Nueva Vida.

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SungKyu regresaba a Corea del Sur después de quince años, al morir su padre de un infarto, su madre había decidido mandarlo a un internado cristiano en el extranjero y no es que no lo quisiera, no, sino más bien, debido a la muerte de su esposo, ella se haría cargo de la pequeña empresa que habían emprendido juntos antes de que éste falleciera, estaba en su pleno apogeo y cuidar de un niño de cinco años era una responsabilidad más.

El niño decidió no hacer más preguntas más que obedecer a su madre, los primeros años ella se mantenía en contacto con el pequeño, pero cinco años después eso cambio, ella dejo ir a verlo y de hablarle por teléfono, ya no le mandaba mensajes, ni le mandaba regalos, lo único que no faltaba, era su pago del internado.

Poco tiempo después, descubrió el motivo. Ella se volvió a casar, con un CEO reconocido, sonrió con amargura, a sus diez años, él supo que se había vuelto un estorbo para ella. Sin embargo, aquí estaba, bajando del avión, caminando hacía el letrero con su nombre, quien un joven lo tenía pegado a su estomago, mirando a todos lados.
—¡Kim Sung Kyu! —Gritó aquel joven, llamando la atención de todos. El mayor se puso los lentes, y camino a paso seguro. Pensó que ese joven tenía que ser su hermano menor, quien era menor que él por dos años. Sí, su madre había tenido un hijo con el CEO Nam.
—¿WooHyun? —Dijo el mayor al estar más cerca de él.

El joven se le quedó viendo un par de segundos y luego sacó su móvil, se desbloqueó su móvil y vio la imagen, sí, era él. Era su hermano que había añorado conocer desde años. El joven asintió y lo ayudo con sus maletas, aquella sonrisa lo molestaba.

—Lo odio, odio esa sonrisa. —Pensó.

Su hermanastro les estaba contando que sus padres ya lo estaban esperando, que su cuarto había sido remodelado un poco debido a que él dormía también ahí.
Genial, no sólo me quitó a mi madre, sino también mi habitación.
Ese muchacho hablaba hasta por los codos, no paró de hablar ni siquiera un minuto, eso fue algo que molesto a SungKyu. Suspiraba cada cierto tiempo, cada vez que sentía que iba a perder la paciencia. Él estaba bien sin su padre, sin su familia, sin su madre, él no la necesitaba, ya no, eso era lo que siempre se repetía para no oír a su corazón destrozado.

Por otro lado, WooHyun estaba muy feliz, sacó su celular cuando vio que SungKyu estaba dormido, le tomó una foto, bueno, cinco fotos.
Suspiró pesadamente, por más que quisiera ver a su hermano mayor como hermano no podía, él se había molestado cuando descubrió la mentira de su madre, pero su papá la había perdonado, no la odiaba, pero si quería reprocharle el haberlo escondido tantos años, tal vez si lo hubiese conocido cómo su hermano desde que era bebé, ahora mismo no lo estuviese viendo cómo lo hace ahora, no lo ve como hermano, lo ve como hombre, como SU hombre y eso no estaba bien.

Miro su celular nuevamente, su foto de fondo era una de él, había pagado mucho dinero a un investigador para que le tomara fotos durante cinco años, para él, Kim Sung Kyu era la perfección absoluta, por Kim se dijo así mismo que haría cualquier cosa y lo comprobó hace unos minutos, cuando lo vio en el aeropuerto. Se metió a su galería y había un álbum en especial, era una de su hyeong, tenia alrededor de quinientas ochenta y ocho fotografías de él, algunas que han sido retomadas del álbum familiar que encontró por accidente, hasta las cinco actuales que acaba de tomar.
El chico parecía odiarle y si lo hacia, no le sorprendía, después de todo, estaba en su derecho, él se había alejado de su madre desde los cinco años y justo cuando tenia veinte, regresaba, en cambio él, jamás se había separado de ninguno, había sido criado con amor, podría decirse que era el consentido de ambos por creerse «hijo único».


—Perdón. —Susurró el chico mientras le hacia a un lado su flequillo. —Debo ser como la peste para ti. —Y sus dedos bajaron a su mejilla.
Quería seguir tocando más, pero no podía, él se había removido y abrió un poco loa ojos, lo único que hizo Nam, fue sonreír, el mayor sólo lo ignoró y decidió cerrar sus ojos nuevamente.


Sólo bastó hora y media para llegar a casa, y no es porque esté lejos, sino por el tráfico que había en el camino. Con delicadeza, le habló a SungKyu y el otro respondió pesadamente, le ayudó al taxista y le pagó. Él pudo ir en su auto, pero lo habían castigado por llegar borracho hasta las chanclas e incluso por la responsabilidad de haber manejado en ese estado.


Cuando los hermanos entraron a casa, SungKyu no pudo evitar sorprenderse al ver a su madre con una pancarta que decía, «Bienvenido a casa» ahora mismo, ese espacio no lo sentía como suya.
Su madre fue quien lo abrazo primero, después llego el CEO Nam, y lo saludo con un apretón de manos, vio como ambos padres recibían amorosamente al menor y eso lo enfureció.
—Iré a mi habitación. —Dijo mientras trataba de disimular su molestia.
Sólo Nam se había percatado, pero ya tendría oportunidad de hablar con él. No espera que su amor sea correspondido, pero al menos quiere llegar a ser su amigo, él no sabia de su existencia hasta hace cinco años, él no sabía que lo amaba, hasta que en una foto, lo vio besarse con una mujer y se molestó.

Los diez mandamientos. «WooGyu»Where stories live. Discover now