Capítulo 21

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Alexa.

Guardo mi celular en mi bolso, justo cuando termino de hablar con Loreto. Echo un último vistazo a mi outfit en el espejo y salgo rumbo a la sala de estar, donde se encuentra Javier, inmerso en la lectura de "Los ojos de la piel", un libro sobre arquitectura que adquirió hace poco en un bazar. En cuanto me escucha llegar, baja el libro y me mira atento. Una sonrisa preciosa se dibuja en su rostro.

—Te ves preciosa —asegura, levantándose del sofá para abrazarme y darme un beso —. ¿Estás segura que no puedo ir con ustedes?

—Muy segura —afirmo —. Es noche de chicas, y hasta donde yo sé, no eres una. Además, Loreto necesita una buena borrachera para distraerse, y contigo cerca no creo que lo haga.

También tengo otros motivos por los que prefiero mantenerlo alejado, y es que necesito que mi amiga se sienta en confianza para hablar. Ya pasó más de una semana desde el intercambio, y aunque ella me asegura que no ha sucedido nada, algo me hace pensar que el enojo que trata de esconder tiene una causa.

—Eso lo entiendo, pero ¿por qué hasta Puebla? —pregunta confundido —. Aquí también hay bares.

—No queremos dar mala imagen —me encojo de hombros —. Ya sabes, podríamos encontrarnos con algunos padres de familia, o hermanos de nuestros alumnos. La gente tiende a ser muy crítica y van a empezar con tonterías, como que somos un mal ejemplo para sus hijos. Sobre todo yo, que de por sí varias madres me miran mal.

—En mi opinión, te tienen envidia —dice con aparente seriedad.

Sus ojos viajan al escote de mi vestido, y su mano derecha me sostiene por la espalda con firmeza para pegarme más contra su cuerpo. Su mirada se posa directo en mis ojos. Su semblante serio no cambia, ni siquiera cuando con su mano izquierda comienza a acariciarme, dibujando lentamente una línea desde mi barbilla hasta llegar al listón delantero del vestido, el cual desamarra, sonriéndome coqueto.

—¿Sí? ¿Por qué? —cuestiono, haciendo como que sus movimientos no me han inmutado.

Sé lo que está haciendo. Trata de orillarme a ese jueguesito suyo, en que me toca, pero sin dar un siguiente paso, esperando a que sea yo quien pida con gestos y palabras que vayamos a la cama.

—Es demasiado obvio —asegura, acercándose lo suficiente, para susurrar en mi oído, de tal manera que sus labios rozan mi piel —. Varios de sus maridos asisten a las juntas de padres de familia, cuando se trata de ti. Ellas simplemente creen que les puedes quitar a sus esposos, no se dan cuenta, que aunque lo niegues, tú sólo tienes ojos para mí.

—¿Estás seguro? —pregunto, tratando de no lucir nerviosa

Su afirmación me ha tomado por sorpresa. Quizá es algo que dijo sin pensar, sin embargo, las palabras que acaba de pronunciar, tienen más peso del que él es consciente. Claro que solo tengo ojos para él, no cabe duda, pero no es algo que él deba saber, pues no sólo es en un ámbito sexual.

—Obvio que sí —afirma creído —¿O no es así?

—Quédate con la duda, yo me voy con mi amiga —digo, alejándome de él y tomo el girasol que está sobre la mesa.

—No puedes irte y dejarme así —señala, sonriente.

—Sí puedo —le aseguro, mandándole un beso desde lejos antes de salir de la casa.

Mientras el ascensor baja hasta el estacionamiento, pienso en lo que Javier acabada de decir. Que aunque lo niegue, sólo tengo ojos para él. ¿Será que estoy comenzando a ser muy obvia? ¿Se habrá dado cuenta de lo que siento en realidad? Supongo que no. De ser así, no creo que se haya atrevido a decirlo. Siento que mis manos han comenzado a sudar, y gracias a Dios, no lo hicieron frente a Javier, o habría sido demasiado obvio que me puso nerviosa.

Lecciones a CupidoWhere stories live. Discover now