Capítulo 21

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'Entramos por la puerta, que se abrió antes de cruzarla, mis fosas nasales se impregnaron al instante del hedor de aquel lugar, demasiados recuerdos en unos segundos. Avanzamos poco a poco, a medida que caminaba sentía que mis piernas se iban flaqueando más, no era capaz de afrontar lo que venía, no lo era. Nunca había estado presente en la vida de Aitana cuando le había sucedido un problema de este tipo y, es que, creía que los problemas alimenticios eran cosa del pasado, pero ya vimos que no. Sus caras demostraban lo hechos polvo que estaban, realmente, Cosme y Belén, estaban sufriendo mucho. Alfred separó su mano de la mía, que no había soltado desde que salimos de su casa. Me abrazó su madre con efusividad, como si buscase que nuestro abrazo uniese las piezas de un puzzle que acababa de romperse. Pero no fue así y se derrumbó en mi hombro, solo supe acariciar su espalda y decir, entre sollozos que, todo iba a estar bien mientras ella negaba con la cabeza. Ese gesto hizo que mi cuerpo se helase, ¿podía ser que yo no supiese algo vital sobre el estado de Aitana?'

- Gracias por venir tan rápido - dijo Belén mientras terminaba de abrazar a Amaia - no podemos entrar a verla - sorbió su nariz - solo puedes tú - aclaró mientras la pamplonica abría los ojos como platos - ya sabes, la niña mayor de edad decide ya sus cosas - concluyó con una mueca medio graciosa - ¿quieres pasar ya? - preguntó.

Amaia, confusa, se secó las lágrimas mientras asentía con la cabeza. Visualizó la sala de espera y encontró a familiares de la joven y algunos de sus compañeros de la academia, entre ellos Cepeda, lo reconoció por la camiseta que llevaba ya que, estaba cabizbajo con las manos entre el pelo como si quisiese comprender lo que pasaba a base de tirones de pelo.

- Pero antes, necesito ir a por un poco de agua, no quiero que me vea de esta manera - confesó la chica.

- Espera, te acompañamos - dijo Raoul mientras cogía a Agoney haciendo que se levantase de su asiento.

Los tres fueron a la cafetería, en silencio, a conjunto de todo el hospital, hasta llegar allí. La cafetería de un hospital era el lugar más extraño que podían ver, por una parte, había gente que celebraba, ya era por un nacimiento o por una cura de algún familiar o conocido suyo y, perfectamente, en la mesa de al lado podía haber personas llorando desconsoladas porque se acababa de ir alguien.

Cogieron la botella de agua y sin romper el silencio, aún, se abrazaron terminando de soltar lo que tenían dentro. Amaia se separó, abrió la botella y se dispuso a beber cuando Agoney le dio un beso a Raoul. Inmediatamente se atragantó, no se lo esperaba y se quedó pasmada ante la atenta mirada de los chicos que se sorprendieron también ante su reacción.

- ¿No lo sabías? - preguntó atónito el canario - llevamos dos meses - continuó ante la negación de la pamplonica.

- Enhorabuena, jo, no sé qué decir - produjo la risa de ambos - ¿y eso?, digo, ¿cómo fue? - consultó extrañada.

- Digamos que, el que la sigue la consigue, ¿no? - dijo mirando con cariño a Raoul que asintió con mueca seria.

Parecía serio, como si eso no fuese con él y espetó que ya habían tardado demasiado y que podría entrar ya, Amaia, a ver a Aitana. Esta, extrañada por el ímpetu que puso en terminar la conversación asintió y subieron a la planta.

'Dios, no sé si abrir ya o qué, madre mía' pensó mirando el pomo negro de la puerta. Lo cogió firme, decidida, y lo giró volviéndose a impregnar de otro olor diferente. De Aitana.

Le tranquilizó ese hedor, pero esa tranquilidad se esfumó de inmediato al ver a su amiga. Yacía en la cama enganchada con un montón de tubos a goteros y con la cabeza agachada.

Su mayor sorpresa fue cuando la levantó, el pelo deshecho intentaba tapar su cara, pero, Amaia, la veía perfectamente. Los ojos vidriosos decorados por unas ojeras kilométricas, los labios completamente secos y unas facciones totalmente neutras que cambiaron al verla, para echarse a llorar.

¿Truco o trato? | ALMAIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora