Capítulo 40 - Mujer de palabra.

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Hacía apenas unos cuantos minutos atrás.

Aquel joven de cabellos rubios alborotados, parte de ellos recogidos en una trenza, yacía observando su celular mientras jugaba un pequeño juego de gemas coloridas, sin embargo se había aburrido a mitad de ello cuando las vidas en la barra terminaron por agotarse.

Aburrido comenzó a distraerse en otras cosas en su celular, y aunque el deseo de comunicarse con la japonesa era fuerte, no quería desobedecer al azabache y verlo enojado, que si bien ahora era un hombre más calmado, en su memoria, en su niñez, aun recordaba cómo se quedaba estático en el sofá observando las escenas que se armaban cuando el azabache derribaba a aquel albino de ojos carmín contra el suelo.

Recordaba también que en una de esas ocasiones, estático, con los ojos bien abiertos, observó como la cabeza de aquel joven de cabellos blancos se golpeó con fuerza contra el borde de una mesa de cristal, haciendo que los trozos de vidrio cayeran a sus pies mientras la sangre les seguía.

Nunca supo que decir ante esas escenas, había crecido observando ese tipo de comportamientos, por lo que cuando notaba que ellos comenzaban a intercambiar palabras en un tono un poco más fuerte de lo normal, no hacía más que ponerse nervioso, intentó en varias ocasiones, aun siendo un niño tranquilizarlos. Pero muy rara vez funcionaba.

Solo una vez fue golpeado por Fyodor. Había sido una cachetada por haberse metido a jalarlo de la playera para apartarlo del albino que yacía en el suelo intentando parar con sus brazos temblorosos los golpes del azabache que le golpeaba tan violentamente como si tuviese un odio profundo por él.

Pero solo ese golpe había bastado para que él quedara horrorizado, para que rompiera en llanto y por días tuviera miedo de acercarse al ruso. Él nunca le había pegado... Y esperaba que nunca volviera a hacerlo, quizá no fue un golpe tan fuerte como los que le propinaba a Shibusawa, pero con eso bastó para sentirse pequeño, débil, para entender que quien mandaba era ese hombre.

Por ello cuando abandonó a ese niño, no podía decir que no fue Dostoyevsky quien le dejo así... Con horror recordó esa imagen durante varias noches.

El pálido cuerpo de ese niño con las piernas ensangrentadas. Claro que de pequeño no comprendió por qué estaba así, no fue hasta que cumplió los quince y empezaba a estudiar temas más avanzados por cierta mujer que le cuidaba.

No había sido hasta los quince, cuando Fyodor abandonó la prisión que él volvió a verle. Durante cuatro años vivió bajo el cuidado de Agatha, recordaba que esa mujer era verdaderamente estricta, le enseñó a escribir a la perfección, a cuidar su ortografía y apariencia, pero en el fondo no hacía más que sentirse prisionero, un prisionero con un gran vacío en su ser...

Quizá su familia no pudo ser tan bonita y perfecta como el resto, pero su amor por Shibusawa y Fyodor existía, existió y continuaba creyendo que su familia fue hermosa a pesar de eso, solo estaban un poco rotos...

Pues, a la edad de quince, reencontrándose con el azabache, le hablaba con temor, porque sabía que Shibusawa ya no se encontraba, que aunque el azabache le dijera que este decidió irse por su camino, él tenía la corazonada de que se había muerto en aquel enfrentamiento con Ivan, o que incluso Dostoyevsky le había abandonado. Sin embargo nunca dijo nada, él creyó estar bien.

No estaba más que equivocado.

Cuando sujetaba un arma dejaba de ser el chico amable que era, su mirada cambiaba abriendo paso a una nueva personalidad que el ruso había creado en él para que dejara de llorar a la hora de pelear.

No hacía más que reír, armar escenas graciosas con los cadáveres, hacer trucos con las extremidades y demás, para después simplemente hundirse en las noches a llorar.

Flowers Of Love.Where stories live. Discover now