Capítulo 2

137 30 9
                                    

Alexa

—Bien, de acuerdo, admito que burlarme de la virginidad de Loreto fue un golpe bajo, pero eso no justifica que me haya llamado mezquina para luego correrme de su casa.

—¿Y qué te dolió más, Alexa? —pregunta Javier, dando pequeños mordiscos en mi hombro desnudo —, ¿que te haya corrido de su casa, o que te haya golpeado con la verdad en la cara?

La pregunta me toma por sorpresa y para ser sincera, pensar en ello me resulta difícil con sus labios pegados a la piel de mi cuello y sus manos juguetonas en..., bueno, no importa dónde. Sólo no sé qué responder, así que opto por darle la vuelta al asunto.

—Me dolió más que subestimara las dimensiones de tu pene —respondo supuestamente ofendida. Eso distrae un poco su atención de los mimos que me está dando. Me mira curioso con esa sonrisa burlona de siempre y arquea una ceja —. Ella literalmente dijo que lo tenías del tamaño de un maní.

—No, cariño —me corrige volviendo a deslizar sus manos por debajo de las sábanas —. Ella claramente habló de esos amigos tuyos que describen cómo te quieren coger, yo me limito a hacerlo —me da un beso corto pero cargado de su habitual sensualidad, para después agregar con voz ronca: —Ven aquí para enseñarte lo que mi pene de maní es capaz de hacer.

Javier ha sido siempre lo más cercano a una relación que he tenido en toda mi vida. No somos novios ni nada por el estilo, para eso se requiere amor, somos más bien, lo que Loreto catalogaría como "cogeamigos". Nos conocimos en la facultad de arquitectura. Ambos compartíamos el mismo humor sardonico que nadie más entendía. Javier fue el único, de todo ese grupo de imbéciles, que realmente creía en mí; estuvo a mi lado en todas esas ocasiones que los estúpidos y estirados profesores limitaron mi creatividad y trataron de hacer mierda mi espíritu diciendo que no servía para eso y que la arquitectura no es cosa de mujeres. Malditos machistas de mierda. También fue el único que siguió en contacto conmigo luego de que abandonara la carrera para irme a estudiar educación artística, todos los demás se sintieron superiores a mí porque según ellos no aguanté la presión.

A

partir de entonces, Javier se convirtió en algo así como mi mejor amigo. Hemos estado con el otro en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, algo así como un matrimonio, pero con más sexo y menos amor. Y no es que no lo quiera, en realidad le tengo gran aprecio, es de las pocas personas que se han logrado colar en mi corazón, pero, ¿entonces por qué no somos novios?, bueno, la respuesta es mas simple de lo que parece. Sucede que ambos llegamos a un acuerdo para evitarnos problemas innecesarios. Cuando se es el novio o la novia de alguien se pierde cierta independencia y los celos comienzan a brotar de aquí y de allá. Que flojera.

Me levanto de la cama con la luz del faro colándose por la ventana, cuidando de no hacer mucho ruido para que Javier no se despierte. Me doy una ducha rápida, para después vestirme con lo primero que encuentro en el clóset, una blusa negra, un poncho color camello con negro, acompañado de una pashmina negra también, unos jeans algo desgastados y unos botines a juego con el poncho. Cuando entro a la cocina me encuentro a Javier en calzoncillos. El olor a hotcakes invade la cocina y me topo con la sonrisa de disculpas de mi amigo.

—Suéltalo ya —digo, sentándome frente a un enorme plato de hotcakes que él colocó sobre la mesa.

—¿A qué te refieres? —pregunta haciendo lo mismo que yo.

—Las malas noticias. Suéltalas ya —Me mira con ojos de no saber de qué diablos hablo —. Nunca eres tan servicial a menos que hayas hecho algo por lo que seguramente te trataré mal. ¿Qué hiciste?

—Nada..., todavía.

—¿Todavía?

—Adivina quién va a remodelar ese changarro que usas como teatro en la escuela. ¡Sorpresa! —agrega lo último al ver que no digo nada —No estás molesta, ¿por qué carajo no estás molesta?

Lecciones a CupidoWhere stories live. Discover now