Capítulo 2

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Son las cinco de la madrugada del Lunes, mi primer día de clase, y no puedo dormir. No sé qué es lo que me inquieta tanto, pero realmente necesito relajarme. Llevo un buen rato dando vueltas por la cama, y como ya está empezando a clarear, decido ponerme unas deportivas y salir a correr.

El aire fresco y húmedo propio de una mañana de verano me sienta bien, noto cómo se inflan mis pulmones de él mientras corro calle abajo, sin ninguna dirección. Se siente tan bien, hacía tanto tiempo que no corría que me había olvidado de lo mucho que me gustaba. Cuando llego a las afueras del pueblo me quedo mirando con nostalgia el camino que lleva al árbol que tantas veces frecuenté el año pasado, pero rápidamente sacudo la cabeza para quitarme ese sentimiento de encima, y paso de largo.

Llego a casa a las seis y media, y me da tiempo de sobra para darme una buena ducha antes de ir al instituto, además hoy sólo hay que ir una hora para que nos den los horarios y hagan una presentación del curso.

Cuando vuelvo a salir de casa, esta vez para ir al instituto, ya me he duchado y desayunado, todo con tiempo de sobra. No he podido quitarme los nervios de encima, y me sudan las manos. Cálmate, por Dios. Llego a la puerta del instituto y veo a las chicas donde dijeron que estarían.

-Hola - digo, y Paula, Vanessa y tres chicas más se giran para mirarme-.

-Hola - dicen todas a la vez, con demasiada efusividad. Se acercan y les doy dos besos a todas-.

Miro nerviosamente a mi alrededor, buscando… ¿Qué busco exactamente? Vamos, Emma. No seas idiota. Entramos en el instituto y cada una se va a su clase, a mí me toca ir sola a la mía.

Cuando entro saludo a todo el mundo, y todos están como siempre conmigo, no parece que me haya pasado el verano en terapia para dejar de ser homosexual.

 Me siento en el sitio de siempre mientras esperamos a que venga nuestro tutor. Veo a una chica nueva sentada sola en un rincón y le digo que se siente conmigo. Se llama Marta, tiene el pelo castaño que le llega por debajo de la clavícula, y lleva unas gafas negras muy grandes. Entra el tutor en clase, y todos nos callamos. 

-Buenas a todos, chicos. Espero que hayáis tenido un buen verano - yo no lo definiría así… - ya estáis en primero de bachiller, y esto ya no es ninguna tontería…

El tutor empieza con la charla de todos los años, y yo me pongo a copiar el nuevo horario en mi cuaderno. He elegido el bachiller tecnológico, así que las asignaturas han cambiado un poco en respecto al año pasado, voy a tener que ponerme las pilas…

Se oye la puerta abrirse y el tutor deja de hablar.

-Siento llegar tarde - Y entonces me doy cuenta de que ella es lo que llevo buscando con la mirada desde el momento en el que he entrado en el instituto. Siento cada una de las células de mi cuerpo hacerse líquidas al oír su voz, y levanto bruscamente la cabeza de mi cuaderno. Noto como si el tiempo se paralizara, y sólo existiera ella. El corazón se me acelera, y contengo la respiración. Jennifer. 

Lleva unos pantalones cortos vaqueros rotos por los bordes y una camiseta blanca ceñida que deja su ombligo al descubierto, y hace contraste con su piel morena. Su expresión cambia repentinamente cuando sus ojos oscuros como el carbón se cruzan con los míos, reflejando… ¿alivio? Yo aparto la mirada rápidamente y finjo escribir algo en mi libreta mientras Jennifer cruza la clase en mi dirección. Mierda, no, no, no vengas hacia aquí. “No mantengas ningún tipo de conversación con ella, por tu bien”.

-Ese es mi sitio, novata - Jennifer se dirige con hostilidad a Marta, que está visiblemente intimidada. Yo le dedico una mirada glacial, y ella me mira desconcertada. 

-Lo siento, no sabía… - Marta se pone a recoger las cosas y yo, sin dejar de mirar a Jennifer de la manera más fría que puedo, le pongo la mano en el hombro a Marta, indicando que se siente.

-Hay sitios vacíos al fondo de la clase, éste ya está ocupado - mi tono suena incluso cruel, y Jennifer me mira como si acabara de darle un bofetón. Yo me giro hacia mi libreta y le doy intencionadamente la espalda.

El tutor sigue con su charla sin darle importancia a nuestra conversación, aunque toda la clase se ha quedado mirándonos. Jennifer se da por vencida y se sienta en uno de los sitios del fondo. Menuda escenita. No pretendía ser tan borde con ella, pero creo que es el único modo de apartarla de mí, y me parece que voy a tener que hacerlo más de una vez a partir de ahora.

Cuando suena el timbre para volver a casa suspiro aliviada, y me levanto de la silla para salir a toda prisa de clase. Sé que ella me está siguiendo.

-Párate - noto una mano cogerme el brazo por detrás, obligándome a girarme. Jennifer frunce el ceño, confusa. - Sólo quiero hablar, Emma.

-No tengo nada que decirte.  - pongo mi mano encima de la suya suavemente y la quito de mi brazo, dejándola caer. Ella hace una mueca y me mira con ojos oscuros, que me parten en dos.

Los pasillos empiezan a llenarse lentamente de la gente que sale de sus clases, y yo me encamino hacia la salida dejándola allí. Sé que distanciarme de ella va a ser más difícil que esto, y no estoy segura de que quiera hacerle tanto daño. 

“La homosexualidad sólo trae angustia, sufrimiento y vacío, debes de mentalizarte para luchar contra ti misma” Cierro los ojos, ¿soy yo la que está diciendo eso? Y si soy yo, ¿es la parte contra la que debo luchar o es la parte con la que lucho? Estoy hecha un verdadero lío.

Voy el camino de vuelta en silencio, mientras las demás chicas comentan el día, parece que todo el mundo se ha enterado de la escenita en clase con Jennifer. Y por si no era suficiente, ahora me va a tocar tener a Jennifer en el grupo de amigas, porque también son sus amigas. 

Como ninguna vive cerca de mi casa me despido de ellas a mitad del camino. Giro la esquina de mi calle y me encuentro a Jennifer apoyada en un coche, mirándome fijamente. Joder, no. Pongo los ojos en blanco y doy media vuelta.

-Eh, espérate. Creo que por lo menos me debes una explicación, ¿no? - Me paro en seco y cierro los ojos. No puedo hacer esto, no le puedo hacer esto, pero tengo que hacerlo, por “mi salud“. Me giro otra vez hacia ella, con la expresión más vacía que puedo.

-Lo han conseguido, ¿no? - me mira con ojos dolidos - Te han lavado el cerebro. 

-No. Me han abierto los ojos - Vuelvo a citar una de las muchas frases que me han repetido una y otra vez este verano. Ella cierra los ojos al oír eso, encajando las palabras. Niega con la cabeza, y yo sigo con mi expresión impenetrable. - No te debo nada, Jennifer. 

Me pongo a andar calle arriba, ignorándola, y esta vez no me detiene. 

The way I used to feel about her. (Parte 2)Where stories live. Discover now