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Sung Kyu no podía creer que lo estaba viendo. Su mejor estaba muerta y era llevada en una camilla dentro de una bolsa negra donde todo su cuerpo era cubierto, su hija a quien tenia en brazos, estaba bañada en sangre, ya que según declaraciones de su hermano menor, su madre la había puesto en un charco de la sangre de Ji Soo.

Las lágrimas no le alcanzaban para sacar su dolor, aún sigue sin entender porque su madre lo odiaba tanto, Woo Hyun dijo que cuando llegó su madre ya no estaba. Los días pasaron y a su madre la encontraron colgada de su árbol con el abdomen abierto. Según la policía, el homicidio se trataba con algún asesino en serie y que le pondrían más seguridad.


Le hicieron un funeral digno de ella. Woo Hyun no demostraba ni una sola lágrima y Sung Kyu simplemente ya se había cansado de llorar y de comprender a su madre. Ya no quería saber de ella o del asesino en serie. Sólo quería disfrutar de la pequeña familia que había creado con su hermano. Pronto las ganancias en su empresa empezaron a aumentar.

Sin embargo, como todo hombre de negocios, pronto los atentados hacía su pequeña hija. Y los asesinatos no se hicieron esperar. Fue así como todos empezaron a temerles y a dejar de hacerles atentados, pues quien se atreviera, amanecía descuartizado en algún restaurante.

La gente se comenzó a poner de lado de los CEOS al ver que eran buenos con ellos. Esa empresa había empezado a crecer debido a sus conexiones y a regalías que daban, todos los creían como los ángeles de Corea, a Nam lo llamaban el Arcángel Gabriel y a Arcángel Miguel. Eran más queridos que el mismo presidente, sin embargo, tras todo esa imagen celestial, un oscuro secreto poseían ambos, algo que ninguno sabe del otro, no porque no quieran decirlo, sino porque si alguno de ellos se llegara a enterar, simplemente se separarían, un secreto negro que ambos cargaban, pero que se justificaban con la simple frase de: “Lo hice por mi familia”. Por eso cada uno se juró a si mismo proteger al otro y a su pequeña. Esos secretos que ambos esconden no deben ser expuestos para que su amor siguiera floreciendo.

—¿Cuándo vuelves, amor? —Preguntó Sung Kyu con un puchero mientras le acomodaba su corbata.
—En tres días, lo prometo. —Besó aquellos delgados labios.
—Te extrañaremos.
—Y yo a ustedes.

Esa mañana Woo Hyun salió de su casa, así como también Sung Kyu, que su esposo se fuera por tres días, era lo que Kim necesitaba, porque hasta hace poco, alguien lo estaba amenazando con revelar la verdad. Le habían pedido un favor, uno que no podía evitar, ya que su vida dependía de ello.

Nam estaba en el avión cuando revisó su móvil, lo estaban esperando en China, aquel sujeto que le había mandado unas fotos de como mataba a su madre a su móvil. Necesitaba deshacerse de toda esa evidencia, sin embargo, aún no comprendía como es que tales evidencias habían llegado hasta China, pero su mayor sorpresa al llegar, fue ver a Sung Jong, un amigo del internado de Sung Kyu. Lo había visto antes.

—Así que tú me viste. —Sonrió Nam y aventó su móvil a la mesa, donde las imágenes que habían sido enviadas con anterioridad podían verse.
—Sí. —Sonrió. —Necesito que tu brillante mente me haga un favor.

Woo Hyun y Sung Kyu estaban envueltos en un circulo de mentiras. Donde lo único real ahí, era el amor que ambos se tenían, un amor que estaba por desaparecer si ambos se enteraban de sus secretos. Secretos qué, obviamente estaban a punto de ser expuestos. Y sin embargo, aquel favor que Sung Jong le estaba pidiendo era rebasar los limites, era algo que no podía hacer tan a la ligera, era algo que le podía costar mucho, pero prefería eso a que aquel chico dijera lo que sabía.


Sung Kyu había cometido un asesinato, justo ahora estaba intentando como sacar el cuerpo, como deshacerse de la evidencia. No sabía que hacer, estaba mal, la primera vez que mató no había sido problema para él y sin embargo, ahí estaba, temblando de miedo. De repente una idea se le ocurrió. En una bolsa negra echó el cuerpo de la víctima y la subió a su coche, después tomó a su bebé y la puso en el porta bebé.

Manejó por varias horas hasta que llegó a una casa donde hace mucho no se habitaba, según rumores, le perteneció a un chico psicópata, uno que enterraba a sus víctimas en su patio, donde ahí también sembraba árboles y flores. Con muchísimo cuidado escarbó por varias horas y cuando creyó que estaba lo suficientemente profundo, aventó la bolsa negra, vacío unas bolsas de cal y echó nuevamente la tierra, poco después, una maseta con un árbol de naranjas, estaba siendo plantado.

Los diez mandamientos. «WooGyu»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora