Yo nunca

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¡Empieza el MARATÓN (1/2)! Pregunté en twitter (para quien no me siga: Agasteda_) y habéis preferido eso  antes que dos capítulos esta semana así que todo vuestro. Dadme media hora y estará el siguiente, que veo comprensible que necesitéis otro pronto, jeje. Mil gracias por vuestra paciencia, sé que es difícil seguir mi historia ahora que solo escribo una vez a la semana, y ahí seguís siempre. Como siempre, os leo!

Aitana

Mi mente se puso en alerta ante el juego. Sabía la clase de preguntas que nos íbamos a hacer unos a otros, para "hacer favores" o descubrir información oculta. Y yo era de las que más la poseía.

- Empiezo yo- cortó Luis, haciéndonos un favor a ambos, y sin embargo, no me tranquilizaba del todo.- Va venga, yo nunca he hablado en gallego.

Roi y Miriam maldijeron a su amigo mientras que él también bebía entre risas.

- Te vas a cagar, Cepeda- dijo Miriam.

- Pero me toca a mí- se quejó Roi.- Venga. Yo nunca he besado a nadie de este cuarto.

Empezaba el juego. Alfred y Amaia bebieron los primeros, entre las risas de Amaia y la rojez que la cara de Alfred había adquirido, a pesar de que lo suyo estaba más que sabido. Estaban ya discutiendo qué dirían para la siguiente ronda cuando Luis cogió la botella. Dio un buen trago y volvió a dejarla en el suelo. Todos se quedaron en silencio. Suspiré, cogí la botella y di un trago corto para volver a dejarla en el suelo. Mientras los demás intentaban no reírse empecé a hacerme una coleta para evitar mirar a nadie.

- Aquí hay una conexión al margen de la que no me estoy enterando- dijo Miriam, encogiéndose de hombros.

El resto comenzó a reírse y aproveché para mirar a Luis. Él cogió el móvil y me miró mientras escribía. Capté la indirecta y saqué el móvil discretamente del bolsillo. No lo miré por el momento, porque sabía que Ana nos estaba vigilando.

- Venga, yo nunca he tenido relaciones en un baño público.

- ¡AMAIA!

No sé por qué me reí más, si por la ocurrencia de mi amiga o por ver cómo bebían Ana, Roi y Miriam.

- Venga ya, Cepeda, no me lo creo- dijo Miriam, tras recibir una negación de su parte cuando ella le ofreció la botella.

- Si soy un caballero, ya lo sabes- respondió, en broma.

Ante esto, recibió un buen golpe de parte de Roi, ofendido por el comentario de su amigo. Seguimos jugando y empezó la venganza por parte de los mayores contra Amaia y contra mí. Miré entonces el teléfono, para por supuesto, encontrarme con un mensaje de Luis. "Me da que nos han pillado" "Únicamente Miriam, el resto lo sabe más que de sobra" me limité a contestar. "¿Vienes después a casa?" Bam. Directo. Tal y como me habían dicho Ana y Amaia. Le miré interrogante por encima del teléfono y se limitó a encogerse de hombros. "No quiero dejar sola a Amaia" respondí, cerrando el móvil. Me miró suplicante unos segundos más pero intenté ignorar su cara lo máximo posible.

Claro que me apetecía ir, pero no quería ver las caras de nuestros amigos cuando nos vieran irnos juntos, porque entonces me esperaba un domingo lleno de preguntas por parte de las chicas y bastante nerviosa estaba de empezar el lunes la universidad. Que, con tanto movimiento durante este fin de semana casi que se me había olvidado.

Llegó un momento que me limité únicamente a observar, porque sabía lo que podría pasar si seguía bebiendo de esa manera. Sobre las dos de la mañana decidimos acabar con el juego. Alfred y Amaia se fueron, porque la casa de Alfred se había quedado vacía esa noche. Sus compañeros de piso se habían ido de fiesta, así que tendrían la casa para ellos solos. Amaia se disculpó conmigo mil veces por dejarme sola y le aseguré de que no pasaba nada. Podía ver a Luis sonriendo desde el sofá, porque también menuda suerte la mía. Me acerqué a mi excusa mientras huía con Alfred.

- ¿Nos vemos mañana?- le pregunté, antes de que saliera por la puerta.

- Claro, a la hora de comer estoy en casa- aseguró Amaia, mientras el brazo de Alfred le rodeaba los hombros por detrás.

Volví al sofá. Me senté al lado de Luis, porque era el único sitio libre e intenté con todas mis fuerzas no sonreís. Pero la mirada que estaba poniendo de "ya no te quedan excusas" era demasiado graciosa para mi fuerza de voluntad.

- Aitana, te puedes quedar a dormir si quieres- dijo Miriam.- Hacemos noche de chicas- continuó señalando a Ana, que iba hacia el baño.

- No te preocupes, Miriam, me voy a casa. Tengo que hacer bastantes cosas por la mañana para la universidad.- Me excusé.

- Te acompaño ¿vale?- dijo Luis sin mirarme, pendiente del instagram en su móvil.

- Cepeda, pero acompáñame a mí- dijo Roi, haciendo un mohín.

- No seas bobo- dijo Miriam, dando una buena colleja al gallego sentado a su lado.- Si vives a cinco minutos.

Luis le guiñó un ojo, no tengo muy claro a quién de los dos, pero después de eso nos levantamos, nos despedimos de los demás y salimos por la puerta. Bajamos las escaleras en completo silencio, y no fue hasta que pisamos la calle que abrió la boca.

- ¿Qué vas a hacer entonces?

- ¿No me ibas a acompañar a casa?- dije, con una sonrisa pícara.

- Bueno, mi casa también está libre. Y no es buena idea que conduzca ahora después de lo que hemos bebido- argumentó.

- No sé qué me quieres decir- respondí, haciéndome de rogar.

- No seas cruel- advirtió.

- Vale, quieres que vaya a tu casa ¿no? Pues no sé a qué estamos esperando.

Se le encendió la mirada y me agarró de la mano mientras andaba hacia su casa. En realidad me había hecho de rogar, porque en otra situación habría tomado yo la iniciativa directa a su casa. Pero me daba mucha vergüenza delante de tanta gente que en realidad era nueva en mi vida, estar tan normal con Luis, cuando hace dos días estaba con Vicente.

- ¿Te pasa algo?

- ¿Qué?- dije extrañada- Ah, no. Estoy bien.

- Si prefieres que te acerque a casa dímelo, de verdad. No quiero que te sientas incómoda- dijo con la mano en la nuca y sin apenas mirarme.

- ¿Por qué dices eso?

- No sé, me da miedo que lo hagas porque te sientes obligada.

Agarré su mano y le frené para ponerme frente a él, esperando que me mirara. Él levantó la mirada y me sonrió, apretando con fuerza mi mano.

- Si me sintiera obligada ya te habría dicho que no, no necesito que me cuides con eso, porque me conozco y sé lo que quiero.

Él asintió y seguimos caminando, con menos tensión que al principio. Le conté mis miedos con la universidad y las ganas que tenía de empezar. Quería conocer a nueva gente, para poder sentirme todavía más adaptada en Madrid. Una cosa era mi tiempo libre y otra cosa eran mis estudios, en los que también necesitaría gente que estuviera a mi lado.

- De eso no te preocupes, saldrás con muchas personas de la universidad- me aseguró Luis.

- ¿Mantienes amistades de la universidad?- pregunté.

- Alguna que otra, pero igual que de mi infancia- explicó.- Nunca mantienes a todo el mundo, pero siempre quedan personas que a lo mejor pensabas que desaparecerían. No te preocupes por ello, con el tiempo lo verás normal.

Asentí y, para cuando me quise dar cuenta, habíamos llegado a la puerta de su casa. Abrió y subimos los tres pisos de camino a la habitación que tenía por hogar.

Dejó las llaves sobre la mesa del escritorio y yo fui directa a la ventana para ver las escasas vistas que tenía de la calle y un pequeño parque delante de su casa.

- Hay poco que ver- dijo Luis, abrazándome por la espalda.

- Pero algo es algo- dije, girando levemente.

Su cara estaba más cerca de mi cuello de lo que yo pensaba, así que ese giro significó tener nuestras caras prácticamente pegadas. Miré instintivamente sus labios, y él miraba los míos. Los segundos antes de que nada ocurriera me parecieron más que eternos. Acorté la distancia entre nuestras caras, sin importarme las consecuencias. 

Con tu mano me vuelvo a levantarOù les histoires vivent. Découvrez maintenant