24: Plan

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Helen ingresó a la vivienda de Teresa para una segunda inspección, ya que apenas pudo encontrar algunas cosas, como la maleta y el arma en ella, mientras los drones capturaban a Clara. A ella siempre la criaron con el pensar que la violencia nunca debía ser necesaria, pero Carla estaba un poco extremista.

Uno de los drones la acompañaba, por ahí se comunicaba la líder, además de ver lo que el aparato captaba. Helen se apartó para revisar uno de los muros cerca al baño en la habitación de la chica. Con un decodificador desactivó la clave y se desplegaron varios estantes de material translúcido.

De entre los que contenían accesorios o cremas, otro en especial la llamó, obviamente era el favorito de la pelinegra, ya que estaban los trajes magnéticos. En la parte baja, en unos cajones abiertos, varias cosas entre pequeñas y no tanto.

Tomó unas láminas de dibujo y arqueó las cejas, eran muy buenos. Vistas de la playa, las rocas, casi podía sentirlo, escuchar el mar. Otro de un delfín. ¿Otro ser extinto? Quizá le gustaba la arqueología. El siguiente la sorprendió, era él, el hombre que tenían encerrado.

Acariciaba sonriente a la perra que por ahí había corrido asustada, en otro estaba simplemente mirando al horizonte, en otro tocando un piano virtual, cosa que le hizo recordar cuando lo vio en el centro comercial sin saber que estaba frente a un hombre.

El siguiente le causó una extraña sensación. Él dormido, con el rostro de lado. La imagen transmitía esa calma y tranquilidad de una noche acompañada en silencio, había trazado a la perfección los pliegues de la manta sobre su pecho, que aparentemente estaba desnudo. Se preguntó qué tan íntimos habían llegado a ser, si parecía haber estado en su misma cama.

No sabía si Teresa había permanecido a su lado dibujándolo en cada ocasión o lo había tomado de su memoria, fuera como fuera, reflejaba que él no había representado un peligro, al contrario, había llenado de algún modo su vida. Reflejaba además que quizá ellas se estaban equivocando al juzgarlo y dictar su muerte así sin más.

—¿Nada relevante? —preguntó Carla a través del dron.

Helen dejó todo en su sitio tras suspirar.

—No, nada. Creo que ya hemos sacado lo único que había.


Teresa fue llevada prácticamente a rastras a otro ambiente, uno en el que el sonido no era absorbido. Sentada en la cama se tapó los oídos de nuevo, cada mínimo ruido la estremecía, luego de dos días en infinito silencio externo, le era chocante. Aunque en realidad ni siquiera sabía si ya era de noche ya, no había cómo.

Se recostó, sin ganas de tocar la comida que salió de la superficie de la mesa. Quería saber qué había hablado Adrián durante esa extraña reunión. Seguía siendo carcomida por la angustia de saber que querían matarlo como a insecto, no era justo. Estaban siendo inhumanas, a pesar de que se suponía que solo los hombres lo habían sido.

Las bestias infernales de las que siempre hablaron no eran su Adrián, él era completamente distinto. Tenía su propio carácter y personalidad, sabía de arte, era listo, si bien comía y comía y a veces decía cosas raras, eso era él, lo quería con todo y más, con su fuerza, su insistencia para conseguir cosas, con barba, con vellos por doquier, con esa voz, ese aroma.

¿Acaso lo que definía a un humano era lo que tenía entre las piernas? Se dio cuenta de que durante milenios los habían demonizado a todos, cuando en realidad también hubo mujeres malas, quizá las estadísticas indicaban menor número confirmado, pero ahí estaba la prueba.

Se sentó dejando la tristeza y la derrota a un lado, frunció el ceño. Iba a salir de ahí como fuera posible, y sacar también a Adrián antes de que le hicieran quién sabía qué. Ella tal vez no era la líder ni ninguna de las viejas del concejo, pero fuera como fuera, no iba a dejar que lo mataran.

Adán: el último hombreTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon