25: Peligrosas tentaciones

25.3K 3.2K 1K
                                    

Carla miraba temerosa cómo su Helen estaba siendo amenazada con una de esas armas.

—Al más mínimo movimiento le disparo —dijo Adrián entre dientes—. ¡Ah! —Miró a DELy que alistaba su láser—. Alto ahí, te estoy vigilando. No llamen más drones o ya sabrán lo que pasará.

DOPy se puso entre ambos y sacó un arma láser pequeña que antes no había tenido. Teresa quedó más conmocionada. ¿En qué momento? Recordó entonces cuando había vuelto aquella vez y lo encontró observando a su dron abierto sobre la mesa del salón. Había tenido tiempo de sobra para hacerle lo que quisiera al aparato.

No. No podía ser, ese no era su Adrián, él no era malo, no entendía qué pasaba. Pero al palpar más la realidad, su fría mirada y sus amenazas tan serias, el mundo se le empezaba a querer desmoronar.

Helen forcejeó todo lo que pudo pero él la detuvo amenazando con el cañón del arma contra su sien. No tenía puesto uno de los trajes para exteriores, así que no botaba electricidad ni la hacía más fuerte.

—Yo te ayudé —murmuró temblorosa.

—Sí, lo sé —dijo él fingiendo lástima—, gracias, en verdad.

La chica cerró los ojos y tragó saliva, sintiéndose perdida porque ya se iba dando cuenta de que sí tenía fuerza, no podía zafarse de sus brazos, y esa arma era antigua, los textos nunca dijeron nada bueno de ningún arma.

La peor creación de la humanidad, hecha para acabarse los unos a los otros, sin verdadera razón.

—Van a dejarme ir —avisó él—, pero a ellas me las llevo, son mías, ¿entendido?

Carla dio un paso atrás.

—Te voy a buscar, no lo dudes —amenazó.

Adrián sonrió de lado y les ordenó a las otras que subieran al floter. Retrocedió con Helen todavía en sus brazos. Entraron rápido y él subió al último tirando de la chica.

El aparato partió veloz.

Adrián soltó a reír, dejando a Helen y a Clara más que perplejas, a Teresa congelada, y a Olga suspirando con alivio.

—Creí que tu rápido guiño había sido mi imaginación —dijo recostándose contra el respaldo del asiento.

—¿Q-qué sucede? —cuestionó Teresa con un hilo de voz. Su cerebro se hizo un lío.

—Estaba fingiendo, Tesa, ¿acaso no te diste cuenta? —Le dio un toque en su nariz.

La chica parpadeó varias veces, recuperando aliento.

—Qué... —Tensó los labios tratando de contener el picor en los ojos que indicaban lágrimas queriendo salir. Le dio un empujón—. ¡No vuelvas a hacer eso!

—¿Desconfiaste de mí?

—¡No es mi culpa, ni siquiera sabía que tenías un arma! —reclamó sacudiéndolo de los hombros de atrás hacia adelante haciéndolo reír suave—. ¡No vuelvas a hacerlo, Adrián, no vuelvas a hacer algo como eso! —reclamó con la voz quebrada.

Helen los vio abrazarse con fuerza, lo vio calmándola con ternura, brindándole caricias e incluso un rápido beso que la dejó más conmocionada. El floter se detuvo.

—Eh, tú —le habló Olga. La miró—. Baja.

—¿Qué?

—Eres la nueva amante de Carla, ¿no? —La puerta del aparato se abrió alzándose—. Vete, ha de estar histérica. Vuelve con ella.

La chica, todavía confundida y sorprendida, salió.

—Disculpa si fui brusco —le dijo Adrián.

Adán: el último hombreOnde histórias criam vida. Descubra agora