Ana

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Holi! En vista de los acontecimientos, subo capítulo hoy (ya lo tenía preparado) y quedará poco para el final de la historia. Han sido mi inspiración y no me arrepiento de ello, pero no me siento cómoda mientras sigo escribiendo. Espero que, de momento, os guste el capítulo. Y muchas gracias por todo. Os leo

Aitana

El ruido de las gotas sonando contra la ventana de la habitación me despertaron, pero no me moví ni un milímetro. Notaba mi cuerpo envuelto en los brazos de Luis, su respiración pausada contra mi flequillo y toda la calma del mundo envolviendonos. Disfruté del tacto de sus manos, en mi espalda, con la camiseta levantada por el movimiento durante la noche. Sus labios en mi frente, con el flequillo levantado. La tentación de volver a colocarlo en su sitio me estaba comiendo por dentro, pero no quería que notara mi movimiento. Porque, en cuanto lo sintiera se levantaría, intentando evitar mi incomodidad, y no sería capaz de explicarle que, en realidad, era así como me sentía segura. El estúpido Luis y su manía de procurar siempre lo mejor para los demás.

Su respiración comenzaba a aumentar, despertándose, así que volví a cerrar los ojos. Noté cómo los abría, proque tenía la manía de alejarse un poco para ajustarse a lo que estaba observando. Tercera noche que dormía con él y casi todos los movimientos se habían repetido de la misma manera.

Su mano que me rodeaba por arriba dejó de hacerlo y me comenzó a acariciar lentamente la mejilla. Me revolví pausadamente y comenzó a besar mi frente. Era tal la sensación de hogar en sus brazos que había olvidado todo lo que había pasado la noche anterior.

- Buenos días- susurró contra mi frente.

Yo no respondí, y él siguió en el mismo lugar, acariciándome. Comenzó a descender el camino de besos hacia mi mejilla y, cuando ya casi estaba en la comisura de los labios abrí los ojos de golpe.

- Sabía que no estabas dormida.- dijo riéndose.

- Eso es injusto- me quejé.

Comenzó a reírse e intentó liberarse del abrazo, pero sin embargo, le abracé con las piernas evitando que se moviera.

- Ahora entiendo por qué no querías despertarte.

- Cállate.

Se abrazó con más fuerte a mi cuerpo y me escondí en su pecho. Cinco minutos más duramos así, pero decidió que era momento de levantarse, así que me agarré a su espalda mientras iba a la cocina, si podía llamarse, a preparar el desayuno.

- ¿No piensas soltarme?- se quejó.

- Eres muy pesado.

- Tú más, monito.

Finalmente cedí y me bajé de sus hombros para dirigirme al baño. Me peiné una coleta alta y me coloqué el flequillo con la plancha que había encontrado en el armario de al lado.

- ¿Se puede saber qué haces?

- Eso me pregunto yo. ¿Cómo puedes destrozarte los rizos con una plancha de pelo?

- Pues por lo mismo por lo que tú te destrozas el flequillo.

- ¡No es lo mismo, Luis!

- Venga, que ya está el desayuno.

Terminé de arreglarme el flequillo y fui hacia la cocina donde me esperaba una tostada con mantequilla y un café.

- Cómo me conoces- dije burlona, llevándome un mordisco de tostada a la boca.

No pudo evitar reírse mientras se le achinaban los ojos. Terminamos de desayunar de pie, en la cocina. Era el sitio que había. A eso de las once me estaba despidiendo en su puerta, con un paraguas suyo en la mano y una sudadera por encima de la camiseta. Así era Madrid, que de un día a otro el tiempo podía cambiar drásticamente.

Con tu mano me vuelvo a levantarWhere stories live. Discover now