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Las manecillas del reloj parecían avanzar más lento de lo normal, mas en esos momentos indicaban exactamente las 10 p.m. Clarice peinaba apaciblemente, los mechones del anaranjado cabello de su niña especial, como insistía en llamarle. Escuchaban la suave melodía de "Shades of cool" en el equipo de música, mientras Petra platicaba sobre su día.

- Entonces llegó el turno de Falco Grice, el pequeño niño del que te hablé la semana pasada.

- Oh claro, ya lo recuerdo... ¿cómo se encuentra?

- Afortunadamente mejor, su amigdalitis ya no está en fase aguda -respondió alegre.

Petra se encontraba sentada frente al tocador de su cuarto, llevaba puesto su pijama de seda y una delicada bata sobre este.

- Clarice, ¿puedo confiar en ti? -mencionó girando en su asiento y fijando sus amelados ojos en los de la mujer.

- Por supuesto querida, puedes decirme lo que desees.

- Bien, se trata de... un hombre -la sonrisa de Clarice creció enseguida.

- ¿Acaso... mi querida niña está enamorada? -preguntó, con una pícara sonrisa en su rostro.

- No, no, por supuesto que no... -se apresuró a contestar- Es solo que, es una persona algo, diferente...

- ¿Diferente? -preguntó con una marcada expresión de intriga.

- Asi es, todo en él me resulta, extraño... a decir verdad es alguien muy, misterioso...

- Ya veo... -expreso con cierto recelo ante sus palabras- ¿han... platicado ya? -preguntó curiosa.

- Un par de veces, sí. Sin embargo, se comporta, ciertamente grosero.

- ¡¿Qué?! ¡Esto es inaceptable!

- Es decir... no hablo de insultos precisamente, solo es... su forma de ser.

- Querida, creo que tendré que platicar de esto con tu padre. Jamás permitiré que alguien te lastime -expresó con decisión.

- Espera... hace un momento mencionaste que podía confiar en ti -indicó cruzándose de brazos- además, ya no soy una niña Clarice, puedo manejar mi propia vida.

- Lo siento, querida -mencionó bajando levemente su mirada- es solo que... a veces olvido que ya no eres esa pequeña niña que debía proteger con mi propia vida... -expresó sentimental.

- Clarice... eres como una madre para mi y agradezco tu preocupación, -señaló con amabilidad- pero, a decir verdad, me siento muy, confundida -dijo volteando nuevamente.

- No comprendo... acaso...

- No, es decir, si es muy atractivo, pero... -explicó viéndola a través del espejo del tocador- es algo, diferente...

- Si quieres un consejo cariño, no permitas que aquellas dudas se apoderen de tu corazón... -agregó poniendo una mano sobre el hombro de Petra- luego de escuchar sobre él, supongo que, no puede ser una buena persona del todo.

- Quizás, tienes razón -agregó pensativa- supongo que, seguiré tu consejo.

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El frío de la noche se hacía sentir en los cuerpos de los oficiales de policía, no obstante, se aseguraban de realizar un buen trabajo en la escena del crimen. A las diez menos quince el oficial Theo Magath recibió una llamada anónima, la voz al otro lado de la línea indicó una dirección y enseguida un absoluto silencio se apoderó de la línea telefónica. Magath no consideró aquello siquiera importante, suponiendo que solo se trataba de una mala broma, más luego de unos minutos una segunda llamada sonó, indicando el mismo paradero, por parte de una empleada doméstica, aunque esta vez con evidente desesperación.

Entre las sombrasWhere stories live. Discover now