Capítulo 3

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Loreto.

Cuando una mujer de cierta edad decide que es momento de ser independiente tiene que aprender ciertas reglas básicas respecto a la vida adulta; desde rechazar tragos de desconocidos en bares, caminar siempre en dirección contraria al tránsito vehicular, hasta las más importantes como no abrir la puerta a evangelistas con caras de pervertidos y abstenerse de cualquier relación con hombres psicológicamente dañados con su pasado (lo cierto es que una relación de esas en la vida real terminan contigo en un barranco). Cómo sea. Cuando eres amiga de una persona como Alexa, te conviertes en una especie de Edward Bear Grylls, luchando contra los climas extremos que suponen sus estados de ánimo y su carácter intenso. La observo por el rabillo del ojo, luce totalmente peligrosa, como un cañón de guerra en manos de Hitler.

—Javier se hará cargo del maldito árbol de mierda –dice, con la mandíbula apretada—. Ahora hazme el favor de ir con el enano y decirle que no te interesa participar en el festival.

De ser otras las circunstancias obedecería a Alexa sin perder el tiempo, pero sus palabras siguen retumbando dentro de mi cabeza, envenenando mi razón, gritándole que no soy una maldita chiflada acosadora que rompe su puto faro a propósito.

—No lo haré, Alexa —respondo, conteniendo el aire en mis pulmones—. No siempre tienes que salirte con la tuya.

Su rostro afilado se convierte en la punta roja de una lanza antigua, si un tornado azotara un campamento hippie de los 70’s, el resultado sin duda sería Alexa Ponce.

—Vete al diablo entonces –maldice, mostrándome el dedo medio. Qué madura—.Y si crees que mis alumnos se van a dejar dirigir por ti estás muy equivocada.

Da media vuelta y avanza rumbo a su salón de clases, sus pasos retumbando como relámpagos sobre el suelo de concreto. Exhalo y vuelvo a tomar aire, estoy tan molesta que mis orejas arden. Mi última clase se vuelve un borrón, me dedico a la sopa de letras del periódico virtual y a escribir y borrar una disculpa para Alexa en whatsapp. Finalmente decido que ella también puede irse al diablo. Hay una jodida constante que me ha acompañado el mismo tiempo que mis lunares: tratar de, como lo dice mi padre, mantener la paz en el mundo (en el mío, al menos). No importa cuánto pueda molestarme alguna situación, no estoy diseñada para las discusiones o los malos tratos. Soy como el compañero incómodo del trabajo que se encuentra totalmente accesible a los deseos del resto y con una soltería tan perpetua como su buena voluntad. Si Alexa se enfada, un frasco de café artesanal se suma a su colección, si mi madre se molesta tengo que aceptar que mi padre es un malnacido que nunca la mereció y que no debió casarse con él jamás (incluso si eso significa mi propia extinción); si es mi padre el que se enfada es probable que tenga que aceptar comer con su nueva esposa aunque luzca como una de esas mujeres que salen en las películas para adultos disfrazadas de profesoras (con todo y tanga a la vista). Golpeo mi cabeza contra mi carpeta, mi vida es una jodida mierda servicial al resto del mundo ingrato.

Tengo claro mi objetivo en el momento que llegó hasta mi auto: a) sacar adelante el festival navideño con la ayuda de Alexa y sus alumnos o sin ellos b) conseguir un lugar de estacionamiento digno de una mujer que ha hecho mucho por el colegio c) conservar intacto mi faro o cualquier otra parte de mi auto para mantenerme alejada tanto como pueda de los oficiales de tránsito y sus multas. Además de ayudar a Sofía a perder la timidez que la mantiene alejada de Jorge. Todo con el estilo impecable que siempre me ha caracterizado y sin pedir una puta disculpa nunca más en mi vida. Me tatuaría las tetas antes de disculparme con cualquier imbécil, me convenzo de mi nuevo estilo de vida acompañada de Megan Trinor y All about that bass y unos lindos lentes de sol del supermercado. Sin embargo, mi sofisticación llega a su fin al mismo tiempo que enciendo el motor de mi auto y mi cerebro decide que sería divertido pisar el pedal equivocado. El parachoques impacta contra una bicicleta que descansaba unos metros por delante y la rueda delantera de ésta termina bajo la llanta de mi auto.

Lecciones a CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora