Madrid

2.5K 97 13
                                    

No me matéis. Estoy haciendo lo que puedo para escribir, pero me estoy preparando un examen de idiomas importante y me está costando compaginar ambas cosas. Cepeda va a desaparecer un poco estos capítulos, pero volverá. Gracias y os leo!

Aitana

6 de la mañana. Con un café en mano terminamos de meter cosas en el coche de mi padre. Mi madre cargaba con una caja de cartón con marcos de fotos y decoración que había quitado de mi habitación, mientras que mi padre terminaba de guardar el teclado.

- Mamá, deja la caja en el asiento de atrás, que yo creo que no entra en el maletero.

- Sí, yo creo que mejor- dijo, abriendo la puerta del asiento de atrás.

Entramos todos en el coche y miré a mi casa. Suspiré nostálgica. Me iba de Sant Climent, a Madrid. El 20 de agosto había llegado demasiado pronto, demasiadas cosas habían pasado en el pueblo para 20 días que había estado en él.

Días después de quedar con Adrián, volví a ver a mis compañeros del bachillerato. Me despedí definitivamente de ellos, hasta que pudiera volver a Barcelona. Todos iban a estudiar en la universidad allí y me dijeron mil veces que me echarían de menos y que tendrían que ir a Madrid a visitarme. No era mal plan, me veía mejor desenvolviéndome por la ciudad acompañada de gente conocida.

Ese era el plan. Dejaríamos las cosas en el piso y pasaríamos unos días en un hotel mis padres y yo para que me fuera familiarizando con la ciudad. Amaia, mi compañera de piso, estaba en Pamplona y volvería para finales de agosto, así que no la dejaría sola tampoco. Tenía ganas de conocerla, habíamos hablado alguna vez por facetime y era una chica muy simpática y espontánea. Ya me había llevado una bronca de mis padres por reírme fuerte a las tres de la mañana por un comentario de Amaia. Tantos meses, o incluso años, de convivencia serían entretenidos.

Había pasado algunos días con las xulas, dando vueltas por el pueblo y yendo a Barcelona de compras. A ellas las iba a echar demasiado de menos, estaban igual de locas que yo y no me veía yéndome de fiesta con gente que no fueran ellas. Me convencieron para comprarme mucha ropa, y no hacían más que decirme lo orgullosas que estaban de mí y las ganas que tenían de que las invitaran a la capital.

Marta, mi mejor amiga, compartía la alegría de todas, pero cuando vino a despedirse esa mañana al salir de Sant Climent no faltaron las lágrimas por parte de ambas.

- ¿Y ahora a quién le cuento mis dramas?- dijo ella, con las lágrimas a punto de salir.

- A mí, boba. Por favor.- dije, pasando mi mano por su mejilla eliminando una lágrima que caía.- Nos llamamos a diario, vendré a verte y tienes que venir a verme. No hay nadie más indicado que tú para pisar el felpudo.

Y es que ese había sido el regalo de despedida de mi amiga. Amaia se alegró mucho de la noticia, el que había en la casa como había comprobado estaba muy viejo y así yo podría estrenar algo en la casa.

Adrián y Sandra también vinieron a despedirse. Prometieron venir antes de octubre, antes de que empezaran la universidad y esperando que yo ya estuviera instalada. De Vicente no hubo rastro esa mañana. Había tenido que irse, no porque estuviéramos mla. Por lo contrario, estábamos demasiado bien.

Días después de mi conversación con Adrián por fin conseguimos quedar. Me pidió perdón por todo lo que había pasado, porque no estaba acostumbrado a la distancia. Le conté todo lo de Madrid y él se alegró por mí. No era la reacción que esperaba, porque si tan mal llevaba la distancia eso iba a ser difícil. No tenía nada que objetar, se estaba portando muy bien conmigo.

- Iré a verte en cuanto pueda- prometió.

- No te preocupes- dije sonriendo.- Ya vendrás. Estaré allí mucho tiempo.

- Te voy a echar de menos.

Esa noche nos besamos. Se fue antes de que la cosa fuera a más, pero me sentía demasiado culpable. Y no debería, aquello en teoría era lo correcto. Pero estaba viendo cómo las cosas se estaban complicando cada vez más, al ocultarselo a Vicente y al hacerle eso a Luis. 

Pero ¿qué podía hacer? No tenía ni idea de qué era lo mejor.

Desde entonces habíamos hablado poco. No había venido esa mañana a despedirse, algo que hacía unos meses habría hecho, pero a lo que tampoco le daba mucha importancia.

Llegamos a la calle Gaztambide donde se encontraba el piso. Estaba bastante cerca de Moncloa, lo que me podría dar un paseo un poco largo para llegar a la facultad por las mañanas. Las llaves se las había dejado Amaia al portero, que me saludó amablemente cuando entré cargada con una maleta y una caja seguida de mis padres.

El piso era pequeño, con dos habitaciones y un baño, concepto abierto de cocina, comedor y salón, muy luminoso y bien decorado. Mi habitación tenía unas vistas preciosas y aunque era pequeña me gustaba. Llamé a Amaia para contarle que ya estaba allí.

- ¡Hola Amaia!

- Bua hola Aitana- saludó desde el Facetime que estábamos haciendo.- qué raro se me hace verte allí y yo aquí.

- ¿Volvías para septiembre no?

- El lunes estaré ya allí, así que en cinco días nos veremos por fin.

- ¡Eso es genial Amaia!

- Bua y no entréis en mi habitación por favor, que soy un desastre de verdad.

Me dio un ataque de risa tremendo recordando cuando Amaia hizo el tour por la casa para enseñarmela y vi su armario. Había más cosas puestas en el suelo y encima de los zapatos que colgadas. 

- No te preocupes Amaia. Voy a acabar de colocar las cosas.

Nos despedimos y fui al salón donde mis padres estaban admirando las fotos que tenía Amaia. Muchas de ellas eran con sus padres, se parecían mucho sobre todo en la sonrisa y eran fotos entrañables. También había alguna con sus hermanos, a los que me había contado que admiraba. No faltaban fotos con las amigas de Pamplona, del conservatorio y alguna con su novio, Alfred, y más gente que no supe identificar porque no me había hablado de ellos

- Podrías decirle de colgar tus dibujos- propuso mi padre.

- Qué dices papá, qué vergüenza. Ya veré que hago- dije sonrojandome. 

Nadie que no hubieran sido mis padres, mis mejores amigas, Vicente y mis profesores habían visto mis dibujos. Sí que muchas veces había subido alguna cover a Youtube o INstagram, peor mis dibujos eran algo muy mío que no estaba acostumbrada a enseñar. No me iba a quedar otra en la universidad, pero tenía miedo de no ser buena en ello.

Terminamos de dejar las cosas en la habitación: El piano, las fotos, las maletas, y alguna cosa más que habíamos traído para la casa. Cambiamos el felpudo, como le había prometido hacer a Marta y Amaia y salimos hacia el hotel donde nos íbamos a alojar tres días, ante la negativa de Amaia que quería que nos quedáramos en casa. Yo me quedaría dos días antes de que llegara, par adaptarme, pero prefería pasar unos días con mis padres como si fuesen vacaciones. 

Llegamos al hotel y dejamos las cosas para salir a dar una vuelta por el centro de Madrid. Estaba acostumbrada a ir a Madrid de vez en cuando, era una ciudad que le gustaba bastante a mis padres.

- Ahora vendremos más a Madrid- bromeó mi madre.

- Si vais a estar cerca de mí siempre os mudáis aquí y nos ahorramos el tener dos casa- dije entre risas.

A mis padres les iba a costar más incluso que a mí dejarme aquí, intentaba animarles, diciéndoles que aprovecharía para ir a verles siempre que fuera posible, y que en verano iría a Barcelona de nuevo, como había hecho siempre.

Lo que no tenía planeado era que tantas cosas fueran a cambiar en mi vida como durante ese año que iba a pasar en Madrid harían.

Twitter: @ Agasteda_

Con tu mano me vuelvo a levantarOnde histórias criam vida. Descubra agora