Foxy des de sus 15 años a estado encerrado en un hospital psiquiátrico a causa de su enfermedad mental llamada Amok, pero los doctores al notar que el pelirrojo controlaba más sus ataques de ira decidieron dejarlo ir para que hiciera su vida normal...
Hola ¿qué tal? Les traigo otro capítulo espero que les guste espero no se encariñen mucho con Golden
En fin me alegro que lentamente mi fic se esté conociendo gracias a todos por el apoyo
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Estaba parado en la puerta de la oficina de Golden, no quería entrar pero igual tenía que ganar su confianza. No podía llegar y matarlo, tenía que empezar una amistad, no llegar a ser mejor amigo pero al menos que lo considerara como uno.
Alzó su mano y golpeó la puerta con suavidad, ya sólo esperó que la voz de Golden le indicará que entrase.
— ¿Se te ofrece algo? — Preguntó sin quitar la vista de los papeles ya que no le importaba lo que le dijera, al momento de ver a Foxy entrar decidió volver a su trabajo. Hubiese actuado diferente si fuera uno de sus amigos, le prestaría atención.
— No, sólo quiero hablar contigo.
— Entiendo — Seguía sin verlo, era obvio que lo estaba ignorando -Tranquilo, respira... de nada te sirve actuar ahora- Cerró los ojos a la par que respiraba varias veces para calmarse, de una manera discreta.
— Sé que empezamos con el pie izquierdo y lo lamento — En ese momento logró captar la atención del rubio por unos momentos para luego regresar a su trabajo, organizando el restaurante mientras que su padre llegaba — Quería empezar de nuevo.
— Sabes que las primeras impresiones no se olvidan.
— Sí, pero podría hacer que cambies de opinión, no sabía que eras de las personas superficiales — Esta vez Golden estaba atento a sus palabras, colocando sus codos en el escrito y su barbilla en sus manos, a manera de meditación.
— Yo me guío por la primera impresión que tengo.
— ¿Así como te guiaste con Freddy creyendo que sería fácil? — Vio como fruncía el ceño.
— ¿De qué hablas?
— Estás paredes tienen oídos — Dijo alzando las manos a la par que una pequeña sonrisa aparecía en su rostro — Pero por el miedo a ti o a perder su trabajo no dicen nada, y créeme que son varios, me sorprende como Freddy no se ha enterado.
— No sabes nada.
— O tú eres el que no lo sabe — Ambos se recargaron en sus respaldos a la par que cruzaban los brazos.
— Entiendo, me echas en cara lo que hago.
— ¿Entonces lo hiciste? — Pero que estúpido, yo sólo quería comprobar si era verdad.