Capítulo 5

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Comenzó a escucharse una sonido amargo, era hora de despertarse, la alarma estaba avisándoles de que se había terminado el tiempo de descanso. Eran, apenas, las 8:30 de la mañana pero, tenían que coger un vuelo hacia Barcelona dentro de cinco horas y, aún les quedaba desayunar, recoger, y atender a algunos medios que habían averiguado el paradero de los artistas y debían concederles una pequeña entrevista.

Seguían en la misma posición en la que se durmieron, cara a cara, separados por los bordes de ambas camas juntas. Alfred fue el primero que abrió los ojos, se giró y apagó el sonido que estaba saliendo de su teléfono. Volvió a girarse para retomar la posición que tenía previamente y ahí se quedó, mirando fijamente a la joven mientras dormía. Era extraño porque, no era la primera vez que la veía dormir, sin embargo, era la primera vez que la observaba mientras lo hacía, medía milímetro a milímetro cada rasgo de su cara y le trasmitía mucha calma el hacerlo.

De hecho, no quería que terminase ese momento, y, sabía que por parte de la pamplonica, eso podía durar horas y horas, ya que, no suele despertarse a la primera, ni mucho menos.

Él continuaba ahí, observándola, hasta que decidió que ya llevaban bastante tiempo de retraso y movió su brazo izquierdo. Rozó delicadamente la cara de la joven con el reverso de los dedos de su mano, por su parte, esta, ni se inmutó. Durmió plácidamente hasta que el catalán comenzó a susurrar su nombre.

Amaia gruñó en señal de desaprobación ya que, no quería despertarse. Alfred continuó repitiéndole con más fuerza el nombre hasta que la muchacha abrió un ojo. Y allí la vio, juraría que tenía, enfrente de ella, la sonrisa más bonita que había visto nunca.

- Buenos días - susurró un Alfred feliz y tranquilo, con esa sonrisa que continuaba embobada mirando Amaia.

- Buenos días - respondió la joven esbozando otra sonrisa tan sincera como la de su compañero.

Ambos se desperezaron, se levantaron y prepararon todas las cosas que, posteriormente, se llevarían a Barcelona, donde les esperaba una fiesta, a la cual, asistirían sus familiares y amigos más queridos, contando además, con la gente que les ha rodeado en toda esta aventura.

Las sonrisas y las miradas sinceras no faltaron en todo este proceso, incluido cuando estaban en el ascensor bajando a desayunar. Apenas hablaron, pero no les hacían falta las palabras, podían expresar con los ojos todo lo que se querían decir.

- ¿Un poco de zumo de piña, Amaia? - preguntó Tinet con la jarra en la mano apuntando al vaso de la joven

- No le gusta la piña - aseguró Alfred mientras hacía una mueca

Amaia le sonrió a Tinet en muestra de agradecimiento por la pregunta, pero, tenía razón el joven, a ella no le gustaba la piña.

'Que Alfred sepa lo que me gusta y lo que no es un poco, no sé, extraño, la verdad' confesaba interiormente la navarra mientras se comía la tostada 'pero, me gusta eso' terminó afirmando.

A su vez, el catalán continuaba mirando un punto fijo mientras terminaba de desayunar.

Subieron en compañía de Tinet a las habitaciones para coger sus pertenencias, bajar para hablar con la prensa e irse al aeropuerto.

- Bueno chicos - espetó el productor, dentro del ascensor, rompiendo el silencio - ¿ya habéis pensado una manera de informar sobre vuestra ruptura? - preguntó el hombre mirando a los chicos.

Ambos se miraron en busca de alguna respuesta, pero, cometieron el error de verse a los ojos, y, ahí no encontraban nada, de hecho, se perdían cada vez que se miraban.

Amaia bajó la vista, no sabía qué contestar. En cambió, su compañero miró a Tinet para responderle lo que, en el fondo, ambos querían escuchar.

- Aún no lo hemos pensado, pero, por mi parte, creo que sería mejor para los dos no informarlo de sopetón a la prensa, y menos dos días después de haber terminado el certamen - dijo buscando la mirada de Amaia que había levantado la cabeza cuando Alfred comenzó a hablar - creerían que era todo una farsa y, con toda la razón.

La pamplonica le sonrió y asentió su cabeza en señal de aprobación y, eso quería decir una cosa, que finalizado el contrato, no estaba aún finalizada su "relación". Ambos estaban muy conformes ya que, desde hacía apenas unas horas, sentían que había algo que no querían terminar.

Partieron rumbo al aeropuerto tras hablar con la prensa, la conversación se resumió en "continuamos enamorados", "no nos afecta la posición porque estamos satisfechos con el trabajo que hicimos" y "ya informaremos sobre los próximos proyectos de cada uno".

Bajaron del taxi, cogieron sus maletas y caminaron hacia el edificio. Alfred, que iba por detrás, se posicionó a la altura de Amaia y unió su mano izquierda con la derecha de la joven que, le pilló de sorpresa. Bajó la mirada, vio sus manos unidas, levantó la cabeza y conectó su mirada con la del catalán ruborizándose ambos pero, sin apartar la mirada, con una amplia sonrisa.

En el avión, volvieron a tener los sitios colindantes pero, esta vez, sin pasillo que los separase. Alfred se dispuso a ver una película, Vaiana, ¡cómo no!. Con la mano le señaló el auricular izquierdo a Amaia, dándole a entender si quería verla con él, ella asintió y se lo puso en su oreja. A los 10 minutos de película, la joven dejó reposar la cabeza en el hombro del catalán e inició una corta siesta que sólo fue interrumpida por el mismo Alfred cuando habían llegado a Barcelona.

Se despidieron, separando sus manos, que habían vuelto a unir, ya que, cada uno iba a un sitio distinto. Alfred iba a su casa mientras que Amaia iba a casa de Aitana, por esa noche, para la fiesta.

- Hasta luego - dijo el joven dándole un beso en la mejilla.

- Adiós - se despidió Amaia pensando unos segundos si devolverle el beso o no.

Finalmente se lo devolvió, en la otra mejilla, o esa era la intención ya que, cuando fue a darle un beso, habían pasado unos cortos segundos que dieron entender a Alfred que no se lo iba a devolver, y este giró la cabeza en señal de irse. De esa manera, el beso no fue exactamente en la mejilla sino que, Amaia llegó a rozar la comisura de los labios de Alfred. Los ojos de ambos expresaron la sorpresa compartida que se veía reflejada en sus caras, al haberse vuelto a ruborizar.

Tras ese accidente, lo que había florecido en su interior, horas atrás, comenzaba a crecer, y ninguno de los dos era consciente de lo que había crecido. Pero cuando se volvieran a ver se darían cuenta, y de eso, quedaba apenas unas horas.

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¡Buenas!

Quién me iba a decir a mí que, en cuestión de apenas 4 capítulos, llegaría a 1500 lecturas.

Espero que os esté gustando ¿Qué creéis que pasará en la fiesta?

Muchísimas gracias por todo el apoyo, sois geniales.

¿Truco o trato? | ALMAIAWhere stories live. Discover now