Epílogo

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'No puede ser que se haya ido, que me haya dejado de esta manera, sin explicaciones ni dar la cara por lo menos. No voy a aceptar esto como respuesta y menos por su parte. Ella no es así. Joder, necesito encontrarla, y lo voy a hacer' decidió Alfred mientras miraba atónito la nota que había dejado la joven en su ramo de lirios.

Amaia se había encargado de llevárselo de vuelta, por medio de un mensajero y su familia. En él se encontraban diecisiete lirios, uno menos ya que Amaia cogió uno, poco a poco pudriéndose. Alfred veía como, sin poder hacer él nada, el tiempo pasaba y hacia mella en los lirios, al igual que en lo que tenía con la pamplonica. Cada minuto que pasaba la sentía más lejos de él. Cada minuto que pasaba sabía que se estaba separando más de él. Y eso lo volvía loco.

Sabía que estaba bien, que estaba en contacto con su familia y algunos amigos, tanto de Pamplona como de Operación Triunfo, pero a todos les había prohibido rotundamente darle algún dato sobre ella al catalán.

Necesitaba tiempo para pensar, para estar sola, para encontrarse a sí misma. No sabía si estaba haciendo lo que tocaba, pero no le importaba fallar, ya le habían fallado primero y sabía que la prioridad debería ser ella misma. Así que hizo lo que sintió en ese momento. Se dejó llevar por los impulsos y algo dentro le aseguró que estaba haciendo lo correcto.

Habló con sus padres y estos le dieron permiso, siempre y cuando, mantuvieran el contacto. Estos le prometieron no decirle nada en absoluto a Alfred sobre dónde estaba y sobre su vida, quería llevarlo entre los suyos y, desgraciadamente, Alfred ya no era parte de ese grupo.

Habló con Aitana, era una persona demasiado importante como para perderla, se verían, no iba a ir muy lejos, pero, lo más importante, mantendrían el contacto. Hablarían diariamente, harían videollamadas y, además, la catalana la visitaría. Ella era la mediadora entre sus compañeros, sin incluir Alfred, y ella.

Amaia cogió sus maletas y fue al aeropuero. 'Solamente por un tiempo' se prometió. Sabía que su vida debía continuar allí, en su lugar. Tenía un contrato con Universal que rompió, y las discográficas se peleaban por ella. Ese tema lo trataría su hermano durante su estancia fuera de su sitio. Pero ella tenía claro que en la boca del lobo no iba a volver a meterse. Aunque, no sabía a qué lobo se refería.

Alfred, por su parte, decidió no quedarse de brazos cruzados, intentó sonsacarle lo que pudo a Aitana, pero sabía que no podría hacer nada, esta únicamente le dijo que no la buscase y que no se interesase por ella, estaba todo lo bien que podía estar y no lo necesitaba. Esas duras palabras no frenaron el interés del catalán por encontrarla.

- Alfred, no quiero ser dura, pero, por favor, no la busques, no la sigas y no te intereses por ella - dijo comprensiva la catalana mientras le acariciaba la mejilla con el dorso de su mano.

- Si la dejo ir, dejo ir mi vida entera, y no me lo voy a perdonar nunca - dijo arrepentido el chico mientras levantaba la vista para conectar con la mirada de su compañera.

- Ay Alfred, no lo hagas más difícil, ella hoy se irá y ya volverá...

- ¿Aún no se ha ido? - preguntó interrumpiendo lo que decía Aitana.

- ¿Qué?, ¿cómo?, eh - espetó la chica.

Alfred volvió a reflejar en sus ojos luz, esa poca esperanza que tenía para encontrar a Amaia le devolvió de nuevo las ganas de vivir. Dejando a la catalana plantada en la sala, cogió su chaqueta rápido y se fue corriendo mientras gritaba un 'lo siento, voy a seguir siempre a mi luz'.

- Al aeropuerto, por favor, rápido - dijo al taxista mientras rezaba porque Amaia no se hubiese ido aún.

Aitana se arrepintió de haber dado esa información, se maldijo en voz alta y miró el reloj, quedaba bastante para que saliese su vuelo, pero muy poco para pasar el control.

Era, apenas, la una de la mañana, ella estaba poniéndose en la cola para pasar el control. La música inundaba sus oídos y los ojos los llevaba cubiertos por unas gafas de sol para que la gente de alrededor no la reconociese, ni viese lo hinchados que estaban de tanto llorar. Él, bajando, tras pagar el taxi, y yendo dirección a la puerta del aeropuerto.

Ni destino

Ni vuelo

Ni puerta de embarque

No sabía nada, lo que sí que sabía era que no la iba a dejar marchar así como así.

Corrió. Corrió como nunca había corrido. Corrió como alguien al que se le escapa la última gota de agua en un desierto totalmente seco.

Pasando de la gente que le miraba o le reconocía, sus ojos se focalizaron en un solo destino, Amaia.

Ahí la vio, colocando su maleta en la cinta. Fue lo más rápido que pudo hacia ella pero era tarde, estaba cruzando ya el detector de metales.

- Amaia - voceó dejándose la garganta en pleno pasillo

Fue tan fuerte que la joven, que llevaba la voz a tope en sus auriculares, lo escuchó. Levantó la cabeza y se giró.

- Limpia, puede pasar - le indicó el guardia.

Pero Amaia no estaba por la labor de seguir órdenes, había algo más importante que reclamaba su atención. El chaval que acababa de situarse enfrente de ella.

- No te vayas, por favor - le rogó mientras cogía su mano con los ojos amenazantes en explotar.

- Alfred - dolió, dolió muchísimo pronunciar ese nombre - lo necesito, necesito esto. Irme, encontrarme a mí misma. Me has hecho mucho daño y quiero recomponerme, no me lo pongas más difícil.

- Pero Amaia yo...

- Alfred - espetó con firmeza - me voy a ir, no seas egoísta y, por una vez en tu vida, piensa en alguien que no seas tú mismo - lo dejó helado, Amaia había enfriado su cabeza y veía las cosas con mucha más claridad - y, por favor - dijo con un tono más suave - si me quieres - tragó saliva - déjame marchar. Volveré, te lo prometo - le dijo mientras le soltaba y se daba la vuelta.

Alfred, antes de que terminase de girarse volvió a coger su mano y la hizo voltear, quedando frente a frente, otra vez.

- Vuelve cuando quieras, voy a estar esperándote - le confesó mientras llevaba la mano de la joven a su boca para depositar un suave beso.

Entre lágrimas, le hizo la señal para que marchase y ella, entre lágrimas también se lanzó a sus brazos. Un último abrazo era lo que necesitaba y, aunque ese lugar que era su favorito, no le aportase la misma seguridad que antes, sabía que la esencia no había desaparecido.

El avión de Amaia despegó y Alfred lo vio desde tierra. En ese momento sentía que su mundo se descolocaba y había dejado ir a la persona más maravillosa que había cruzado la vida por su camino. Pero ahí no iba a quedar la cosa. La iba a esperar y sabía que la querría cada día más fuerte aunque les separase un mundo, aunque cada uno estuviese en un lugar distinto, aunque hubiese una distancia de la Tierra hasta Marte.

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Hola ¿qué tal?

Lo he estado meditando y leyendo todos los comentarios que me habéis enviado, tanto por aquí como por Twitter y, pese a que no estaba muy convencida, puedo asegurar que, habrá segunda temporada.

No creo que suba con tanta frecuencia como en esta pero, no la dejaré muy abandonada, mínimo subiré un capítulo por semana.

Ahora he empezado el curso en la universidad y un cursillo aparte, por eso me va a costar encontrar tiempo para escribir. Pero lo haré.

Espero que no se os haga muy costosa la espera jejeje

¡Un saludo!

¿Truco o trato? | ALMAIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora