Capítulo 8

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Se separaron, no eran conscientes del tiempo que habían estado ahí, encima del escenario, desprendiendo magia. A ambos se les había parado el tiempo, y, es que, tenían ese don, sobre todo mientras cantaban, el de parar el tiempo.

Se miraron a los ojos, unos ojos brillantes que desprendían felicidad, esa que era representada por la sonrisa enorme que reposaba en ambos rostros. Mientras, todo el mundo seguía aplaudiendo, bueno, menos Aitana que, consciente de todo, se quedó en el sitio, pasmada, su cara reflejaba una expresión de felicidad, orgullo y sorpresa.

Bajaron del escenario y se vieron sumidos en una espiral de felicitaciones por parte de todos los asistentes que terminaron en la barra. Amaia se sentó en un taburete:

- Una copa, por favor - dijo, con la sonrisa aún en la cara, al camarero.

Alfred, por su parte, se acercó por detrás a la joven, rodeándola y depositando un beso en su hombro izquierdo.

- Que sean dos - rectificó, colocando su cabeza encima del mismo hombro que previamente había besado.

Amaia se sentía muy a gusto en esa posición, tanto que, mientras el camarero les servía, cerró los ojos, escuchando atenta la respiración del joven que, entre la música tan alta, era algo un poco difícil. Llevó su cabeza hacia atrás, reposándola entre el cuello y el hombro de Alfred.

'Me quedaría a vivir aquí toda mi vida, es el mejor lugar del mundo' pensó al estar unos segundos en esa posición 'Creo, que me quedaría a vivir por siempre con este Alfred' continuó mientras torcía la cara mirando el lado derecho del muchacho 'no lo creo. Lo sé' sentenció mientras continuaba mirándole y sonreía.

Este continuaba con los ojos cerrados ya que, había hecho lo mismo que Amaia, sentir el momento. Los abrió dándose cuenta que ella lo estaba viendo y giró la cabeza. Ahí estaban ambos, mirándose el uno al otro, sintiéndose, y sin rubor en las mejillas como acostumbraban desde hacía unos días. El silencio se apoderó de ese momento, no escuchaban nada más que sus respiraciones, cerraron los ojos casi simultáneamente mientras sus narices rozaban y, dispuestos a unir sus labios, les sobresaltó la voz del camarero con un 'ahí tenéis chicos' que les produjo salir del mundo en el que se habían metido. Se separaron para coger sus copas, pero, no sin antes Amaia lanzarse a darle un pico que dejó impactado a Alfred, pues, no se lo esperaba.

El joven cogió su mano y la llevó a la pista a bailar, estuvieron quince minutos dándolo todo, cuales niños pequeños en un parque de bolas. Era el sentimiento perfecto, nada de incomodidad, podían ser ellos mismos sin cortarse un pelo, porque, la verdad era que, se encantaban muchísimo cuando eran completamente ellos. Ese momento solo lo rompió Amaia que, bailando, visualizó a sus compañeros, en especial a Aitana. Pero no era su Aitana, sino una triste, que, muy separada de Cepeda, necesitaba cumplir un contrato.

Esta pensó detenidamente mientras, Alfred se daba cuenta de que algo pasaba que, se le acercó y le preguntó:

- Amaia, ¿pasa algo? - llamando la atención de la joven que recordaba el contrato y el secreto que debía guardarle a su amiga. Negó con la cabeza y le respondió:

- Voy a hablar un poco con Aitana, ¿te vienes donde están todos? - le cuestionó la pamplonica produciendo una sonrisa afirmativa por parte de Alfred que, le cogió la mano para caminar entre la gente.

Amaia, cuando llegó al lado de Aitana se la llevó al baño para poder hablar tranquilamente. La catalana le explicó que se morían por verse y, cuando se veían era con gente de por medio y claro, eso no era pasar tiempo juntos.

La pamplonica se quedó pensando qué hacer, 'en una fiesta todo el mundo debe disfrutar, y no veo justo tener que esconder cualquier sentimiento' confesó para ella misma y en un susurro para que escuchase su amiga.

¿Truco o trato? | ALMAIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora