La azotea

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¡Hola! Siento haber tardado tanto, pero aquí tenéis el capítulo. Espero que os guste. A partir de ahora publicare una vez a la semana más o menos porque estoy de viaje y es cuando tendré tiempo. En agosto volveré a la normalidad 😊

Cepeda

El vuelo desde Madrid a Mallorca fue bastante corto. Lo peor fue que, al llegar con retraso tuve que correr hasta las llegadas para llegar antes que mi hermana. La que volaba desde otro país era ella, no yo. A falta de cinco minutos para que aterrizara su vuelo conseguí llegar.

En vista de que no salía nadie de la puerta andé un par de metros para toparme con una floristería y le compré unas flores a mi hermana. Poca gente hace esas cosas, a Graciela le parecen una tontería. Pero mi hermana y yo siempre nos habíamos dado flores para reconciliarnos después de las peleas cuando éramos más pequeños. Significaba mucho para nosotros.

Empecé a oír barullo proveniente de la puerta y fui corriendo. Entonces la vi salir. Era mayor que yo, unos años, pero nos parecíamos mucho. Teníamos la misma mirada y sonrisa, con la diferencia de que ella era más guapa porque no compartíamos ni nariz ni orejas, rasgos que poco me gustaban en mí y mucho en ella. Vino hacia mí y le di las flores. Sonrió ante el detalle y se lanzó a mis brazos.

- Te he echado mucho de menos- dijo con un suspiro de acento mexicano que me reconfortó al sentirlo como hogar.

- ¿El vuelo bien?- dije mientras nos separamos.

- Largo, ya sabes. ¿El tuyo?

- Corto y atrasado

- Lo normal en Madrid- dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

Cogimos nuestras maletas y salimos del aeropuerto con el coche que había alquilado. Conducir era mi segundo pasatiempo favorito. Después de la música. No tardó María en comprobar cómo funcionaba el bluetooth para conectarlo y empezar a escuchar música y, por supuesto, cantar.

Era algo que siempre nos había unido, desde pequeños. Aunque ella lo hacía mejor que yo. Eso sí, según mi hermana yo era el rey de las letras. Porque era la única que había visto mis composiciones, y seguramente así seguiría siendo.

En menos de cuarto de hora llegamos al apartamento de los amigos de María. Tenían una habitación de sobra y un sofá cama con los que podríamos conformarnos unos días. Después de pasar un rato en la terraza tocando la guitarra con mi hermana mientras sus amigos preparaban la comida y de comer mientras conversábamos de la vida de María en México, dejamos las cosas y nos fuimos de cervezas con ellos. Me cayeron muy bien. Ricardo, más bien Ricky, era de la isla. Se fue a México a trabajar y en cuanto pudo volvió a su isla que tanto amaba. Miriam, era una estudiante bastante simpática, aunque me costó cazarla al principio.

- ¿Tú eres gallego?

- Somos- corregí, señalando a María.

- Yo también soy de allí. Aunque habréis notado mi acento- dijo.- El tuyo no lo noté, por eso preguntaba.

- Llevo muchos años viviendo en Madrid, será por eso- contesté encogiéndome de hombros.

- Pues muy gallego aun así no pareces.

Muy seca nuestra primera conversación, pero con una cerveza y un par de anécdotas relacionadas con la música, de la que ella también era apasionada, terminó por relajar el ambiente, incluso atreviéndose a decir que había ganado dos nuevos amigos. Y eso que según todos (incluso yo) soy muy tímido.

María y yo fuimos a dar una vuelta, mientras ellos tenían que hace run par de recados para la casa. Volvimos a por un altavoz que nos habían dicho que tenían, un micro y mi guitarra, para hacer algo que había prometido a mi hermana. Si a los 28 tenía una relación seria (como era el caso) le había prometido que cantaría en la calle.

Y así lo hice. Montamos todo para una única canción, mientras mi hermana grababa el momento. Casi al final llegaron un grupo de chicos jóvenes que dejaron una moneda en mi funda. Y entonces la vi. Era una chica con flequillo. Pero no una desconocida. Era la chica con la que me había chocado en la graduación de la prima de Graciela. Me miraba y la miraba. De repente me olvidé de dónde estaba y de que estaba cantando. Era bastante guapa, y eso que no me había fijado mucho antes. Tenía unos ojos intensos y que me absorbían más de lo que quería. Cuando terminé de cantar me acordé de dónde estaba y fui hacia mi hermana, para que me enseñara el vídeo. Después de reírnos un rato de mis caras recogimos todo y volvimos a casa, para encontrarnos a Miriam y Ricky y volver a tomarnos unas cañas. Se venían unos días intensos.

Miré hacia el paseo marítimo. Había mucha gente y sin embargo, era un paseo amplio por el que la gente andaba sin problemas. Un sutil giro de la cabeza me hzo pararme en un pelo largo rosa. Me incorporé un poco para ver a quien yo esperaba encontrar.

- ¡Roi!- grité acercándome a la pareja.

- ¡Cepeda tío! ¿Tú por aquí? ¿Qué tal todo?.

- Bien bien, estoy con mi hermana- dije señalando hacia la mesa.- Ha venido hace unos días...

- ¡Miriam, leona!- exclamó Roi corriendo hacia la mesa.

- Hola Roi, pero cuánto tiempo.

Roi era un amigo de toda la vida. Era de Santiago de COmpostela pero tenía una tía qu vivía en Orense, así que habíamos coincidido mucho. Nos encontramos de casualidad en un concierto de Pablo Alborán en nuestra tierra y desde entonces nos volvimos casi inseparables. Llevaba mucho sin hablar con él. Estaba de viaje, con su novia, y yo intentaba volver a la normalidad en mi trabajo después de unos días libres. Encontrarle junto a Cris, su novia, había sido una gran sorpresa.

Se unieron a nuestra mesa y Roi nos explicó cómo conocía a Miriam. Ambos eran de Santiago, y Miriam trabajó en la cafetería de debajo de la oficina de Roi. Siempre iban allí los colegas a tomar algo (yo alguna vez de visita me había unido) y entonces comenzaron a hablar y descubrieron que compartían amigos, así que empezaron a quedar muchas veces cuando salían por la ciudad.

- Bueno María, hacía mucho que no venías a España.- comentó Cris.

- Sí, no puedo abusar de mi jefe,, si por él fuera vendría casi todos los meses aquí- bromeó.

- ¿Tenéis plan esta noche?- comentó Roi.- Porque conozco una azotea brutal donde se hacen las mejores fiestas de Mallorca.

Todos asentimos satisfechos hacia el plan y después de cenar en un bar de tapas cercano fuimos hacia la azotea.

El sitio era una pasada, a decir verdad. Tenía unas vistas increíbles del mar. Aun así, era incómodo porque estábamos rodeados de chicos mucho más jóvenes que nosotros que llevaban ya un par de copas evidentes por sus voces elevadas y movimientos.

Pedimos en la barra. Yo, por supuesto, un roncola. Después, buscamos el lugar con las mejores vistas y comenzamos a bromear y hablar como si llevásemos toda la vida quedando juntos. Incluso bailamos algunas canciones, y es que el alcohol me hizo olvidarme de la vergüenza que me daba no tener ni idea de cómo bailar.

Fui al baño un momento, para intentar despejarme. Llevaba un par de copas de más y empezaba a no tener recuerdos claros y a hacer acciones poco habituales de mí.

No recuerdo muy bien qué me encontré en el baño. Soy consciente de que estaba hecho una furia y acabé con sangre en el puño. Seguro que había pegado a alguien. Tampoco recuerod cómo volví con mis amigos y mi hermana, o si volví con ellos. Sólo unos ojos en calma después de estar llenos de miedo llegaban a mi cabeza cada vez que intentaba recordar lo que había pasado. 

Con tu mano me vuelvo a levantarWhere stories live. Discover now