7: Perdida

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Llegaron con entusiasmo a casa, Teresa había ganado un reconocimiento por su participación. Los concursos ya no eran muy competitivos, la historia contaba que antes les sobre exigían a muchos deportistas, ahora muchísimos de los deportes habían desaparecido y surgieron nuevos como ese. Eran más —como se decía— «femeninos». Pero a pesar de todo, ella se había lucido.

Se sacó el zapato y se examinó el tobillo.

—¿Sigue mal? —preguntó Adrián hincándose en una rodilla y tomándolo, sorprendiéndola por completo.

—Eh, está bien, bastante mejor —respondió con leve nerviosismo.

Kariba también sintió algo extraño al verlo preocuparse así por la pelinegra.

—Puedo vendarlo si gustas, sé cómo.

—Descuida...

—¿Qué pasó? Se perdieron —habló su mamá volviendo de su oficina—. Cuando vine no estaban.

—Nada, ya sabes que debía ir —respondió su hija—. ¡Tengo mi reconocimiento! —agregó emocionada para distraerla.

Adrián se reincorporó y sentó en el sofá al tiempo en el que Clara también se entusiasmaba con la noticia.

—Mandaré a preparar una cena ligera para celebrar. —Se dirigió a la cocina.

—Yo me voy —intervino Kariba—, dije que saldría un rato nomás, y mira, sigo. Nos vemos...

Se despidió con prisa y salió. Ambos se miraron y sonrieron de forma fugaz.

—Deberíamos enjuagarnos el agua, dijiste que estaba contaminada —dijo él.

—Ah, yo estoy limpia ya, me di un baño seco en el floter de Kariba.

—Ou —dijo confundido—. Bueno... entonces iré yo...

Subió. Teresa quedó nuevamente con la espina, ya que no había podido verle el pecho desnudo, la curiosidad por saber cómo era la carcomía. Puso su entrada a casa en el sistema de DOPy, tonteó un rato sin saber qué hacer, fue a comer la última barrita de la despensa y estuvo unos minutos más titubeando hasta que su mamá avisó que la comida estaba lista.

—Le avisaré yo —dijo con prisa empujando a DOPy, teniendo la excusa perfecta para ir y verlo.

Subió corriendo. Entró a su habitación pero la puerta del baño estaba bien cerrada al contrario de antes, suspiró resignada, debió haberlo supuesto, vaya tonta. Entró a su closet, que podía pasar como otra habitación por su tamaño, y que tenía acceso al baño, pero también estaba cerrado por ese lado.

Se pegó por un costado de la puerta de cristal, el cual se llenaba de color gris cuando alguien estaba adentro, impidiendo ver bien, salvo siluetas irreconocibles y borrosas. Justo eso fue lo que veía, así que desistió de su intento. ¿Era normal estar queriendo espiarlo? Se preguntó.

Dio un paso al costado y la secadora portátil cayó, tumbando algunas prendas más. Quedó quieta.

—¿Tesa? —preguntó él.

—Eh... Sí, solo quería avisar que ya está la cena.

—Ah, genial, gracias. —Sonrió—. ¿Cambiaste de opinión y quieres ducharte conmigo, pecosita? —cuestionó de pronto en tono tentador, logrando acercarse a un grave ronroneo gutural.

Teresa se ruborizó de golpe, su voz le estaba empezando a parecer tan sensual.

—¿Cómo se te ocurre? —reclamó—. Estás desnudo ahí.

—¿Tú no lo estarias?

—Estás loco, ¿sabes? —dijo riendo.

Si bien la idea no le pareció mala a su mente que andaba curiosa por verlo a él, ser vista era el problema. Además, ¿era normal bañarse con un hombre? Podía ser normal entre amigas, Kariba se desnudó frente a ella para entrar a su ducha un par de veces cuando durmió en su casa, aunque ella nunca lo hubiera hecho por pudor.

Adán: el último hombreWhere stories live. Discover now