35. Nochebuena

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24 de diciembre

–María, déjalo ya. Mañana sigues. –dije por cuarta vez, apoyada en el respaldo de la silla de mi amiga.

–Ya estoy acabando. Además, ciertamente ya es mañana. –respondió ella, sin dejar de teclear en su ordenador.

–Son las doce de la noche. Vete a dormir. –dije dándole un golpecito en el hombro.

Ella se frotó los ojos, me miró con esas ojeras suyas tan características y guardó los documentos que llevaba escritos.

En cuanto llegamos a casa y le contamos a María todo lo sucedido, no tardó un segundo en ponerse a pasar las fotos del móvil a documentos de word del ordenador. Solo descansó cuando paramos a cenar. Llevaba 3 horas. Y tardaba tanto porque era muy perfeccionista y tenía que poner todos los dibujitos ilustratibos, igual que Brad, hasta algunos los tuvo que dibujar ella y luego escanear.

–Pero tenemos que acabar esto cuanto antes. –dijo mientras se levantaba de su silla y se estiraba.

–Anda, descansa. –dije antes de darla un pequeño abrazo, para dirigirme a mi habitación después.

Cerré la puerta con cuidado de no despertar a Ana. Me metí en la cama mientras bostezaba, me tapé y me puse de costado.

Habíamos descifrado muchas de las frases -que eran solo siglas, pero nos sentíamos importantes- y la primera hoja parecía ser todo muy normal, pero me dio por mirar las últimas, y no me gustaban un pelo ninguna de las afirmaciones que escribía.

Entre ellas, que nunca le ha gustado demasiado Álvaro. Por muy a pesar de que fuera el novio de su hermana.

Y menos ahora que ha jugado con su pistola. Me froté los ojos e intenté despejar la mente para dormir. Y más o menos lo conseguí, aunque las pesadillas no dejaron de invadir mis sueños durante toda la noche.

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Salté de la cama cuando un sonido infernal me retumbó en el oído. Di patadas a las sábanas mientras intentaba recobrarme del susto y de haberme despertado tan de golpe. Con el corazón a mil, miré a mi izquierda y vi a una Ana sonriente con una zambomba en la mano. Ladeé la cabeza.

–¿Por qué tienes una zambomba? –pregunté levantandome de la cama.

–¡Es nochebuenaa! –gritó ella entusiasmada.

–¿Pero por qué tienes una zambomba?

–La metí en la maleta al venir.respondió ella haciendola sonar.

Me tapé los oídos mientras me acercaba a ella para callarla como fuera, pero para mi suerte María llegó antes que yo y se la quitó de las manos. Ana salió corriendo a por su instrumento navideño mientras que yo bostezaba y maldecía la hora en la que enseñamos a Ana su primera zambomba.

–¡Dámela, es mía! –gritaba ella.

–¡Estás castigada! –respondía María.

–¡Os odio! –grité yo cuando entré al salón y las vi tirar del instrumento.

–¡Aj, me amas y lo sabes! –dijo María. Dio un tirón y se llevó el chisme con ella hacia la cocina. Ana la siguió indignada.

Negué con la cabeza y fui también. Ni un santo día puedo estar tranquila. En fin.

Poh siegto –dijo María con media tostada en la boca. –Ejpera. –siguió masticando hasta que al final tragó y nos señaló a ambas con el índice, sujetando la zambomba en la otra mano. –Que tengo que terminar de pasar eso. Cuando se haga el café llevarme un poco porfa.

Changes.- /\ Sindrome de Estocolmo 2.- {David (Auryn)}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora