36: Solo amo una vez

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Con el rostro enterrado en la almohada, con un dron vigilándolo y manipulando sus brazaletes, no podía ni moverse sin tener que decirlo para que el aparato se lo permitiera.

Pensar que esa misma mañana había tenido a Teresa entre sus brazos, dándole su amor, escuchando su risa... Tal y como aquel día en el que se despidió de su hermanita luego de juguetear con ella, y esa misma noche estuvo viéndola irse como cenizas.

La historia se repetía, su corazón volvía a romperse, el dolor le invadía, la culpa. Todo lo que amaba terminaba yéndose. Eso era lo que le tenía preparado el universo entonces.

—No era necesario que hicieran eso —murmuró bajo con la voz quebrada por la tristeza—. No era necesario que la lastimaran...

—No seas ingenuo —respondió Carla a través del dron—, ya está muerta. —El joven apretó los puños—. A menos que creyeras muy en el fondo que Olga haría algo por ella de haber fallado yo en matarla... Pero debo acabar con tus ilusiones. Ella te quiere tanto como yo, esa chica le estorbaba, era mejor eliminarla.

Adrián se reincorporó apoyándose en lo antebrazos.

—Estaba dispuesto a entregarme y acceder a lo que quisieran con tal de que la dejaran —dijo entre dientes clavando su odio en el dron—, pero ahora olvídalo. ¡Olvídalo! ¡Me negaré hasta que te aburras y me mates!

Carla dejó de sonreír al escuchar eso. Cortó la comunicación y volvió a dejar al dron en vigilia. Helen y Diana estaban a sus espaldas. Diana impaciente porque la dejaran acercarse a él, y Helen no podía creer todavía lo que habían hecho, le recriminaba a la líder con su mirada, pero eso no iba a solucionar nada.

—Quiero que estén atentas. Olga va a querer venir y quitármelo. Puede venir si quiere suicidarse, pero nadie sale.

Helen se preocupó, esa era la última medida en seguridad. Pronto el edificio se cubrió con una barrera, esta dejaba entrar, pero no salir, si alguien salía, estaban los muros dispersados en la edificación que podían explotar. Eso lo habían hecho en el caso hipotético en el que los másculos lograran escapar, se hicieran más agresivos, y quisieran salir a la ciudad.


Los drones se mantenían en sus sitios de recarga y reparación, pero uno tenía dañado el receptor, emitiendo una luz roja que parpadeaba. Activó la opción de alarma en caso de que uno de ellos fuera atacado, para así estar mejor alerta en caso de que Olga volviera a colarse sin ser detectada.

Trató de reiniciar al que seguía dañado y no funcionó.

—Es el que él pateó hasta romper —murmuró Helen—, lo llevaré a reparación especial.

Ese lugar quedaba lejos de la oficina de Carla, no quería estar junto a ella, no quería ver en lo que se había convertido por su afán de tener al muchacho. Dejó al dron en una de las bases y las máquinas especiales empezaron a repararlo de forma física.

Programación para reinicio.

Helen, que ya se retiraba, se detuvo un segundo. Todos los drones requerían que se les diera una programación, y una de estas era obedecer órdenes.


Diana inició su recorrido por la edificación, pudo ver desde el último nivel, a la multitud de mujeres que empezaba a juntarse en las afueras del Edén.

—Estamos frente al Edén, reportando lo que está pasando —hablaba la del noticiero envuelta en un abrigo a causa del clima—. Las cosas que han sido vistas en la competencia de invierno, que ha sido denominado «fenómeno Adán». La presencia de un hombre en este siglo. Podemos ver las imágenes —inició la proyección de estas por el dron que la acompañaba, cada vez más mujeres se sumaban al público—. El Edén nos ha estado ocultando a un hombre real, un fósil viviente, y no quieren dar la cara, cuando todas hemos visto que lo llevaron sus drones.

Adán: el último hombreWhere stories live. Discover now