17: Desviando la atencion

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Teresa llegó cansada de haber estado en los trámites de los bebés másculos y vigilándolos, además de tener el mal sentimiento a causa de esa reunión secreta de las mujeres en el Edén. Rita llegó a saludarla y se inquietó al notar desde un inicio las risas que venían desde el lado de la barra.

Se aproximó y vio a Kariba haciendo una especie de competencia de fuerza con Adrián, cada uno con el brazo derecho apoyado y empujando la mano del otro. Una lucha que hacía siglos había quedado en el olvido.

Ella había logrado inclinarle el antebrazo a él y sonreía satisfecha a pesar de que había llegado a ese punto con dificultad.

—Hola, ¿cómo fue tu día? —quiso saber él al ver a Teresa.

—No te distraigas, estás perdiendo —reclamó la rubia—. ¿Así dicen los libros que ustedes eran fuertes? —se jactó luego de jadear por el esfuerzo—. Que te conste que ni siquiera he usado toda mi fuerza.

Él sonrió arqueando una ceja.

—Yo tampoco, apenas la mitad. —Y empezó a empujar de verdad ante la desesperada mirada de la chica que trataba de evitar que le ganara pero nada pudo hacer.

—No, no, no, no haaaah —se quejó raro y apartó haciéndole reír.

—Todo bien —murmuró la pelinegra acercándose a la máquina de bebidas.

—Tu mamá te espera en su oficina —le dijo DOPy.

—Gracias. —Tomó un trago de agua y fue a verla.

Adrián se percató de lo distante que estaba, tal vez otra vez la habían molestado. Kariba, intranquila por la evidente preocupación del castaño hacia Teresa, lo agarró del brazo pidiéndole que le contara alguna cosa sobre su vida.

Clara volteó a ver a su hija que entraba.

—Veo que Kariba está ahí —comentó.

—Ya estaba aquí cuando llegué así que... —Tensó los labios y continuó revisando el diseño de corte de cabello en el holograma—. Las noticias siguen buscando a la «celebridad» que se coló en tu universidad, pero creo que sabes que ni siquiera es mujer.

Teresa soltó un pesado suspiro.

—Ya sé, es que debí poner seguridad para mascotas a ver si así no se escapaba —renegó masajeando su frente.

—¿Cómo hacer que se olviden del asunto? O por lo menos, que se centren en otra persona...

—Lo haré yo —dijo con decisión al tener de repente una idea.

—¿Eh?

—Despreocúpate, creo que sé cómo distraerlas.

Salió con mejor ánimo.

Pero pronto se vio aplacado al ver cómo Kariba reía de algo que había dicho su Adrián, quien sonreía y miraba con sorpresa al mismo tiempo.

—Ni siquiera da tanta risa mi chiste pero mírala qué bien que se goza.

Teresa sintió esos celos horrorosos y arrasadores. ¿Le gustaba la risa de Kariba? ¿Le gustaba que riera de lo que decía o hacerla reír? Tragó saliva con dificultad, ninguna opción era agradable para ella. En eso recordó para qué había salido.

—Kariba, necesito tu ayuda.

La rubia sonrió entusiasmada.

—Sí, dime.

—Ya te mandé las especificaciones del diseño para mi competencia y...

—¡Sí, cierto! Enseguida lo tendrás. —Se dispuso a irse—. Nos vemos, Adrián —se despidió en tono coqueto.

Adán: el último hombreWhere stories live. Discover now