Capítulo 18

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(Hola, antes de que empecéis a leer me gustaría informaros de que, este capítulo contiene una escena subida de tono. Por tanto me gustaría que fueseis conscientes. Tras este inciso, os dejo que disfrutéis de la lectura)

Amaia salió del baño para cambiarse de ropa, se puso un biquini blanco a volantes, y de esa manera, no ir desentonada con su compañero que llevaba un bañador azul a rayas blancas.

Volvió al baño, al entrar visualizó a un Alfred sentado en el borde del jacuzzi, sin gafas, sonriente esperándola.

Con un gesto en la mano le insinuó que se acercase, esta, en el lado opuesto del chico, entró en las maravillosas aguas, y las cruzó para estar enfrente.

Cara a cara, sin necesidad de palabras, sus miradas hablaban por sí solas. Alfred cogió la cara de Amaia y depositó un beso suave que fue intensificando a medida que sus labios entraban en un vaivén conjunto donde hubo involucración hasta por parte de las lenguas.

Alfred cogió las caderas de la pamplonica para sentarla a horcajadas sobre este. La joven se sentía cómoda, y es que, estaba claro que entre ellos no importaba el lugar, solo importaba que estuviesen ellos dos, porque, de esa manera, se sentían muy a gusto.

Amaia inició un movimiento pélvico mientras rozaban ambos sexos sobre sus trajes de baño notando, de esa manera, cómo Alfred estaba más que listo. Pero él tenía claro que esa vez no iba a ser así. Mientras tenía su cadera entre sus manos aminoró su ritmo y comenzó a acariciar su espalda. Amaia, descolocada, rompió el beso para juntar ambas frentes, sintiéndose, cada vez, más cómoda.

Entre caricias, la parte de arriba del biquini de Amaia desapareció, dando lugar a besos y pequeños mordiscos en sus senos que fueron acelerando la excitación, por ambas partes.

Alfred, tras recibir unos minutos de besos en el cuello por parte de su chica, decidió deshacer los lazos de cada lado de la parte baja del traje de baño de esta. Dejando su sexo al descubierto rodeado de pétalos de lirio.

Comenzó por acariciar su clítoris mientras esta, mordiéndose el labio, apoyaba su cabeza en el cuello del muchacho, su lugar preferido. Estaban ambos, sin haberse tocado apenas, apunto de estallar y, es que, la tensión iba creciendo a la vez que la temperatura aumentando en el ambiente.

Alfred introdujo dos de sus dedos en el sexo de la joven que los disfrutó como si su vida dependiese de ello tanto que, a los pocos movimientos que hizo su chico, se vino, arqueando la espalda, abriendo el camino de su cuello al chico que le estaba enseñando las siete maravillas de su mundo.

Este sacó sus dedos y esta lo miró asintiendo, dándole a entender que estaba más que lista. Ambos dieron la vuelta, Amaia quedó bajo del catalán y se encargó de bajarle su bañador. Alfred, con caricias se hizo hueco entre las piernas de la joven que esperaba con ansias lo que iba a venir.

Al introducir su duro miembro dentro de ella, por acto reflejo, esta cerró los ojos mientras depositaba sus manos en el cuello del joven.

Las piernas de Amaia rodearon el cuerpo de Alfred que continuaba su baile infrenable causando, en el ambiente, el único sonido de jadeos acompasados de gemidos y gruñidos. Convirtiéndose, ambos, en una melodía única.

Alfred incrementó la velocidad, sabían que estaban apunto aunque, a él le faltaba poco menos. En cuestión de pocas embestidas más ambos alcanzaron el ansiado clímax llegando a la cumbre del concierto, donde ambos eran los principales cantantes.

El joven cayó cansado sobre el cuello de su chica mientras esta lo recibió, cansada, con caricias reconfortantes. Y, es que, hacía tanto que no tenían un encuentro de esta manera que costaba seguir el ritmo de ambos.

¿Truco o trato? | ALMAIAWhere stories live. Discover now