10. Laxante

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Lunes, 15 de diciembre

Nos pasamos las dos horas que le quedaban a María de trabajo incordiando. La hacíamos venir para luego irse y el vacile era constante. Fue gracioso, hasta que casi nos hecha para no volver. Es tan simpática. Ahora está en lo que supongo que serán "Los camerinos de empleados" o algo así, porque su turno ha acabado hace quince minutos y aun no ha salido. También hemos mirado la posibilidad de que hubiera salido por una puerta trasera para escabullirse de nosotras... No creo que sea tan mala persona, además, en el fondo nos adora. Ha sido una mañana interesante.

El lado malo ha sido que los cinco fantásticos tampoco se han movido. Y no paraban de perdir muffins de chocolate, han acabado con todos. Lo sé porque cuando hemos pedido uno ya pasada una hora no les quedaban. Luego han ido a por las tartas, y lo último fueron las galletas. Les sale rentable que vengan aunque se queden toda la mañana, a decir verdad. 

Pasados unos minutos, por fin vemos a María salir por una puertecita al fondo del establecimiento, seguida por Brad. Parecen como siameses, como sombras; es ciertamente preocupante. Ella me ha negado una y otra vez que no son nada, a parte de amigos. Pero no sé, María se suele liar con los temas así. Aunque luego te paras a observarles, y se empiezan a pegar. Son más como hermanos, de estos que nunca se han querido, y se pelean hasta por las pastillas de jabón. Se van acercando a nosotras, Ana coje el tercer café que se ha pedido de la mesa, y nos vamos hacia la salida. 

–¡Oye! Que al final no nos has traido el pastelito que pedimos...– grita la voz de Carlos por detrás nuestra. 

María junta los labios en una fina linea y mira a un punto fijo, apuesto que pensando como matarle lenta y dolorosamente. Se gira despacio con una sonrisa sarcástica

–¡Quizá porque os los habeis comido todos!

–Pues vaya, no teneis mercancía ni para una mañana...– se queja el rubio mientras llegan los otros cuatro.

–¿Pero sabeis la de cosas que habeis pedido?– pregunta Brad metíendose en la conversación.– No hemos hecho tanta caja en la vida.

–Quizá deberían contratar a gente más agradable.– salta David.

Yo a este chico le hostio.

–Quizá deberían prohibir la entrada de abortos de alien.– se defiende Brad.

–Oye, que esto es una relación cliente-empleado. ¿No te han dicho nunca que el cliente siempre tiene la razón?– se regodea David alzando las cejas.

–Los clientes suelen ser humanos.

–¡Que yo me venía a quejar de que me he quedado sin bollo, vosotros callaros!– dice Carlos poníendole una mano en la boca a David.– Que solo digo, me debes un pedazo de tarta de queso.– dice él señalando a María.

–Quizá las guarde todas bajo llave cuando llegueis vosotros.

–Voy a conseguir ese pastel, cueste lo que cueste.– dice él alzando un dedo.– Y además... ¡Cacho cerdo! ¿¡Me has lamido!?– grita a David mientras se soba la mano contra el pantalón.

–¡Me has hecho callar mi libertad de expresión!

–¡Pues usa tu libertad de expresión para conseguirme el pastel!

–¡No me da la gana! ¡Me has interrumpido el discurso!

–¿Qué discurso? ¡Si lo más inteligente que has dicho en la mañana de hoy es que había poco sirope encima de la nata!

–¡Nosotros hechamos la cantidad de sirope dicha por la empresa, idiotas!– dice María interrumpiedo la discusión.

–Ahí estoy con ellos, creo que es muy poco...– dice Ana por detrás de mí.

Changes.- /\ Sindrome de Estocolmo 2.- {David (Auryn)}Where stories live. Discover now