Capítulo Ocho

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Inmóvil me quedé mirando la pantalla del celular por un largo tiempo, estaba cansada no podía permitir que aquello siguiera sucediendo, me levanté de la cama y salí de la habitación, no habían pasado ni siquiera diez minutos después de lo ocurrido

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Inmóvil me quedé mirando la pantalla del celular por un largo tiempo, estaba cansada no podía permitir que aquello siguiera sucediendo, me levanté de la cama y salí de la habitación, no habían pasado ni siquiera diez minutos después de lo ocurrido.

Bajé a toda prisa y entré directo a la cocina dirigiéndome con mi madre.

— ¿Dónde está ese cretino? — pregunté molesta. Mi tono de voz fue más golpeado de lo que hubiese querido.

— Cuida tu vocabulario, no conozco a ningún cretino...ah no si, conozco a Eduardo. — respondió con cierta burla en su voz.

— ¡Mama! ¿Cómo puedes decirle así a Eddy? — reclamé molesta.

Ella dejó de partir las verduras y me miró apuntándome con el cuchillo.

— Te hizo sufrir, eso me basta para no tenerlo en un buen concepto, así somos las madres — iba a decirle algo, pero levantó la mano haciéndome callar— . Respeté tu decisión de querer seguir manteniendo la comunicación con él, pero no me puedes obligar a que yo lo acepté de nuevo.

Tener que estar escuchando a mi madre hablando de mis cuestiones amorosas resultaba un tanto incómodo para mí, me senté en la silla de la barra junte las manos y pregunté.

— Mira, yo hablaba de Laín, ¿dónde está ese pervertido?

Mi madre dejó de partir las verduras y me miró seria.

— ¿Pervertido? Puedo saber porque le dices así a ese muchacho.

Este era el momento, el momento que estaba esperando.

— La primera vez que fui a la librería conocí a Laín, mucho antes que tu, tuvimos un pequeño altercado y es por ello por lo que no me agrada, no se ha portado de la manera correcta conmigo.

— Continua — dijo mi madre.

— Me ha mandado mensajes desagradables y me acosa. — dije para rematar, aunque en cierta parte era verdad.

Mi madre me miró con un gesto que no logre descifrar.

— Muéstrame esos mensajes — ordenó

Saqué mi celular y me acerqué a ella, simplemente puse la conversación que tenía con él, al menos los pocos mensajes que quedaban ya que el resto se habían eliminado cuando borré su conversación.

Mi madre se limpio las manos en el delantal, agarró el celular mirando a la pantalla luego a mí, levantó una ceja diciendo.

— ¿Estás loca? Si tu aquí estás hablando sola.

— ¿Qué? — pregunté quitándole el celular y mirando.

¡Qué cobarde! Ese idiota había eliminado los mensajes que él me mando. Pero un momento... ¿cómo lo hizo? Era como si yo hubiera borrado los mensajes y no el. Qué extraño era aquello.

N̶O̶ Apto para menoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora