Música

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¡Hola a todxs! ¡Aquí tenéis el capítulo de esta semana! Os pido perdón porque es un poco más corto que el de otros días porque me ha faltado un poco de inspiración y porque tenía muy claro el punto en el que quería que acabara el capítulo. No obstante gracias y espero que os guste. Os leo!

Cepeda

Llegué al 1016 a eso de las ocho, un poco antes de que Alfred y Amaia empezaran a cantar. Miriam, Roi, Ana y Aitana estaban sentados en una de las de la primera fila, y había un sitio libre al lado de Aitana. Me hice paso entre la gente y me senté a la vez que acariciaba suavemente el hombro de Aitana. Se dio la vuelta y me sonrió, me dio la mano y volvió a mirar hacia el pequeño escenario del 1016. Del fondo salió Alfred y la gente comenzó a aplaudir.

Conociéndole podría estar seguro que empezaría por una de sus composiciones, y no me equivoqué. Los primeros acordes de una versión en acústico de "Que nos sigan las luces" comenzó a sonar. Como la gran mayoría de los sábados que llevaba trabajando y yendo allí, la gente se unía a su voz en el estribillo. Aitana estaba alucinando.

Después de unas cuantas canciones más, covers, de canciones que le quedaban como anillo al dedo, comenzó a cantar miedo. Ese era uno de mis momentos favoritos de sus actuaciones. A mitad de la canción salió Amaia y se unió a su voz, siendo después permitida a cantar sola con Alfred acompañándole únicamente con la guitarra.

Me giŕe para observar a Amaia con los ojos acuosos, alucinando con el espectáculo que ambos estaban dando. Cantaron un par de canciones más juntos, demostrando lo bien que sus voces se complementaban. Alfred abandonó el escenario para dejar a Amaia sola en el escenario, enfrentándose a canciones muy diferentes entre sí. Ella no tenía composiciones propias, por el momento, porque cuando las tuviera entonces sí que me inclinaría a sus pies. No me hizo caso, y no probó Shake it out. Una canción que le había oído muchos lunes cantar a grito pelado, cuando teníamos el bar cerrado y aprovechamos el grupo de amigos para hacer karaokes.

- Bueno, ahora quiero que suba un amigo y compositor que me va a matar por hacer esto, y lo siento mucho pero él sabe que le quiero. Cuando compuso la canción que le voy a pedir que cante me pidió consejo, e hizo magia. Según él, yo le he ayudado a que su canción quede mágica del todo, pero al final el artista es uno. Así que Cepeda, sube a cantar.

Mi primera reacción fue esconderme en mi sitio, encogiendo mis hombros, pero Miriam, sentada a mi otro lado, me pegó un fuerte golpe en el hombro que me obligó a levantarme. Fui hacia el pequeño escenario, cogiendo una de las guitarras que había y me senté al lado de Amaia.

- Te voy a matar- murmuré divertido mientras apretaba su mano. Ella se limitó a sonreír aún más fuerte.

Empecé a tocar los primeros acordes y su cara cambió por completo. En ese primer momento sólo podía observar a Amaia. Era la experiencia de una vida encerrada en un cuerpo de adolescente con corazón de niña. Cuando se metía en el escenario le cambiaba por completo la cara, a la seriedad y profesionalidad, pero sin embargo, siempre parecía que era un juego para ella todo lo que tenía que ver con cantar.

Miré hacia al frente, antes de casi apenas murmurar las primeras palabras de la canción.

- Es un reloj.

Y el resto fue rodado. Fijé mi mirada en Aitana, que conocía la canción. La canté ya el otro día, aunque sin la compañía de Amaia, que la hacía todavía más mágica. Una de las primeras veces que la canté con Alfred, llamó corriendo a Amaia, que hizo una voz con la que me acompañaba. Pudimos ensayar mil veces, con mil preguntas de a quién iba dedicada que yo no contestaba, pero que sabía que Amaia ya tenía claro. Por el día en el que me había dicho de cantarla, y por la persona a la que yo estaba observando, que justo había querido ir ese día a vernos.

Terminamos a la vez, y un silencio después el bar entero comenzó a aplaudir. Señalé a la artista, que hizo lo mismo y bajé para dejarla terminar de cantar las canciones de ese día.

Me senté de nuevo en el sitio para recibir una caricia en la espalda por parte de Miriam, una mirada de Roi y por supuesto la tímida mirada de Aitana a mi lado.

- Ha sido increíble- murmuró.

- No será para tanto.

- Sí que lo es, Luis. De verdad me ha encantado.

Sonreí y la abracé para depositar unos besos sobre su cabeza mientras ella se refugiaba en mi hombro. Amaia terminó la última canción y fue entonces cuando Aitana se separó de mi brazo por primera vez para aplaudir a sus amigos. Salimos todos del bar diez minutos después, dejando a Agoney al cargo, y salimos Roi, Ana, Amaia, Alfred, Aitana, Miriam y yo, y comenzamos a andar por las calles del barrio de Malasaña.

- ¿Qué os parece si vamos a mi casa y continuamos allí la fiesta?- propuso Miriam.

Aunque hubiera querido negarme habría sido imposible, porque los saltitos de felicidad de Roi nos hicieron ceder para que nuestro amigo estuviera feliz. Le encantaba la casa de Miriam, pero no por nuestra amiga, sino por el precioso disco de vinilo que tenía en la pared firmado por Bruno Mars, al que Roi se quedaba pegado siempre en todas las fiestas y al que habría hecho ya unas mil fotos.

- ¿De qué conocéis a Miriam?- me murmuró Aitana.

- Es muy amiga de Roi y mía. Nos conocemos de la universidad, Roi sobretodo. Yo coincidí con ella por ser amiga de Roi y al final nos unían más cosas de las que parecían.

Aitana asintió ante mi respuesta y se enganchó a mi brazo. El gesto no me pasó desapercibido, y moví ligeramente el brazo para intentar que nuestras manos cruzaran caminos. Ella vio mis intenciones y me lanzó una mirada alarmante. Yo rápidamente aparté la mano, odiándome por haberla hecho sentir incómoda. Sin embargo, ella agarró mi mano y lanzó una sonrisa al aire. Yo hice lo mismo. Volvimos a coger ritmo y nos acoplamos con los demás.

Una manzana después llegamos al edificio de Miriam. Vivía en el ático, sin ascensor, o no lo suficientemente grande para dar cabida a todos. Así que entre susurros y risas subimos los seis pisos andando.

- Para la próxima me quedo yo el ascensor para mi sola- comentó Miriam mientras cerraba la puerta, una vez que entramos todos en su casa.

- Bua Miriam, pues yo me voy contigo- comentó Amaia, provocando la risa desenfrenada y loca de Aitana.

Miriam comenzó a reír, más por la risa de Aitana que por otra cosa, y entraron en un bucle del que no salieron hasta dos minutos después. Nos sentamos en el suelo y Miriam sacó botellas, vasos y patatas fritas. Empezamos a hablar mientras nos servíamos, pero Roi, sentado debajo del vinilo, empezó a aplaudir, haciéndonos girar a todos y escucharle.

- Hoy es noche de yo nunca- dijo pícaramente.

Ahora empezaba la fiesta. 

Con tu mano me vuelvo a levantarWhere stories live. Discover now