40: Un año después

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Helen revisaba al pequeño bebé varón de cinco meses ya, en posición fetal en una cápsula incubadora con líquido especial. Resultado de la modificación de los genes de másculos, después de haber revisado cada código de forma exhaustiva, hasta lograr que fuera como el del hombre que ya tenían y había prestado su material genético para ello.

Sabían cómo clonar a una mujer y trabajarla para que no fuera copia exacta de otra, pero con el hombre se les hizo complicado. Las máquinas simuladoras daban resultados negativos, para alivio de Teresa, que se le hacía raro que clonaran a su hombre, siendo único e irrepetible para ella. Las máquinas debían ser reprogramadas para que no intentaran sacar otra mujer en vez de un hombre, y eso iba a tomar otro tiempo. Finalmente quedaron en no hacerlo, que era mejor si empezaban con pocos hombres para ver cómo iba todo.

Teresa miraba a su Adrián conversar con la mujer, observando al bebé. Solo hasta que la máquina soltó resultados positivos al cien por ciento, lo habían incubado. El bebé era el clon mejorado de Mechoncito, que ya había fallecido no hacía mucho, pasando sus días con su mamá.

Ella no entendía gran parte de lo que decían, aunque él le había explicado simplificando cosas para que no se confundiera, incluyendo gráficos, no quería interferir pidiendo explicaciones, él se sumergía en su pasión con la genética y era un deleite observarlo así.

Fuera como fuera, últimamente lo notaba concentrado en algo más, y no sabía qué era. La preocupación se le había instalado, metiéndole la venenosa idea de que tal vez ya se iba cansando de ella. Confiaba en su amor más que en nada, había logrado superar muchas inseguridades, pero también sabía que las cosas podían cambiar, y que él seguía teniendo un mundo de mujeres para escoger.

—Nos vemos entonces —se despedía.

Teresa fingió concentración en la pantalla que revisaba, con la información de otros másculos, de mujeres que empezaban a enlistarse para presentarse a los test y recibir un bebé varón, además de los datos de siempre sobre el estado de cada una de las pobladoras.

Le llegó un aviso sobre la nueva competencia de danza magnética.

—¿Invitan a la campeona? —susurró él abrazándola por detrás y depositando un suave beso en su mejilla.

Ella se regocijó con ese gesto que le regresaba tranquilidad.

—Al perecer.

—¿Has acabado?

—Eh, sí.

—¿Estás muy agotada, o tal vez podemos ir a un sitio?

Eso la intrigó.

—Podemos, ¿por qué? —preguntó al tiempo en el que él se apartaba y le dedicaba una sonrisa a labios cerrados.

—Hay algo que quisiera decirte...

El nerviosismo oculto que presentó se le clavó como espina a la chica. Tragó saliva con dificultad y asintió.


Helen cerró el Edén. La enorme edificación con forma de huevo apagaba sus luces, vacía y en tranquilidad, los drones iban a guardarse en silencio. Antes de abandonar la oficina que alguna vez fue de la ex líder, tocó una opción en la pantalla para realizar una comunicación. El holograma se desplegó y dejó ver a una Carla con ojeras notables debajo de sus ojos violeta, con cansancio evidente.

—¿Cómo va todo por ahí? —quiso saber.

—¿Gozas haciéndome recordar que me expulsaron a otra ciudad o es que me extrañas? —comentó sin gracia.

La mujer de castaños rizos bajó la vista. Carla y Diana habían sido mandadas a otras ciudades y retenidas ahí bajo tratamiento, además de tener prohibido el volver. Luego de que todo pasara, algunas otras mujeres también prefirieron irse de Hive a otras ciudades por miedo hasta ver cómo avanzaban las cosas, pero la gran mayoría se mantuvo, empezaban a ver a los hombres con otros ojos.

Adán: el último hombreWhere stories live. Discover now