22: Como a un animal

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Teresa anduvo desesperada de un lado a otro en una habitación blanca, cuando Carla se presentó mirándola con enojo.

—¡Libéralo! —exigió apenas la vio—. ¡No le hagan nada!

—Deja de decir tonterías.

—Por favor no le hagan nada —rogó.

—¡Vergüenza te debería dar! ¡Traidora, te atreviste a querer tener a un potencial peligro para nosotras!

—¡Él no es como los hombres que mencionan en la documentación!

—¡Por supuesto que sí, es otro hombre más, no había distinción entre ellos!

—¡Sí que la hubo, él no es malo, por favor escucha...!

—¡No! Y ya basta —dijo entre dientes—. ¿Cuánto tiempo creíste que duraría esto? Ocultando a esa cosa como si fuera siquiera valioso.

—¿Qué dices? ¡Es valioso!

—No vale nada, lo sabes, es un másculo más pero de otra época, no hará más que arruinar nuestra existencia.

—¡Es valioso para mí! —exclamó apretando los puños—. Tiene sentimientos, tiene personalidad, quizá tanto o más que muchas mujeres que viven sumergidas en sus cosas triviales, tiene sueños que nunca cumplió...

—Ugh, no puede ser —interrumpió asqueada—. Te has enamorado de él —dijo como si fuera lo más aberrante que hubiera visto.

Teresa quedó sin habla, con los labios entreabiertos. Sí, estaba enamorada de él, tuvo un día y una tarde para demostrárselo, para empezar a asimilarlo, gozar del sentimiento que él le correspondía, y ahora no sabía en dónde lo tenían.

La angustia la devoraba.

—Guardianas han revisado tu casa...

—¿Y mi mamá? ¡No le habrán hecho daño!

Carla sonrió de lado.

—No todavía.

—¡Ella no tiene nada que ver!

—Drones.

—¡NO! —chilló ella sin poder defenderse del magnetismo de dos drones que la arrastraron a otro ambiente—. ¡Déjenlos! —volvió a chillar pataleando desesperada.


El impacto contra el piso le sacó el aire. La puerta se cerró antes de que pudiera llegar a ella luego de ponerse de pie veloz. Chocó contra esta y gritó pero ni siquiera se escuchó.

Silencio.

Abrió mucho los ojos, el aire recorriendo su nariz fue lo primero que captó, su respiración agitada. Gritó de nuevo golpeando el material y se horrorizó al no escuchar ni un poco de eso. Silencio. Ya no solo escuchaba su respiración, sino también el latir de su corazón.

Se tapó los oídos empezando a exasperarse por esos ruidos y sonidos del interior de su cuerpo que no se iban a ir. La habitación absorbía toda onda sonora, excepto las de sus órganos. Jadeando cerró los ojos soltando un quejido que tampoco se notó, se deslizó hasta quedar sentada, tratando no terminar desquiciada por el infinito silencio del exterior y el constante y desesperador latir de su corazón, sumado a su respiración.

¿Tendrían a su mamá y a Adrián bajo una tortura como esa?

Sus labios todavía vibraban con recuerdos de sus besos. Apretó los dientes, lágrimas brotaron de sus ojos y empezaron a caer sin cesar. Se dejó vencer por el llanto amargo, apenas escuchó el resonar de su voz en su cabeza, pero no en el exterior.

Adán: el último hombreWhere stories live. Discover now