Capítulo 11

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Alfred se encargó de Amaia, como bien le dijo a su amiga, y, tras devolverle la llave de la habitación a Luis, cogieron un taxi para ir a comer.

Sus caras, durante todo el trayecto, reflejaron la felicidad que estaban sintiendo. Y, es que, notaban que el vacío que en un primer momento se transmitían el uno al otro había desaparecido, ahora se complementaban a la perfección. No necesitaban más que unir sus manos durante todo el trayecto para mostrar un afecto sincero al otro.

Llegaron a casa de Alfred para dejar las cosas de este ya que, las de Amaia se encontraban en casa de Aitana. Fueron a una pizzería que le encantaba al joven, su preferida. Al entrar fueron a saludarle y darle la enhorabuena, era cliente habitual por allí y le habían echado de menos.

- Aquesta es l'Amaia, la meva nòvia/ Esta es Amaia, mi novia - presentó Alfred.

Conforme pronunció la frase se fue haciendo pequeña su boca por lo que iba a decir, no sabía si ella estaba preparada para etiquetas pero, aún así, lo hizo.

Amaia, por su parte, se sorprendió muchísimo y lo hizo saber tras el rubor de sus mejillas mientras daba dos besos a los trabajadores.

Tomaron asiento en una mesa al lado de una pareja de personas mayores, muy entrañables a la vista de ambos. Que, tras pedir los jóvenes las pizzas, se voltearon a verlos:

- Perdonad, ¿sois de por aquí? - se giró para preguntar la mujer que no reconoció quiénes eran.

- ¡Sí! - exclamó con una sonrisa Alfred.

- Por favor, ¿le podéis decir a mi marido que esta es la mejor pizzería del mundo? Es que no se lo cree - espetó sorprendiendo la señora entre risas.

Alfred y Amaia rieron, mientras el joven asentía en señal de aprobación. El hombre negó la cabeza entre risas mientras cogía la mano de su esposa y le daba un beso en el reverso de esta finalizando con una sonrisa de ambos.

Los chicos los miraron embobados, no sabían qué tenía esa pareja que les había encandilado. Se giraron a la vez viendo sus caras de bobos y rieron mirándose. Sus pupilas desprendían felicidad a la vez que inocencia.

Mientras comían mantenían una charla amena con los ancianos de la mesa de al lado.

- Em recorden bastant a nosaltres de joves/ me recuerdan bastante a nosotros de jóvenes - le dijo por lo bajini la mujer a su marido.

Pero, aún así lo escucharon. Sabiendo que les habían escuchado y entendido, por parte de Alfred, se justificó la mujer:

- No lo digo para mal, al contrario, la inocencia de pareja que desprendéis es lo que me hace sentir eso, porque sois pareja, ¿verdad?

Ahí estaba la pregunta trampa, ante los ojos de la gente ellos eran la pareja perfecto, pero entre ellos no sabían qué se consideraban. Ambos se miraron, un poco avergonzados por no saber qué decir.

Alfred, rompiendo el hielo, asintió con la cabeza afirmando el hecho de ser pareja.

Pero, Amaia no se hizo ilusiones, al contrario. Ella se estaba enamorando del nuevo Alfred, pero nada le confirmaba que el anterior había desaparecido, y las personas no cambian de la noche a la mañana. Se le pasaban por la cabeza mil historias que no coincidían con los sentimientos del nuevo Alfred.

'Puede ser que lo haga por mero compromiso, tenemos que seguir aparentando que la relación sigue, a lo mejor no me quiere como pareja y lo hace para seguir la corriente del río que hemos empezado, no sé' comenzó a pensar la pamplonica.

Terminaron de comer, Amaia se dejó media pizza alegando que no tenía hambre. Al no haber desayunado ninguno de los dos a Alfred eso le olía raro, y, más aún por la actitud que había tenido durante la comida, sabía que no estaba bien.

A la salida, ella intentó coger una taxi para ir a casa de Aitana a por sus cosas y marchar hacia Pamplona.

- ¿Qué haces? - preguntó atónito el joven.

- Voy a coger un taxi - dijo con total normalidad la chica.

Comenzaron una conversación sin sentido que terminó con que el padre de Alfred les llevaría.

Durante el camino, el joven les hacía muestras de cariño a ella que no rechazó pero tampoco devolvía. Inconscientemente se estaba comportando de manera rara a la habitual desde hacía unos días y eso no era lógico, por lo menos en la cabeza de Alfred. Cuando llegaron ella bajó de inmediato habiéndole dado un beso en la mejilla al joven y espetando un 'gracias' a Alfredo.

Alfred no se quedó satisfecho y bajó a hablar con ella, antes del portal interceptó su mano girándola para encontrarse con su mirada. Esa que le enamoraba y que ahora no desprendía lo mismo que hacía apenas unos días, esta mostraba inseguridad e incluso miedo.

¿Qué pasa Amaia? - preguntó extrañado a la par que comprensivo el chico.

Tras unos segundos y un suspiro enorme por parte de la pamplonica, respondió

¿Por qué has dicho que éramos pareja a los abuelitos de la pizzería? - preguntó ella

'¿Qué, y eso a qué viene? A lo mejor le ha molestado el hecho de decir que era mi pareja porque no quiere serlo' comenzó reflexionando el chico mientras bajaba la vista.

- No sabía que te había molestado, lo siento mucho - se disculpó

- No te preocupes, lo único que me ha molestado es que lo digas por mero compromiso cua...

- ¿Cómo? - la interrumpió Alfred - no ha sido por compromiso - confirmó con la voz mientras buscaba su mirada.

- ¿Entonces? - dudó cuando sus ojos se encontraron.

- Amaia, cuando estoy contigo lo último que pienso es en el contrato que estamos "alargando". Sinceramente - continuó - no quise continuar el contrato por lo que diría la prensa. La prensa me da igual, a mí me importas tú y lo que estaba sintiendo por ti - afirmó el chico.

Amaia a mitad de frase ya se había ruborizado mientras abría los ojos exageradamente tras la confesión del joven. Bajó la cabeza sonriente, no podía evitarlo. Escuchó lo que menos temía y lo que más quería.

- A mi también me da igual la prensa - confesó haciendo sonreír a Alfred - los siento, siento haber tenido miedo, en realidad, no sé lo que ha si..

Alfred la calló de la mejor forma que podía hacer, con un beso, suave y largo. El que merecía la ocasión. Sinceramente no quería escuchar disculpas, esto solo había sido un malentendido, una insignificante duda.

- Eso sí - dijo rompiendo el beso y llamando la intención de la joven - cuando vuelva a ocurrir una cosa así quiero que me lo digas, da igual lo que sea, ¿esta claro? - sentenció.

- Clarísimo - sonrió Amaia para después terminar con una beso.

Y tan claro que estaba lo que sentían el uno por el otro, quizá no habían hablado sobre la posibilidad de poner ninguna etiqueta a lo que tenían pero sabían que cualquier etiqueta era insignificante ante lo que sentían el uno por el otro.

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¡Hola!

Este el último capítulo que tengo dudas si se sube correctamente o no, así que, si estáis leyendo esto me alegro mucho porque significa que se ha subido bien.

No todo siempre van a ser flores en la historia, ¿no creéis?. Amaia no estaba segura de lo que sentía, por momentos.

Millones de gracias por hacer que continúen creciendo las lecturas.

¡Un abrazo!

¿Truco o trato? | ALMAIAWhere stories live. Discover now