Capítulo 16

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Loreto.

Loreto.

De estar en una película romántica de Hollywood ambientada en navidad, éste sería el momento justo en el que el muérdago aparece mágicamente sobre las cabezas de los protagonistas, entonces el protagonista tomaría a su chica de la cintura con uno de sus musculosos brazos, ambos levantarían la vista al muérdago y, con una sonrisa de pura felicidad él diría: «Tradición, ya sabes»; justo antes de besarla apasionadamente. No obstante, no hay muérdagos sobre las cabezas de Alexa y Javier, ni besos apasionados o declaraciones rebuscadas que matan de amor a cualquier romántica empedernida como yo. En su lugar, observan con satisfacción la manta que Alexa pinto para el escenario de la pastorela, misma que Javier ayudó a colocar. No están el uno sobre el otro como suelen hacerlo cuando no están en público, pero basta con poner más atención a sus movimientos para darse cuenta cuánto les cuesta contenerse. Alexa está preciosa con el cabello tras las orejas, mi instinto de mamá gallina se activa, quiero gritar que esa artista malhumorada es mi mejor amiga, cual padre orgulloso de ver a su pequeño sobre el escenario, pero no lo hago porque probablemente Alexa me golpearía.

La pastorela está a punto de comenzar, el público se encuentra ya en el teatro, justo tras el telón rojo que nos separa de las butacas. Me ocupo de asegurarme que los vestuarios estén listos y de corregir los detalles que puedan presentar, mi estómago conserva el nudo que apareció está mañana, resultado de todas las expectativas que tengo para ésta noche. Mi abuela se encuentra en la primera fila, a la espera de que cumpla la promesa que le hice en el camino. Renato debe estar por llegar para apoyar a su hermano. Mi abuela solo conoce a gente especial, estoy segura que cuando se lo presente va a quedar encantada.

—Profesora Echavarria, lamento interrumpirla —Esmeralda, la profesora de educación física, se acerca a mí con gesto incómodo—. ¿De casualidad usted llegó con una señora de un enorme sombrero rojo?

—Sí, es mi abuela —respondo, olvidándome del vestuario de una alumna—. ¿Le pasó algo?

—No, nada. —Esme sacude la cabeza—. Me da pena decirte esto pero, tu abuela está peleando con otra señora.

—¿Peleando? —comienzo a caminar entre los alumnos aglomerados detrás del escenario.

—Al parecer no dejaba ver a otra señora y se han hecho de palabras —explica, andando tras de mí.

Bajo los escalones hasta llegar a la zona del público, mi abuela está de pie, tomando con ambas manos las alas de su sombrero mientras sacude la cabeza. Reconozco a su antagonista, se trata de la señora Julieta. Ay Dios.

—Abuela —interrumpo la perorata de la señora Julieta—, ¿qué pasa aquí?

—¿Qué está pasando? —Pregunta Alexa detrás de mí—. ¿Por qué tu abuela está peleando con la mía?

—Esta mujer llegó y tapó mi vista con su sombrero de anciana —pronuncia la abuela Julieta, realmente exasperada—. ¡Por Dios! Son más de las seis de la tarde, ni siquiera llega la luz del sol hasta acá como para justificar que lo tenga puesto.

—Anciana su abuela —espeta de inmediato mi abuela—. Es un sombrero elegante, es parte de mi atuendo.

—¡Atuendo mis ovarios! Esto no es una jodida pasarela para que venga a lucir, es un festival navideño que todos queremos ver, pero que no podemos porque usted, anciana, se le ocurrió ponerse un sombrero del tamaño de un paraguas de jardín. Y además tuvo el descaro de sentarse en primera fila.

—Abuela, puedes cambiarte de lugar, hay espacio en primera fila todavía —negocia Alexa.

—¡Yo llegué primero! —insiste doña Julieta.

Lecciones a CupidoWhere stories live. Discover now