pudo evitar comenzar a bombardearlo con preguntas. Javier parecía encantado de responderlas y se explayaba en cada una de sus respuestas. El viaje se le hizo corto y por primera vez en la noche, deseó que la salida durara un poco más.

—¿Por qué no entro y te sigo contando mientras tomamos un café? —sugirió con una sonrisa cuando detuvo el auto en la entrada de su casa.

Se contuvo para no poner sus ojos en blanco ante su insistencia y decidió sincerarse de una vez.

—No me gusta mucho el café —dijo frunciendo la nariz de forma divertida.

—¡Tenés razón! ¡Encima te pedí uno en la cena! —rio avergonzado—. No sé por qué estaba seguro de que sí te gustaba.

—No hay problema —rio también mientras se encogió de hombros.

—Bueno, igual podemos tomar otra cosa si querés —insistió con la clara intención de quedarse.

Melina lo pensó por unos segundos. No le terminaba de convencer la idea. No lo creía apropiado ya que podría hacerlo pensar que le estaba dando luz verde para intentar un acercamiento. Sin embargo, tenía muchas ganas de conocer una opinión profesional sobre su libro.

De pronto, un relámpago los iluminó seguido por un fuerte trueno que estalló con energía provocando que los cristales del auto vibraran.

—¡Dios! —balbuceó ella, estremeciéndose—. Mejor me voy ya.

Tras su promesaWhere stories live. Discover now