Capítulo 17

102 17 60
                                    

Hay gente que nace siendo estúpida, otra que a lo largo de su vida se vuelve estúpida. Yo realmente no tengo idea, ni tampoco pienso averiguar cuál es el caso del tal Ruperto, pero me parece que de todos los hombres que existen en el mundo, él es el más imbécil. Tirar al retrete el cariño que obviamente le tiene mi amiga, para irse con la Kardashian de barrio, es la mayor prueba de que tengo razones para creerlo. Aunque, pensándolo bien, Ruperto tiene más en común con la Kardashian que con mi amiga, empezando con que a todas luces ambos son idiotas, a decir verdad, puede que Ruperto le esté haciendo un favor a Loreto eligiendo a esa mujer.

Loreto hizo su mejor esfuerzo esta noche para aparentar que no le había afectado ver a ese cabrón con su nueva novia, sin embargo soy consciente de que necesita un poco de ánimo. Hay quienes opinarían que uno debería estar consigo mismo en momentos así, llorar para sacar todo lo que siente, pero por ningún motivo voy a dejar que el ánimo de mi amiga esté por los suelos. Nadie en este jodido mundo se merece que Loreto Echavarría llore por su culpa, es por ello, que cuando el Pasante Kilométrico aparece en mi campo de visión, aprovecho para hablarle y hacerlo participe del plan que se está cocinando dentro de mí mente. Después de todo, como dijo Ariana Grande: "Thank you next".

—¡Tú! —grito, llamando la atención del chico, que gira a verme y después de colocar unas sillas en el almacén, se acerca a mí.

«¿Cuál era su nombre? Piénsalo antes de que venga» me digo. «Rimaba con Estrías».

—Elias, ¿Cierto? —le pregunto cuando lo tengo frente a mí.

—Ese soy yo —responde, extendiendo una mano con formalidad—. ¿Puedo ayudarte en algo?

—Eso espero —contesto, extendiendo la mano para saludarlo de vuelta —. Tú eres amigo de Loreto, por lo que he visto. Entonces supongo que lo que sucedió te interesa tanto como a mí.

—¿Te refieres a Loreto llorando como Magdalena durante todo el festival? —comenta a la ligera.

Estoy segura de que si mi amiga estuviera aquí justo ahora, le lanzaría una de sus miradillas llenas de reproche. Yo por mi parte, miro al tal Elías un poco confundida, me sorprende que se haya dado cuenta de que Loreto estaba mal, a pesar de los esfuerzos de mi amiga por mostrarse sonriente ante todo el mundo. Creo que no es muy buena actriz, después de todo.

—Observo cada movimiento de esa mujer —confiesa, respondiendo a la pregunta que seguramente tengo plantada en el rostro, y rascándose la nuca aparentemente nervioso —. Eh, espera. No pienses que soy un enfermo depravado, me refiero a que Loreto es... Ya sabes.

—¿Tu crush? —pregunto, algo divertida por el nerviosismo del chico

—¿Mi crush? —la risa de Elías es infantil —. Algo así. Además me encontré con ella detrás de bambalinas.

—Claro, bueno, eso no importa. Necesito hablar cara a cara contigo, así que ven —le indico, subiéndome a una silla que se encuentra a un par de metros, para quedar a la misma altura que él —. Ruperto es un cabrón, y tú —digo señalándolo —, bueno, tú al menos pareces decente.

—¿Ruperto? ¿Te refieres al oficial orejotas? —pregunta, colocando sus manos en las orejas y moviéndolas como alas.

—¡Es Transidumbo! —le aclaro —. Pero el punto aquí no es ese. Como te decía, tú me pareces un tipo más o menos decente, incluso me caes bien, prueba de ello es que acabo de usar tu nombre para referirme a ti.

—Pues tus alumnos dicen que me llamas Kilómetro Parado, entre otros sobrenombres que hacen alusión a mi estatura —interrumpe nuevamente.

—Tengo peores apodos que ese para referirme a gente de tu tamaño, y no los he utilizado contigo —le informo —. Pero ponme atención, ¡caray! Te estoy dando mi permiso para cortejar a Loreto, incluso mi bendición.

Lecciones a CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora