Capítulo 4

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Alexa:

Una semana. Una puta semana completa ha pasado desde que Loreto y yo nos peleamos. No quiero admitir que la extraño, pero..., carajo, la extraño, ok, lo admito. Se siente un poco raro y es un golpe duro para mi ego ver que está tan bien sin mí.

En una situación "normal", Loreto usualmente resulta complaciente, tiende a evitar los problemas y en caso de que los haya, es ella la primera en pedir perdón, prueba de ello es mi estante repleto de frascos con café artesanal. Pero ha dejado pasar varios días y no da ni una puta muestra de querer pedir perdón. Sé que el negarse a ir con el enano y retirarse del festival no es un reflejo de su deseo por participar, tampoco se trata de que quiera el nuevo lugar de estacionamiento, porque Javier se hizo cargo del puto árbol al día siguiente de nuestra pelea, además de que ya ni siquiera trae su auto a la escuela. Se trata unicamente de llevarme la contraria, sin embargo, y a pesar de que puse a todos mis alumnos en su contra, ella se nota muy motivada con todo esto, trata a mis chicos con paciencia y está tratando por todos los medios de sacar adelante su parte del festival. La noto muy cambiada, y no solo me refiero al hecho de rehusarse a dar su brazo a torcer, sino que ha comenzado a hacer amistad con los pasantes, para ser especifica, con el gigantón de casi dos metros.

—¿Puedes creerlo? —pregunto a Javier cuando Loreto y Mr. Gigantón pasan frente a nosotros.

—No veo qué tiene de malo —Se encoge de hombros, pasándome los planos del teatro nuevo.

—Ella nunca hace amistad con los hombres, mucho menos con los pasantes del tamaño de un poste.

—Bueno, dicen por ahí que en los problemas se conocen a los amigos —indica sonriente.

—¿Te refieres a que Mr. Gigantón es su paño de lágrimas y que ella le contó que nos peleamos? —pregunto con el ceño fruncido.

—Cariño, no te sientas tan importante —dice él, alborotándome el cabello con una mano. Se la aparto bruscamente pues su gesto me hace sentir como su tonta mascota —. No creo que Loreto ande por ahí contándole a desconocidos su situación gay sentimental.

—No es una situación "gay sentimental" —Pongo los ojos en blanco.

—¿En serio? Yo creí que sí, ustedes tienden a pelearse como un matrimonio.

—Pues no lo somos, por mucho que te excite la idea.

—Yo nunca dije que me excitaba la idea —Se burla.

—¿En serio? Porque esto dice lo contrario —informo, bajando la mano discretamente y la coloco en el bulto que se forma en su pantalón.

—Por si no te habías dado cuenta, ese es el tamaño natural de mi pene —asegura Javier, tomándome de la cintura para apretarme más contra él —. Pero si continuas con la mano ahí no tardaré en mostrarte de qué tamaño es cuando está erecto.

—¡Iugh! No, gracias —Me burlo, apartándome de él —. Tengo algo que hacer, pero si me convences, quizá más tarde te deje mostrarme las dimensiones de tu pene.

—¿Irás a perder tu dignidad? —pregunta cuando ve que me dirijo a donde Loreto y Mr. Gigantón se perdieron de mi vista.

Le muestro el dedo medio y sin girarme a ver su reacción, continuo con mi camino. Llegó hasta la vieja cancha de futbol, donde varios de los chicos de la selección escolar entrenan. No hay rastro del poste de luz andante, pero sí de Loreto, que se encuentra sentada en las gradas y, ¡oh, sorpresa!, a su lado está nada más y nada menos que la comelibros. Pobre chica.

La mirada de ambas está centrada en uno de los chicos. Si mis cálculos no me fallan, se trata de Jorge Nava, el hermano menor de Ruperto, el Transidumbo. Tuerzo los ojos al darme cuenta de lo estúpida que soy. ¿Cómo no se me ocurrió antes? Loreto está tan empecinada en ayudar a Sofia porque básicamente es una versión pequeña de ella misma. Puedo retirarme ahora mismo de esta absurda situación y dejar que Loreto se vaya al carajo con todo y Sofia, pero si quiero recuperar a mi amiga debo aprovecharme de las circunstancias. Sé cómo voy a reconciliarme con ella, y mi siguiente clase me ayudará perfectamente con mi cometido, o con parte de él.

La campana suena y los alumnos comienzan a caminar de vuelta a las aulas, camino hasta el auditorio con mi carpeta de planeaciones en mano. Sofia llega detrás de sus demás compañeros y toma asiento en la hilera de atrás, intentando esconderse del mundo, como de costumbre.

—Buen día, chicos —saludo para que guarden silencio —. ¿Alguno de ustedes recuerda qué día es hoy?

—¡Día de las audiciones! —grita emocionado Transidumbo menor.

Es uno de los alumnos más emocionados en cualquiera de las actividades referentes al teatro. De hecho, uno de los más emocionado en cualquier actividad. Es de esos muchachos que tienen las pilas puestas para todo, he llegado a pensar que consume drogas y de ahí su super energía.

—Así es. Por favor, muevan sus culos hasta aquí y hagan dos filas, una de chicos y otra de chicas —Los veo acercarse rápidamente, Jorge hasta el frente de su fila y Sofia, por supuesto hasta el final —. Sofía, tu culo hasta enfrente —ordeno.

Y ahí es como comienza la fase uno de mi plan malvado. Ya tengo los protagonistas de mi obra, y cuando Loreto se entere me va a amar.

—Es un plan destinado al fracaso —anuncia Javier mientras esperamos que Daniel dientes de ardilla salga del baño con su disfraz —, ¿cómo se te ocurre poner a tu alumna más tímida como protagonista de la pastorela? Y peor aun, con el chico que le gusta.

Tuerzo los ojos y le doy unas palmadas en el hombro.

—Relájate, don sabelotodo —digo tranquilamente —. ¿Olvidas con quién estás hablando?

—Alexa, ¿cuándo entenderás que las cosas no siempre salen como tú quieres?

Le lanzo una mirada maliciosa y me repego a su cuerpo.

—Cuando te quiera coger duro y no se te pare el pene —susurro en su oido.

Llevo todo el día provocándolo para que se encuentre listo esta noche. Durante la última semana hemos estado trabajando en los planos del teatro -en realidad, él ha estado trabajando, yo solamente he estado haciendo sugerencias poco sutiles sobre lo que debería cambiar- y no hemos tenido intimidad desde entonces. Sería un poco guarro de mi parte decir que estoy caliente por la falta de sexo, pero carajo, lo estoy.

—Mi pene siempre se para tratándose de ti —responde, dándome un beso rápido en los labios.

Se separa de mí cuando ve venir a Daniel y murmura un "nos vemos esta noche" antes de irse.

—Estoy listo, profesora —anuncia mi alumno, modelando el traje oscuro y las gafas de sol al estilo de los hombres de negro.

—Adelante amiguito, haz tu mejor actuación —digo, entregándole el flash que compré en Amazon hace algunos años, y el chico sale disparado al aula de Loreto —. Chicos, prepárense —anuncio por el woky-toky a los alumnos del coro, que se encuentran en el lado izquierdo del edificio.

Veo a Loreto salir de su aula cuando Daniel la llama. Él le dice un par de cosas, se coloca los lentes de sol y le apunta con el flash en los ojos como en la pelicula Hombres de Negro. Loreto lo reprende por algo y ahí está nuestra señal, Daniel subiendo la mano.

—Adelante, chicos —anuncio y veo a mis alumnos salir del otro lado.

Van en orden, y se colocan en hileras frente a su aula. Con un ritmo a capela dirigido por unos bongoes, los chicos comienzan a cantar "otra como tú" de Eros Ramazzoti. Me siento de lo más homosexual enviando a mis alumnos a darle serenata a Loreto, pero las grandes pendejadas se solucionan a lo grande.

Ella no sabe qué cara poner mientras los chicos cantan. Sé que es mi momento de entrar en escena porque la canción está a punto de terminar. Me acerco, sosteniendo un gran cartel que dice "Perdóname, Loreto. La cagué", y una caja de regalo que contiene un feo sombrero de abuela que seguramente le encantará. Cuando los chicos terminan de cantar, me arrodillo dramáticamente frente a ella y le entrego la caja como si de un anillo de compromiso se tratara.

—¿Me perdonaría usted, encantadora señorita Loreto? —pregunto, todavía de rodillas.

—No —Es su monosílaba y dolorosa respuesta.

¡Justo en mi dignidad!

Lecciones a CupidoWhere stories live. Discover now