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El silencio y la tranquilidad de la habitación proporcionaban un ambiente agradable para su estado. Sin embargo, decidió reincorporarse quedando sentada sobre la cama. En instantes pudo apreciar lo amplia de la alcoba. Un gran televisor suspendido sobre la pared frente a ella, un aparador junto a la puerta, un sofá blanco de cuero, y un par de cuadros de decoración.

- ¿Dónde, dónde estoy? -susurró.

Un par de golpes a la puerta la distrajeron. Asustada, en un reflejo cubrió su cuerpo con las sábanas, a pesar de estar vestida. No sabía dónde se encontraba, sentía miedo de quien fuera que se encontrara tras aquella puerta.

- ¿Señorita...? -preguntó en algo más que un susurro una voz femenina.

Sin duda aquello la tranquilizó un poco, ahora estaba segura que se encontraba en el cuarto de un hotel, y tan solo era una mucama queriendo hacer su trabajo. Se levantó despacio, evitando cualquier movimiento brusco. Pudo notar que su abrigo se encontraba en el piso, sobre la alfombra. Pronto abrió levemente la puerta. No pudo evitar una expresión de sorpresa al ver a la empleada. Se trataba de una mujer de mediana edad, a simple vista unos cuarenta años, de cabello castaño y ojos oscuros, vestía un vestido negro con un pequeño delantal sujeto a su cintura.

- Lamento haberla despertado. Mi nombre es Kerstin.

- No lo hizo -respondió con una leve sonrisa.

La mujer devolvió el gesto y extendió sus brazos donde sostenía una pila de toallas blancas.

- Recordé que, no había ordenado las cosas en esta habitación, y supuse que usted, querría tomar un baño.

- Oh muchas gracias, es muy amable de su parte -señaló- Sin embargo, no poseo más ropa de la que llevo puesta en este instante. ¿Tienen servicio de tintorería?

- Por supuesto señorita, si lo desea puede ocupar una de aquellas batas blanca y su ropa estará lista en tan solo diez minutos.

Sin duda aquella era una gran idea, necesitaba un baño. Quizás esta no aliviaría el fuerte dolor de cabeza, pero serviría para organizar un poco sus ideas y poder regresar a casa en un estado presentable.

- De acuerdo, gracias por su excelente servicio. Sin duda recomendaré este hotel -mencionó sujetando las toallas esta vez.

- ¿Eh? -expresó confundida- Claro, lo que usted, diga. Esperaré aquí por su ropa.

"Es que acaso el señor Ackerman, la trajo en contra de su voluntad" pensó Kerstin de pie en el corredor. Sin embargo, rápidamente apartó aquella idea de su mente. Había escuchado risas la noche anterior, aun estando en el apartado cuarto de servicio.

Petra apresuradamente se despojó de la ropa y vistió una de las batas mencionadas. Entregó las prendas a la empleada y pronto se dirigió al baño por una merecida ducha. El agua tibia se deslizaba por todo su cuerpo, logrando relajar un poco sus músculos. Repasaba una y otra vez las palabras dichas por su padre y el doctor de la familia. ¿Podía tratarse acaso tan solo de un mal sueño? Aun no podía asimilar del todo la noticia. Su cabeza estaba llena de preguntas sin respuesta, una tras otra, se repetían sin descanso. "¿Porque Dios una vez más le arrebataba a una persona tan importante en su vida?, ¿porque no podía simplemente ser feliz?, ¿porque su querido padre? Fue entonces que dejó salir todo lo que guardaba dentro de sí y lloró desconsoladamente, como una pequeña e indefensa niña. Las gotas de agua rápidamente se mezclaban con sus lágrimas y caían sobre el mármol a sus pies.

- No Petra, no puedes... actuar como una cobarde... no puedes simplemente huir -habló para sí misma, ahogadamente entre sollozos- Debes regresar y enfrentar esta situación.

Entre las sombrasWhere stories live. Discover now