Capítulo 1

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Nadie acaba haciendo lo que supuestamente tiene que hacer, quizá por la falta de voluntad en ello, o quizá por la atracción que sentimos hacia las cosas que se supone que no tenemos que hacer. Al final, nuestro deseo carnal puede con la mente y  la razón, y es entonces cuando nos damos cuenta de que ya no hay vuelta atrás, hemos probado la fruta prohibida. Nos hemos enamorado, y eso ha roto todos nuestros esquemas.

Mis esquemas se rompieron hace unos meses, y desde entonces esta gente ha ido cambiando esos esquemas por unos nuevos, con el fin de hacer de mí alguien diferente. ¿Me siento diferente? Creo que ya no siento nada. Siento la comida bajar por mi garganta cuando como y también siento el agua correr por mi cuerpo cuando me ducho, pero eso es todo: pequeñas estimulaciones nerviosas en un cuerpo vacío.

-Bueno, Emma. Ahora quiero que cuentes a tus padres de qué te has dado cuenta estos últimos cinco meses.

Me encuentro en una sala pequeña, una especie de despacho con paredes grises, asfixiantes. Estoy sentada en un sillón al lado de la ventana, mirando a través del cristal los coches que pasan por la avenida principal, igual que llevo haciendo todos los días durante estos meses. Sí, todos los días.

Esperan que les conteste, así que hago lo que quieren. Si algo he aprendido viniendo aquí es que tengo que hacer lo que supuestamente está correcto, y como aún no tengo estabilidad mental para decidir qué es y qué no es correcto, tengo que hacer lo que me dicen. Así que contesto.

-Me he dado cuenta de que la homosexualidad no es ninguna identidad sexual más, sólo es la manifestación de heridas y inestabilidades que se hallaban dentro de mí. - Siento las palabras brotar solas por mis labios.

-¿Que se hallaban? ¿Entonces ya no eres lesbiana, cariño? - Mis padres están sentados en un sofá en frente del escritorio del doctor Vázquez. Sé que vienen a  llevarme con ellos, porque me han hecho empaquetar todas mis cosas.

-Nunca he sido homosexual, soy alguien heterosexual con tendencias homosexuales que han sido sanadas gracias a la terapia reparativa. - No aparto la vista de la ventana mientras pronuncio todos esos tecnicismos que me han hecho aprender. 

-Oh, gracias a Dios. - Se oye un suspiro de alivio - Muchas gracias, doctor. Le estamos muy agradecidos. No sabe lo preocupados que estábamos…

-Bueno, no hay de qué. Siempre es una gratificación muy grande ver cómo los jóvenes como Emma se liberan de esa vida de sufrimiento y degradación que la homosexualidad implica. - Noto cómo su tono de voz baja cuando llega al final de la frase. 

-Bueno, esperábamos que nos la pudiéramos llevar a casa, si usted piensa que ya está sanada. Las clases empiezan el lunes y nos gustaría que empezara el curso con sus compañeros…

Por primera vez en todo el rato me giro para mirar a mis padres a la cara. Mi madre tiene dibujada una sonrisa tensa en los labios y mi padre, que es el que acaba de hablar, sigue mirando al doctor Vázquez. 

-Por supuesto, no creo que tengáis ningún problema, y le vendría muy bien volver a relacionarse con gente de su edad.

-Pues entonces ya está todo decidido - mi madre es la que habla ahora - Nos vamos a casa, Emma. ¿Qué te parece?

A casa. Ni siquiera sé lo que significa eso ya. Supongo que significa que voy a recuperar mi vida de adolescente y todo volverá a ser como antes. Bueno, no todo. Hago una mueca ante ese pensamiento que no me permiten tener.

-Bien, supongo.

El trayecto a casa se hace insoportablemente largo, y vamos los tres sumidos en un silencio tenso. No tengo mucho que contarles a mis padres de mi estancia en la ciudad. Acabé a duras penas el curso en mi antiguo instituto, y he pasado el verano ayudando a la abuela con las tareas y asistiendo a la terapia. Al principio lo llevaba muy mal, pero supongo que acabé resignándome.

Hemos llegado a casa y me siento como una extraña entre estas paredes, tal vez porque no soy la misma persona. Subo las escaleras y me pongo a deshacer la maleta en mi habitación, pensando en el lunes. No tengo ni idea de con quién voy a ir en el instituto, y sé que va a ser muy difícil encontrarme con… ella. Cierro los ojos y me repito que no debo pensar en eso. 

De repente suena el timbre de bajo, y me recorre una sensación de ilusión por todo el cuerpo. ¿será…? 

Bajo las escaleras a toda prisa, pero mi madre ya ha abierto la puerta, dejando ver a dos caras conocidas: Paula y Vanessa. Mierda. Ni siquiera sé qué estaba esperando. Toda la ilusión abandona mi cuerpo visiblemente, y vuelvo a sentirme vacía.

-Hola, Emma. Hemos venido para darte la bienvenida. -Mis dos amigas están en el umbral de la puerta, con una sonrisa de oreja a oreja. 

-Hola chicas, pasad. Vamos a mi cuarto. - Subo las escaleras por delante de ellas, para que no vean mis ojos en blanco. 

¿Qué esperabas, Emma? ¿Que ella se presentaría aquí sin más? Y aunque lo hubiera hecho, tú ya no eres la misma. No sientes lo mismo que antes. Niego con la cabeza, dándole la espalda a esos pensamientos. Supongo que al volver aquí se ha removido todo dentro de mí.

-Ya sé que está hecho un desastre, podéis sentaros en la cama - obedecen, y se sientan las dos en la cama. Yo me quedo sentada en la silla del escritorio, sin muchas ganas de mantener esta conversación.

-Bueno, te hemos echado de menos por aquí - dice Vanessa, con una sonrisa tímida. Yo le devuelvo la sonrisa educadamente.

-Sí, el pueblo se ha quedado muy vacío sin vosotras - Reacciono visiblemente ante esa palabra, vosotras. Paula se da cuenta, y pone cara de culpabilidad - Jenn también se fue en verano, no sabemos nada de ella.

-Ah - digo, con toda la neutralidad posible en mi voz, aunque por dentro de mí se está llevando a cabo la guerra de las galaxias. ¿No está? Se ha ido. De todos modos no tendría que importarme, ¿no? Ya estoy sanada. Se ha formado un silencio incómodo en la habitación.

-Bueno, el lunes vamos a quedar en la entrada del instituto, Emma. Te esperamos allí, ¿vale? - Vanessa me dedica una sonrisa amable, y parece que su visita acaba de finalizar, porque las dos se levantan a la vez.

-¿Ya os vais? - digo, con un tono de preocupación. Puede que haya estado un poco borde con ellas…

-Sí, no te preocupes. Te dejamos desempaquetar, Em.

-Vale, nos vemos el lunes. - Las acompaño hasta la puerta de mi casa, y luego les doy dos besos a cada una.

-Ah, Emma. - Paula se gira para decirme algo - siento mucho lo que pasó, en serio.

-Lo sé - le doy un abrazo fugaz y cierro la puerta. 

Acabo de volver de la ciudad y todo esto ya me está sobrepasando. No he pensado en ella desde hace meses, y es volver y ya espero que se presente en la puerta de mi casa. No me entiendo. El lunes será interesante, eso sin duda. “Debes de alejarte de toda tentación, Emma. Cuando vuelvas no debes mantener ningún tipo de conversación con ella, por tu bien”. Recuerdo las palabras del doctor Vázquez, y recuerdo lo mucho que dolieron al principio. No sé si podré hacerlo.

The way I used to feel about her. (Parte 2)Where stories live. Discover now