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Las manos de Ethan recorrían suavemente mi espalda, suspiré presa de la paz que esos simples toques tenían sobre mí.

Nuestras respiraciones era lo único que se escuchaba en su habitación, es entonces en ese momento que la realidad me golpea y recuerdo dónde carajos estoy. Me muevo con la intención de levantarme pero la voz de Ethan me detiene.

— ¿ Hace cuánto?— lo observo exceptica sin saber a qué coño se refiere, su rostro luce abatido, como si estuviera teniendo una lucha interna sobre lo que está pensando.

— ¿ De qué estás...?— no logro completar la interrogante puesto que él me ha interrumpido abruptamente.

— Que has recaído...

Decir que un balde de agua fría me calló en lleno sobre el rostro era minimizarlo, insinuar que sus palabras me dislocaron era simplificarlo ; porque no existían situaciones que pudiera asemejar a lo que en ese preciso instante estaba sintiendo, vergüenza, indignación, enojo, todas mezcladas. Quizás muy en el fondo de mi subconsciente quise creer que él era tan estupido como para no darse cuenta, que el hecho de verme en ese motel, desencajada, hecha trizas no eran señales de mis problemas, de esos que durante años e intentado mantener ocultos porque me avergüenzan, pero lo peor— además de toda mi mierda era saber que él lo sabía.

— Yo no...

— Por favor no intentes negarlo—. Sí en algún momento llegué a pensar que no podría sentirme más miserable me equivoqué, las súplicas en sus palabras, la forma en que me observaba, esa mezcla entre decepción y aflicción, terminaron de joderme.

Enrolle la sábana en mi cuerpo y me levanté, quería, deseaba y pensaba huir de esa situacion, caminé con rumbo al baño pero él fue más hábil que yo y se interpuso en medio. No me atrevía a levantar el rostro, no era capaz de mirarlo a los ojos, sorbi mi nariz porque las lágrimas empezaban a picar y por un demonio que no quería llorar delante de él, ya era bastante deprimente.

— Fer, mírame— susurró anhelante, negué con la cabeza puesto que no tenía siquiera fuerza para responder, sus manos acunaron mi rostro y me obligó a levantarlo, en ese momento en que nuestras miradas chocan es que puedo ser consciente de la desesperación en sus ojos, es ahí en qué puedo ser plenamente responsable y aceptar de cuanto lo estoy lastimando y si era posible odiarme más, creo que lo logré.

No fui capaz de contener las lágrimas porque a pesar de querer mostrarme fuerte, verlo así, ahí, derrumbó mis murallas, detesté tanto pser la causa de su dolor, por tener que dejarlo verme en situaciones tan deprimentes.

— No llores— susurró limpiando mis lágrimas— me mata ver qué sufres.

Envolvió sus anchos y fuertes brazos sobre mí, proporcionándome un abrazo lleno de protección, de amor, lleno de toda esa fuerza y valentía de la cual yo era carente.

— No quiero que pienses que te juzgo— masculló minutos después, cuando mi respiración ya estaba relativamente normal y las lágrimas habían menguado—. Pero debes de saber que no me quedaré de brazos cruzados mientras veo como sufres, no lo pienso permitir.

— Lo... Siento— la garganta me ardía, mi voz salió más débil y trémula de lo que esperaba.

— Shhh— acarició suavemente mi cabello— no pasa nada, lo solucionaremos, juntos.

— Soy un maldito fracaso...

— ¡No!— habló de manera autoritaria— no permitiré que te denigres de ninguna forma, mi mamá conoce un excelente psicólogo le pediré...

Sin poder evitarlo la mención del psicólogo hace que me ponga alerta, no quiero que me cataloguen de loca, no quiero volver a escuchar esa maldita filosofía barata, no quiero tener que plantearme frente a un desconocido que se cree más inteligente que yo y tener que decirle todo, tener que desnudar mi alma frente a él, no quiero porque ya pasé por eso y sé que nada cambiará, yo puedo sola... Yo puedo...

YO: SOY LA GORDA ©Where stories live. Discover now