Capítulo 25

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Alexa

Jalo la cadena del inodoro, evitando a toda costa mirar el interior, ojalá fuera tan fácil desaparecer el sabor acedo que prevalece en mi boca, luego de devolver todo el contenido de mi estómago por este conducto. Miro mi vestido, cerciorándome que no me he manchado y salgo del cubículo en el baño de la escuela, donde estoy metida desde hace buen rato. Una nueva oleada de náuseas se avecina, pero tomo una bocanada de aire, y me abanico el rostro con las manos, tratando de controlarme para no vomitar nuevamente, aunque a decir verdad, no sé cuánto más puedo expulsar. Asqueroso pero cierto.

Cuando me acerco al lavabo, con la intención de lavarme las manos y enjuagarme la boca, soy consciente de que no estoy sola. Una chica, de aproximadamente unos veinte años de edad, me mira con semblante de preocupación. En su cuello cuelga una cinta que sostiene una cámara fotográfica profesional, y un gafete al que no le presto mucha importancia.

—¿Se encuentra bien, profesora Ponce? —me pregunta con voz dulce, ofreciéndome la botella de jabón líquido —. Se ve algo pálida, como si estuviera enferma.

—No te voy a mentir, porque seguramente escuchaste lo que ocurrió allá dentro —contesto haciéndome la graciosa —, supongo que me cayó mal la cena. Pero dime, ¿te conozco? Me pareces muy familiar.

—No, nadie nos ha presentado aún. Kitzia Peñalver, mucho gusto —se presenta alegremente, extendiendo su mano hacia a mí.

—Será mejor que no te dé la mano hasta que no esté limpia, créeme —le recuerdo, al mismo tiempo que comienzo a lavármelas —. Yo soy Alexa Ponce.

—Lo sé, mi jefe me ha hablado de usted. Trabajo para Hugo Martínez, el fotógrafo —agrega, cuando nota que no sé quién es su jefe.

—¿El tipo del blog? —pregunto, cayendo en cuenta que su gafete contiene el logotipo de "Un loco y medio por el mundo" —. Dime, ¿eres el loco, o eres el medio?

—Me temo que soy el medio —señala divertida —, Hugo dice que es por mí tamaño.

Estoy a punto de preguntar cómo es que el tal Hugo me conoce, pero Elías me interrumpe desde la puerta principal del baño.

—El evento está por comenzar —me informa —. Será mejor que tú y tu amiga tomen sus lugares lo antes posible, ya sabes cómo se pone el Pitufo Diabólico si no estamos, donde debemos estar —agrega esto último haciendo unas comillas con las manos, antes de desaparecer.

—Yo me voy, Hugo también se pone un poco diabólico si no me ve a tiempo —se despide la chica —. Un placer conocerla, profesora, tal vez más tarde me permita tomarle unas fotografías para el blog.

—Con gusto —le sonrió, y la veo marcharse.

Tras terminar lo que estaba haciendo, salgo del baño, para tomar mi lugar junto a Loreto, Elías y los demás profesores que se encuentran sentados frente al enorme edificio nuevo de la escuela. El teatro recién terminado. Nuestro teatro, como Javier comenzó a llamarlo cuando decidí meter mi nariz en el asunto. Entre nosotros y el edificio, hay una especie de escenario desmontable, que decidieron colocar para sentar a las autoridades que nos acompañan para la inauguración. Entre las "celebridades", como los alumnos los llaman, se encuentran representantes de la presidencia municipal, de los padres de familia, el Pitufo Diabólico, la Loca, que se ofreció para dirigir el evento, y por supuesto, Javier, que luce guapísimo con su traje de puntillé azul grisáceo perfectamente planchado.

—¡Dios! Ese hombre en traje está de lo más cogible —comento a Loreto, sintiendo los estragos de no haber estado cerca de Javier en casi dos semanas, a causa del trabajo.

—Lo sé, amiga —interfiere Elías, con voz afeminada —, ese director es todo un galán.

—Me refería a Javier —le informo, torciendo los ojos —. O sea, el director ¿que? parece gárgola.

Lecciones a CupidoOnde histórias criam vida. Descubra agora