Capítulo 1 - Los botones que nunca florecen.

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Fyodor Dostoyevski y las Flores de Amor.

Era una tarde soleada... En algún lugar; yacía una mujer atendiendo las flores en las pequeñas jardineras a los costados de la puerta de su hogar. La tranquila y hermosa brisa del viento silbaba entre el pastizal, mientras los rayos del sol atravesaban las nubes coladas.

— ¿Qué estás haciendo, mamá? —Preguntó un pequeño de cabellos azabaches, vistiendo una holgada playera blanca que le llegaba hasta las rodillas cubriendo sus shorts.

— Cuidando las flores, cariño. —Respondió ella con un tono amable. El pequeño se acercó a ella inclinándose a su lado.

— Pero mamá... Estas flores, ¿Acaso nunca florecen? —Tantos años desde que tenía memoria, siempre había visto esos pequeños botones de flores en las jardineras sin florecer.

— Sí. Todas las flores florecen a su tiempo.

— ¿Y por qué estas demoran tanto?

— Eres un pequeño muy curioso. —Respondió sonriendo con suavidad a la vez que le revolvía el cabello con cariño. — Verás, cariño... Estas flores son especiales, florecen solamente cuando quien las cultiva se enamora. —Explicó con un tono amoroso haciendo que su pequeño asintiera.

— Entiendo…—Susurró el menor observando con detenimiento aquellas flores.

Si aquellas flores solamente florecían cuando alguien se enamoraba, ¿Su Madre nunca se enamoró de alguien después de su padre? Nunca lo supo. Nunca pudo preguntarle, ni siquiera cuando el color carmín de la sangre salpicó la tierra y cubrió de rojo los botones que nunca florecían…

Aquel día en el que perdió a su madre, en su memoria quedaría. Para no olvidarla, se dedicó a cultivar las mismas flores desde muy joven. Lamentablemente no creía en el amor, creía que aquello de que esas flores florecían solo cuando el propietario se enamoraba era una mentira que le dijo su madre al ser muy pequeño.

Ahora de grande y con más conocimientos, creía que quizás así eran esas flores, simples botones verdes sin encanto, o que en su familia ni él ni su madre eran buenos cultivando, o que quizás florecían cada cien años... No sabía en qué opción creer firmemente.

Y a pesar de eso, llevaba esas flores consigo, a donde sea que se mudara, porque incluso llegó a creer que sólo florecían de noche. Sin embargo los años pasaban, aquel niño fue perdiendo su inocencia por el corrompido mundo, aquel pequeño de cabellos azabaches se volvió un joven adulto con una mirada astuta y misteriosa...

No era como si fuera a obsesionarse con esas flores, pero hubo noches de desvelo, tratando de probar que realmente no necesitaban que el propietario se enamorara. Gracias a sus habilidades de hacker, aquellas noches de desvelo robando información, también las aprovechaba para ver esos botones verdes esperando que florecieran... Creía en todo menos en eso, era hasta irónico. Decidió creer que eran de esas flores extrañas que solo florecían cada cierto tiempo y que su curso de vida era tan corto y efímero que quizá por ello le llamaban Las Flores de Amor. Porque quizá el amor era algo que nacía de la nada y podía morir en el menor descuido... Al menos esa era su explicación científica, aunque conforme pasaban los días, temía que lo que dijo su madre fuera real, de ser así, ¿Él no se había enamorado ni una sola vez en más de veinte años? Siendo tan listo, aquel tema era algo que no comprendía del todo, ¿Amor? ¡Que locura!

Después de un tiempo en algún lugar...

Hombres portando traje y armados, corrían a un lugar en específico. Se gritaban ordenes, estaban dispuestos a llegar por todas partes y acorralar al enemigo. 

Flowers Of Love.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora