Capítulo 12

1.6K 96 4
                                    

Llegó el 29 de Mayo, hacía casi dos semanas que Alfred y Amaia no se veían, el 30 tenían concierto en Tenerife y estaban deseando volver a encontrarse.

Nerea, Raoul y Alfred cogieron el vuelo desde Barcelona mientras que Cepeda, Aitana, Ricky, Ana y Amaia lo tomaron desde Madrid.

Primero aterrizó el que procedía de la capital, los cinco subieron a una furgoneta negra que les dejó a las puertas del hotel, llegaron y se repartieron cada uno sus habitaciones. Aitana y Amaia hablaron sobre compartir ambas la habitación y, con la excusa de Alfred, Aitana iría en busca de dónde pasar parte de la noche. Y, así, terminar esta en la de Cepeda sin levantar sospechas.

El último mensaje que había recibido la pamplonica fue antes de aterrizar ya que, el joven le dijo que estaba cogiendo en ese instante el avión que luego se verían.

Amaia se moría de ganas por verlo pero tenía una sensación de miedo. Miedo por no saber cómo reaccionar, ya que, no sabía si se iba a encontrar al Alfred que le gusta o se llevaría un chasco. Aunque se le pasasen por su cabeza muchos miedos, las ganas y la ilusión le podían así que, en un arrebato, salió de la habitación dejando a Aitana mientras ordenaba su ropa. Se topó en la puerta con un Cepeda sonriente

- Toda tuya - le susurró mientras le guiñaba un ojo al gallego.

Este rió ante la espontaneidad de Amaia que, siguió avanzando hacia el ascensor. Apretó el botón para que subiese, las ansias por bajar le comían, notaba que el aparato tardaba pero, además de estar en una octava planta, eran todo imaginaciones suyas. O no.

Cuando se estaba abriendo la puerta se dispuso a entrar, sin mirar si había gente o estaba vacío y topó con dos muros que se disponían a salir. Cayó de culo y, por uno momento, se le nubló la visión. Cuando la recuperó visualizó a un Alfred tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse mientras Raoul reía ante esa situación.

'Madre mía, menuda circa que estoy hecho. Muy bien Amaia, tú no mires cuando vas a entrar a los sitios. Claro, hacer el ridículo es más divertido' pensó nada más tocar el suelo.

Se levantó quedando a escasos centímetros cara a cara con Alfred. Pasaron unos segundos mientras esta luchaba una batalla entre si mirar los ojos del joven o su sonrisa, como siempre, ganó su mirada.

- ¿Estás bien? - dijo en un susurro el chico.

Amaia asintió la cabeza en señal de afirmación mientras se abrazaban. Acentuaron el abrazo, quedándose apenas sin aire, sintiendo como cada músculo y cada hueso de sus cuerpos encajaban a la perfección por mucho que hubiese ropa de por medio. Ahora sí, Amaia había regresado a lugar preferido, su cabeza apoyada entre la cabeza y el cuello de Alfred.

Raoul se despidió de ambos zarandeando el pelo de la pamplonesa mientras se dirigía a su habitación.

Pasaron segundos, que no llegaron a convertirse en minutos, pero que ellos sintieron como horas, abrazados en mitad del infinito pasillo. Se quedarían así horas, respirándose, sintiéndose. Notaban cómo se habían echado de menos e intensificaron, si podían aún más, el abrazo.

Alfred separó su cabeza de Amaia y le dió un beso en la mejilla haciendo a la joven separar la suya de donde la tenía y encontrarse cara a cara, manteniendo el abrazo. Cerraron los ojos acercándose y se besaron, sin prisas, sabían que lo habían estado esperando durante dos semanas y llegó.

Fueron a la habitación de Alfred, que compartía con Marina, y entre mimos deshicieron su maleta. Marina entró para avisarles que había que comer e ir a hacer la prueba de sonido.

La tarde transcurrió entre bromas, ensayos y miradas furtivas. No pretendían esconder nada pero, ante sus compañeros o gente les daba vergüenza mostrar su amor al completo. Aunque solo bastaba con rozar los manos, guiños y besos al aire o, incluso, pequeños arrumacos en la furgoneta, para mostrar todo lo que se habían echado de menos.

¿Truco o trato? | ALMAIANơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ