«ESPECIAL CINCO»

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Especial Cinco: Noragami (Parte Uno).

Aquellos gritos desgarradores hacían que el corazón de la chica se comprimiera. Las manchas moradas adornaban todo su cuerpo causándolo dolores punzantes. Ni si quiera podía levantarse, sus piernas no reaccionaban pero hacía lo que podía para mantenerse lúcida. Hasta respirar se le hacía complicado y es que los pecados de sus pequeños seguidores la habían infestado en magnitud. Eran sus niños, sus niños pequeños, los que ella se había encargado de criar y cuidar desde que le dio nombre a cada uno, eran su familia... que estaba siendo destruida por aquel despiadado ojiazul.

Sus respiración estaba acelerada, solo escuchaba aquellas imploraciones que quería responder, pero sus cuerdas vocales estaban obstruidas por aquel mal que la había dejado en tal estado. ¿Por qué había pasado todo esto si sus niños eran tan buenos? ¿Por qué su familia se estaba desintegrando? ¿Qué había hecho ella mal para merecer esto? Siempre había tratado de ser un ejemplo a seguir, sonriéndoles a todos cada vez que se los cruzaba.

Pero ahora todo estaba destruido, todo su hogar era el mismísimo infierno a pesar de que era un lugar digno de una Diosa. La agonía irrumpía sus oídos y con muy pocas fuerzas empezó a arrastrarse con pesar hacia sus pequeños niños que estaban siendo masacrados.

—D-Detente...

La espada del ojiazul sonaba ante cada corte que daba a los despreciables shinkis corrompidos por la maldad. La sangre salpicaba en todas partes, cada muerte era un martirio para aquella mujer. Y no solo porque aquellas personas estaban adheridas a ella de alguna manera, sino por el cariño que les tenía, eran su familia y ver a tu familia desaparecer de la manera más sangrienta frente a tus ojos era una escena que nadie quisiera presenciar.

—P-Por favor, detente—hablaba con una desesperación camuflada por la debilidad que abundaba su cuerpo—. Ellos son... ellos son niños buenos. No tienes que matarlos, por favor...

Nadie podía oírla, eran muy débiles aquellas frases que decían como para llegar a los oídos del asesino. Un asesino que hacía su trabajo con seriedad y sin piedad, estaba cegado simplemente por cumplir lo que le pidieron. Tenía que deshacerse de todos... menos uno.

—¡Nami-sama!

—¡Onii-sama!

—¡Namie-sama! —gritaron en conjunto todos los shinkis de la Diosa, extendiendo sus manos pidiéndole piedad para que la que juró cuidarlos los salvara.

La azabache, se levantó lentamente; ignorando el dolor provocado por la infestación. Tenía que detener a aquel homicida, tenía que salvarlos antes que sea demasiado tarde. Extendió sus brazos y abrió sus manos lo más que pudo, estirándolo las mismas para poder llegar a su familia.

—¡Detente!

Pero aquel grito fue en vano, ni si quiera al correr logró alcanzar salvar a ninguno de los shinkis que le pedía con piedad poder seguir con vida. El corazón le pesaba, el pecho le dolía y en su rostro solo se encontraba una expresión de dolor y sufrimiento. Con sus ojos negros cristalizados y su boca abierta con desesperación pudo presenciar al ejecutor de su rama.

Nunca lo olvidaría, jamás olvidaría esos ojos azules llenos de maldad que osaron profanar su hogar y arrebatarle lo que más quería.


Con mucho pesar esa escena la recordaba casi todas las noches, era terrible que después de dos siglos aún el no poder haber hecho nada la atormentaba. Tenía que encontrarlo, tenía que saldar su deuda, asesinar a aquel Dios que la destruyó. Era momento de poner manos a la obra, era momento de acabar lo que empezó aquella vez. No lo pasaría por alto jamás, no olvidaría jamás. Un Dios como aquel no debía existir y ella se iba a encargar de extinguirlo por completo y enviar al infierno a...

Drama en la IslaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz