Capítulo 8

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Llamo al timbre de su casa, y a los pocos segundos tengo a una Jennifer delante de mí con una sonrisa de oreja a oreja. Yo no puedo evitar devolverle la sonrisa. Lleva un pijama que consiste en unos pantalones cortos que enseñan más de medio culo y una camiseta de tirantes que deja ver el ombligo, por no hablar del escote…

-Hola, pasa - interrumpe mis pensamientos y me hace pasar poniéndome una mano en la espalda, que reparte un cosquilleo por la zona. Yo le hago caso, y decido ignorar el cosquilleo.

-Eh… he traído el trabajo - digo, enseñándole la carpeta que traigo.

-Yo también tengo el mío, sólo tenemos que hacer la cartulina - la sigo hasta su cuarto y me siento en la cama mientras ella saca una cartulina grande rosa, y la pone en la cama. 

Y nos ponemos manos a la obra. Es insufrible estar en una cama y tenerla tumbada a menos de un palmo de distancia, aunque sólo estemos decorando un trozo de papel. No deja de morderse el labio inferior al pintar, y me está desconcentrando. Me encantaría mordérselo yo, y… Vale ya, Emma. 

-Bueno, - empiezo a hablar, intentando sacar conversación - ¿al final aclaraste tus ideas?

-¿Perdón? - me mira sin saber lo que estoy diciendo.

-En nuestro… en el árbol me dijiste que estabas intentando pensar - su expresión refleja que ya sabe de lo que hablo, y pone una media sonrisa.

-Creo que lo voy a intentar un poco más antes de rendirme del todo - me dice con expresión divertida, y luego se vuelve a morder el labio. No hagas eso, por favor… 

-Ah - digo, intentando sonar neutral, aunque me ha encantado esa respuesta. Quiere intentar un poco más… ¿el qué? - siempre que valga la pena intentarlo…

-Créeme, vale la pena - se gira hacia mí para mirarme, y dirige su mirada a mis labios. Oh. Dios. Mio. No sé de dónde saco la fuerza de voluntad para no tirarme encima de ella ahora mismo.

-Alex y Marcos quieren tener una doble cita con nosotras - ella pone los ojos en blanco y suspira, apartándose de mí. - este fin de semana. Pero si ya tienes planes…

-No, no tengo planes - me dice cortante, y sigue pintando.

-Guay. Pues podríamos ir a cenar a una pizzería de por aquí.

-Estaría bien - dice, y doy por acabada la conversación. No tendría que haber sacado el tema de este fin de semana, pero es que no sabía qué decir para que dejara de mirarme los labios.

Seguimos pintando en silencio excepto para intercambiar alguna opinión sobre cómo está quedando la cartulina. Cada vez se me hace más difícil resistir el impulso de tocarle, siempre que me mira tengo unas ganas irresistibles de besarle. ¿Qué me pasa?

-Bueno, ahora sólo tenemos que pegar la parte de cada una aquí - dice, señalando la cartulina. - ¿qué punto de vista has hecho tú? - me dice, adoptando un tono de voz más suave.

-He hecho una reflexión de por qué el amor prohibido es el que más deseamos - le digo, mirando fijamente su labio, que se está mordiendo otra vez - ¿y tu? 

-Yo he puesto que no apreciamos realmente el amor de alguien hasta que lo perdemos - y me mira exactamente igual que yo a ella. El corazón me da un vuelco ante sus palabras, y bajo la mirada. - ¿ves? Te dije que no lo haríamos igual. Aunque apoyo tu teoría - dice, y me dedica una sonrisa prepotente.

-Y yo la tuya - le devuelvo una sonrisa tímida.

En una hora y media ya hemos hecho el trabajo, cosa que agradezco, porque no sé cuánto tiempo podría seguir estando tan cerca de ella sin…

-Bueno, pues hasta el viernes - le digo, dejando caer el día de la quedada mientras ella me sostiene la puerta. Ella asiente, y me da dos besos en la mejilla para despedirse. 

-Adiós, Em. - dice, con tono apagado. Y yo me voy. 

Cuando llego a casa mi padre ya ha llegado de trabajar, y está sentado en el sofá hojeando una revista. Parece que mi madre sigue en el piso de arriba deshaciendo su maleta, así que aprovecho para hablar con él.

-Hola, papá.

-Hola, cariño. ¿Qué tal en casa de Jennifer?

-Bien, hemos acabado el trabajo de filosofía.

-Me alegro - me dedica una sonrisa paternalista, y vuelve a leer su revista.

-Creo que aún siento algo por ella, papá - le digo, sin rodeos. Realmente necesito consejo de alguien, porque no puedo seguir queriendo comerle la boca a Jennifer cada vez que me mire. 

Mi padre me mira sorprendido, pero luego me sonríe con ternura. 

-¿Qué hago? No sé cómo hacer desaparecer eso, lo he intentado…

-No lo hagas desaparecer, Emma. - le miro extrañada - Estar enamorada es un privilegio, cariño.

-Pero… En la terapia decían… - frunzo el ceño, confundida 

-No hagas caso a toda esa mierda, ya te dije que no tendríamos que haberte llevado allí. - Yo sigo mirándole como si no entendiera nada - Te voy a apoyar hagas lo que hagas. No puedes intentar ser quien no eres, por mucho que te lo diga un médico. Piénsalo, ¿vale?

-Vale - digo, aún con el ceño fruncido. 

¿Soy yo, o mi padre acaba de decirme que vuelva con Jennifer? Creo que es eso lo que me ha dicho. Pero aunque me lo diga mi padre, no creo que Jenn quiera volver conmigo, después de todo lo que le he hecho. Además, ahora está casi saliendo con el amigo de Alex. Solo sé que el viernes va a ser una noche muy larga, y no en el buen sentido.

Me levanto el jueves a las diez, acordándome de que no hay clase lo que queda de semana. Aprovecho que mis padres sí que han tenido que ir a trabajar para poner los altavoces de música a toda hostia y para prepararme un baño relajante. Uso las velas que tenía guardadas de cuando fue el cumpleaños de Jennifer, con aroma a vainilla, y me meto en la bañera llena de espuma y agua caliente. Es relajante, aunque todo este montón de espuma no consigue rehacer mis ideas. En terapia me decían que lo que tengo que hacer y lo que quiero hacer son cosas muy distintas, que llevan caminos distintos. Ni sé lo que quiero, ni lo que tengo que hacer. De todos modos mi padre dice que no haga caso a la terapia, que le haga caso a mi “corazón”.

-¿Tienes algo que alegar, corazón? - Digo, mirando hacia un cúmulo de espuma que tengo encima de mi pecho. Evidentemente, no hay respuesta - Lo suponía, estamos los dos igual.

Cuando se me arrugan las manos salgo del baño, sin haber aclarado el desorden mental que llevo. A lo mejor si hablo con otro ser humano en vez de hablar inútilmente con mi corazón me distraigo un poco. Ya vestida, cojo el móvil y marco el número de Marta.

-¿Si?

-Hola Marta, soy Emma, de clase. ¿Tienes planes para esta tarde? Me aburro mortalmente en casa y… 

-Claro, podríamos ir a tomarnos algo.

-Guay, te espero a las cinco en la cafetería de la plaza.

-Genial.

Ya hechos los planes para sociabilizarme con seres humanos y no con órganos vitales, bajo las escaleras para pasar la mañana delante de la tele con una bolsa de ositos de gominola -sin vodka-.

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Bueno, aquí tenéis el capítulo, espero que lo hayáis disfrutado :D

The way I used to feel about her. (Parte 2)Where stories live. Discover now