Capítulo 13

25.7K 982 38
                                    

Me despierta la luz que entra a través de las rendijas de las persianas y me vienen de golpe todos los recuerdos de la noche anterior. Sonrío involuntariamente al notar una respiración regular y pausada en mi nuca, y unos brazos y piernas que me tienen completamente rodeada. Jennifer. Salgo despacio de la cama sin despertarla, y me dirijo a la cocina para preparar un desayuno. Me muero de hambre.

Empiezo a preparar las tostadas y el zumo, pero luego me doy cuenta de que no hay pan, así que decido ponerme a cocinar huevos revueltos. Siento una felicidad recorrer todo mi cuerpo, y sé que es gracias a Jennifer, me tiene embobada. Saco los huevos de la nevera y pongo la sartén en el fuego.

-¿Te he dicho alguna vez como me pone tu culo? - una voz familiar susurra en mi oído y unos brazos me rodean por detrás sacándome una sonrisa. Me giro y me encuentro con una Jennifer acabada de levantar y con una sonrisa prepotente radiante. Es imposible que alguien esté tan increíblemente sexy con el pelo revuelto y acabado de levantar, pero estamos hablando de Jennifer.

-Buenos días - le digo con una sonrisa tonta en la cara - ¿tienes hambre?

-Mucha - dice, y apoya ambas manos en el banco que tengo detrás, matando la distancia entre nosotras. 

Me da un beso suave en los labios y yo se lo devuelvo, aún en mi nube rosa de felicidad. Ella profundiza el beso metiendo la lengua en mi boca y yo llevo mis manos a la base de su espalda para acercarla a mí. Ella quita las manos del banco que tengo detrás y las lleva también a la base de mi espalda, y me muerde el labio inferior. El corazón me golpea con fuerza en el pecho, aún no he acabado de acostumbrarme a esta sensación. Nuestras lenguas se mueven acompasadamente, y gimo cuando ella pasa sus labios por mi cuello.

Estoy perdida entre sus besos y caricias, pero el sonido del aceite en la sartén me devuelve a la normalidad. La aparto suavemente de mis labios y le dedico una sonrisa.

-Vaya, eso ha sido empezar bien el día - digo, y ella suelta una carcajada. Me da otro beso y luego se da la vuelta para sentarse en una silla de la cocina.

-Me muero de hambre.

-Ya estarían los huevos hechos si no me hubieras desconcentrado - digo, intentando sonar enfadada, aunque no me sale. Estoy demasiado feliz. Pongo dos huevos en la sartén y me pongo a removerlos.

-Me he despertado y pensaba que te habías ido - dice en tono más serio. 

-¿De mi propia casa? - suelto una carcajada, quizá demasiado exagerada. No obtengo una respuesta irónica, así que me giro para mirarle. Tiene esta tristeza en los ojos, y está mirando al suelo - Eh… - me acerco a ella y le cojo de la barbilla para que me mire - no pienso irme a ninguna parte a menos que me lo pidas tú. Y espero que nunca me lo pidas porque me encanta despertarme a tu lado.

Ella asiente y yo me agacho para darle un beso. Ella me devuelve el beso y pone las manos en mi culo, empujándome para que me siente encima de ella en la silla con las piernas abiertas. Esto no va a acabar bien.

Otra vez el beso se vuelve más fiero pero sin perder la suavidad, y sus manos empiezan a vagar por mi cuerpo en un intento de quitarme la camiseta del pijama, pero yo le aparto las manos suavemente y me libero de sus labios.

-Los huevos. Se van a quemar - ella hace una mueca de disgusto y me deja levantarme con resignación.

Al final consigo acabar de cocinar los huevos, aunque la sensación de tener los ojos de Jennifer puestos en mí lo hace mucho más difícil. Con ella esa sensación de electricidad en el estómago nunca acaba, y parece que a ella le pasa lo mismo conmigo.

-¿Y ahora qué? - dice Jennifer cuando me siento a su lado para desayunar.

-¿Cómo?

-Esto… - lanza su mirada a mis labios y percibo un amago de sonrisa - …no cambia nada. Seguimos en la misma situación que hace unos meses cuando se te llevaron a la ciudad. - yo suspiro profundamente - Lo único que cambia es que ahora tus padres no tienen ni idea.

-Yo quiero estar contigo. - digo, frunciendo el ceño. Es todo tan complicado, y tan sencillo a la vez. Si mi madre pudiera comprender lo que siento…

-Pero no podemos seguir a escondidas siempre, y en cuanto se entere tu madre te van a volver a mandar a…

-No. No van a volver a hacer eso. - Niego con la cabeza mientras doy un sorbo a mi zumo de naranja. - Mi padre quiere apoyarme, apoyarnos a las dos. Dijo que no iba a dejar que me volvieran a llevar allí.

-Aún así no creo que sea fácil, Emma. Ni siquiera sabemos si esto fue cosa de ayer o es algo permanente, las dos hemos cambiado mucho…

-Pero lo que siento por ti no ha cambiado - le cojo la mano por encima de la mesa y entrelazo nuestros dedos. - Contigo me siento igual que en el primer día- sonrío para mis adentros ante el recuerdo de una versión de nosotras un año atrás -, y eso es lo más permanente que puedo pensar ahora mismo. - Ella me dedica una sonrisa tímida y me da un apretón en la mano.

Nos levantamos y ponemos los platos en la pila y yo limpio por encima la sartén. Ha sido realmente un desayuno perfecto, aunque eso es porque ha sido con ella. Miro el reloj: son las once. Mis padres iban a venir antes de comer, así que supongo que tenemos un poco de tiempo para estar juntas.

-Vas a tener que decirle a Alex que se olvide de ti, porque no creo que aguante verle besarte otra vez sin partirle la cara - dice, y las dos nos reímos ante la idea. Luego me quedo en silencio mirando directamente sus ojos oscuros, pero sin borrar la sonrisa.

-¿Te he dicho alguna vez cómo me pone verte celosa? - le digo, en un tono más bajo. Ella dirige la mirada a mis labios y pone su sonrisa prepotente antes de acercarse y darme un beso. No me canso de sus labios, en las últimas horas no he estado separada de ellos y siento como si me hicieran falta. 

-En ese caso, estoy muy, muy celosa… - dice entre mis labios, y yo sonrío. Siento esta corriente por todos los rincones de mi cuerpo cuando ella me acaricia o simplemente cuando me mira a los ojos. - Ya no hay nada en la sartén que se pueda quemar, ¿no?

-N-no - logro decir por debajo de sus besos, y ella se limita a levantarme por el culo para que rodee mis piernas alrededor de su cintura, sin apartarse de mis labios. Me gusta la Jennifer recién levantada, sin duda. 

Me lleva unos pocos pasos hasta el sofá, y se sienta dejándome a mí encima de ella. Yo, por supuesto, ya estoy jadeando de excitación. Sin rodeos, la tumbo de un movimiento debajo de mí y le quito con facilidad la camiseta, seguida de los pantalones y el tanga, así que la tengo completamente desnuda debajo de mí.

Tanto tiempo sin ella ha hecho que todos los besos del mundo ahora se queden cortos. Tengo ganas de ella, de recuperar todo el tiempo que hemos perdido. Desvío mis labios por su cuello, bajando hasta su vientre y finalmente llegando a su sexo. Ella me acoge con un gemido que es como música para mis oídos, y yo introduzco dos dedos dentro de ella mientras sigo jugando con mi lengua.

Me encantan los pequeños gemidos que suelta y el sonido de su respiración, que no tardan en acelerarse hasta que Jennifer llega al orgasmo ruidosamente. Yo me río entre dientes mientras me acuesto a su lado como puedo -mi sofá no es muy grande-.

-Los vecinos estarán flipando - digo, y le doy un beso en la mejilla.

-Es culpa tuya por atacarme sexualmente en tu sofá - suelta una carcajada, y yo también me río. 

-Es culpa tuya por gemir tan alto.

-Vale, a ver si a la próxima me acuerdo de gemir más bajito - dice con tono irónico, y me dedica una sonrisa maliciosa.

-No - le devuelvo la sonrisa - me encanta que gimas, a la mierda los vecinos. - Volvemos a reírnos las dos a la vez, como si fuéramos dos niñas pequeñas. Y, por primera vez en bastante tiempo, me siento completa, dejando atrás la sensación constante de vacío que tenía dentro de mí. Pero por muy perfecto que sea el momento, mis padres van a llegar en cualquier momento, así que me incorporo liberándome de sus brazos. - Te vas a tener que vestir si no quieres saludar a mi madre así.

-Suena tentador, pero no creo que ella esté preparada para eso - dice, soltando una carcajada y empezando a vestirse.

Cuando ya está a punto la acompaño a la puerta con un poco de melancolía, no quiero que se vaya. No hace ni veinticuatro horas que las dos estábamos bajo los brazos de nuestros respectivos novios fingiendo sonrisas, y míranos ahora. 

Nos damos un largo beso de despedida, y sin pasar tan solo cinco minutos después de que se vaya, ya tengo ganas de volver a rozar mis labios con los suyos. 

The way I used to feel about her. (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora