Capítulo 31 - La petición del dragón.

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Las temporadas de lluvia golpeaban con fuerza, en el aspecto de que eran demasiado recurrentes en ciertas semanas, pero hasta cierto punto podían ser hermosas al caer con serenidad cuando no eran los relámpagos que golpeaban con fuerza y un estruendo ensordecedor que despertaba a los infantes provocándoles un fuerte llanto.

Cuando era pequeño, Akutagawa creía que si se movía, un relámpago caería sobre él, que se trataba de un Dios enfurecido intentando intimidar a los humanos... Pero si hablaba de dioses, solo un Dios se cruzaba en su mente en ese momento.

Dostoyevsky, el hombre que decía ser un Dios. Sentía que en ese momento era real, que era su furia, su dolor representado en una fuerte tormenta.

Pero aquella noche, a pesar de los relámpagos que azotaban con fuerza, no hacía más que tener la vista perdida en aquella tela blanca que dejaba pasar tenuemente el brillo de aquellas gemas.

Con lentitud retiró la mano del albino que yacía alrededor de su cintura abrazándole desde que se quedó dormido a su lado, en un movimiento suave se sentó difícilmente, sin expresión alguna, su mirada parecía perdida, sus labios entreabiertos, sus ojos perdidos en la nada... ¿Qué pasaba por su cabeza?

En movimientos suaves se levantó de aquel que había hecho su nido y lo abandonó en silencio llevando consigo solo el suéter que acostumbraba a portar junto a su ropa interior, ni siquiera sintió que tuviera suerte de que el albino siempre procurara limpiarlo, continuaba sintiendo ese sentimiento extraño.

Descalzo, con los dedos de su pie herido, adoloridos y entumidos, comenzó a caminar alrededor de esa pieza observando la gran cantidad de gemas que yacían acomodadas alrededor con tal perfección que parecía irreal.

Le gustaba ese lugar. Le hacía pensar en su madre, en su dulce madre que solía mostrarle bellas piedras que coleccionaba, recordaba que un día hizo una pulsera para ella, pero cada vez que intentaba buscar más de ella en sus recuerdos era como si se esfumaran...

A veces sentía que alguien le borró la memoria o que fue muy estúpido de su parte olvidar tan preciosos momentos, todo era borroso, como la estática que golpea un televisor, como la escena de una película que termina cortada y no puede seguir, saltándose así cuadros.

Pensó en tocar alguna de esas bellas gemas, sin embargo tuvo miedo de que al hacerlo todas fuesen a caerse y conseguir alguna raspadura que hiciera enojar al albino, así que se contuvo retrocediendo mientras caminaba alrededor. En ocasiones volvía su vista a su nido improvisado donde había dejado al albino durmiendo... No quería despertarlo, de igual manera pensaba que estaba agotado pues se veía tan vulnerable en ese estado.

En silencio abandonó aquella cámara con esa preciosa colección, incluso por fuera se podía apreciar el hermoso color de esos cristales que iluminaron su camino con una tenue luz a la vez que avanzaba al ventanal más cercano.

Se detuvo a unos cuantos metros, tampoco quería estar demasiado cerca cuando una fuerte tormenta azotaba de esa manera, aunque podía sentir como una suave corriente fresca se colaba por el lugar, no le prestó atención, su vista continuó en ese ventanal incluso cuando un relámpago iluminó todo el lugar dejándole ahí, sin movimiento o reacción alguna.

Mientras su vista continuaba posada en aquel ventanal, por su mejilla izquierda una pequeña lágrima se deslizó hasta caer de su rostro al suelo seguido de un par de lágrimas más.

Con un temblor en sus manos se cubrió el rostro con desesperación, gritando en silencio pues realmente a pesar de que sus labios se separaban, de estos no salía algún sonido. Se puso de cuclillas restregándose las manos con las mangas del suéter por el rostro... ¿Por qué se sentía así?

Flowers Of Love.Where stories live. Discover now