Capítulo 19

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(Hola, antes de que empecéis a leer me gustaría informaros de que, este capítulo contiene una escena subida de tono. Por tanto me gustaría que fueseis conscientes. Tras este inciso, os dejo que disfrutéis de la lectura)

Estaban quietos, frente a frente, sin decir ni una sola palabra. Por la mejilla de Amaia había rodado una lágrima que desembocó en su amplia sonrisa. Esa que miraba a un Alfred igual de emocionado y a la vez un poco más nervioso. Se quedaron pasmados mirándose, esperando, ambos, al reacción del otro para iniciar su movimiento. Amaia rompió ese momento diciendo lo que llevaba pensando durante los anteriores 10 minutos, desde que Alfred había pulsado su primera tecla.

- Es preciosa - aseguró volviendo a sonreír profundizando más la mirada en la de su chico - gracias - sentenció antes de impulsarse hacia sus brazos para fundirse en un abrazo cálido a la vez que totalmente sincero.

- Tú sí que eres preciosa, has hecho que salga esto, solo tú, nadie más - confesaba el catalán volviendo a mirar una Amaia realmente entusiasmada por lo que acaba de decir.

Tras unos suaves besos que inició la pamplonica en señal de agradecimiento, tanto por la canción como por las palabras dichas por su chico, comenzó a notarse el cansancio de todo el día en la preciosa isla y, sobre todo, causado por la gran explosión de emociones que habían producido ambos.

- ¿Vamos a dormir? - preguntó el chico acariciando su mejilla.

La pamplonica asintió la cabeza en señal de aprobación. Ambos subieron a la habitación y se acostaron en la cómoda cama. Quedaron cara a cara, con los ojos cerrados, latiendo su corazón al mismo ritmo al conjunto de sus respiraciones. Reinó el silencio, la paz y la serenidad. Y cayeron en brazos de Morfeo.

A la mañana siguiente, Amaia, fue la más dormilona. Levantó el párpado derecho, ya que el izquierdo le pesaba demasiado, y vislumbró el lado de la cama de Alfred vacío. Terminó de abrir completamente los ojos mientras remoloneaba y un suave olor a café impregnó sus fosas nasales. Sonrió al instante, sabía que el café procedía de la cocina y que era propio del Chef García.

Se levantó y, tras lavarse la cara, bajó para encontrarse con su chico.

- ¡Hala, pretendía subirte el desayuno a la cama! - espetó el joven al ver entrar a Amaia por la puerta de la cocina.

- Bueno, si quieres, puedes subir, tumbarte y ya tendría mi desayuno en la cama - le dijo de forma pícara mientras alzaba las cejas al rodearle con sus brazos el cuello.

- No me parece para nada mala idea, la verdad - confesó un Alfred juguetón mientras atraía a la joven desde su cadera y le daba suaves besos.

Iniciaron una batalla de besos mientras notaban que la temperatura iba subiendo.

El chico tomó la iniciativa y, en un movimiento firme, levantó, con ambas manos, las nalgas de la pamplonica y la subió a la isla central.

Esta abrió las piernas, por acto reflejo, y, con sus manos, atrajo a Alfred hacia ella.

Sus sexos se rozaron por encima de la ropa y ambos gimieron. Se sentían, se notaban, se querían.

El desespero iba subiendo, a la vez que desaparecían las prendas de ambos. Los pechos de Amaia quedaron al descubierto para la lengua de Alfred que los recorrió varias veces acompañado de besos y suaves mordiscos entre jadeos de la propia dueña de estos.

Ella, por su parte, se entretuvo en su cuello que veía como el mejor manjar que podía desayunar en esos momentos. Alfred terminó de eliminar toda prenda, excepto la interior suya tras las advertencias de la joven que insistió en hacerlo ella.

¿Truco o trato? | ALMAIAOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz