Pícaro destino

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-Mamá este vestido me queda fatal-lloriqueó Danielle mientras se miraba en el espejo. Griselda la había obligado a vestir un conjunto de cuello medio cuadrado de color coral, el cual jamás le había quedado bien con su tono de cabello ni de piel, con una austera pechera y pocos detalles en la simple falda con crinolina. Se sentía una burla y quería llevar algo más elegante que el simple traje de niña que su abuela había elegido.

-Lo siento hija pero tu abuela ha seleccionado esto, además tus vestidos están demasiado gastados y no había tiempo para encargar que Arlys te hiciera otro-le explicó Cherisse

-Ni dinero-agregó Danielle triste.

-El carruaje llegó mi niña, ya es hora-y casi a rastras la sacó de la habitación.

El camino a la mansión Flipsen le resultó mejor que lo que le esperaría en la fiesta y deseó la capacidad de desmayar para poder volver temprano a casa, para su desgracia nunca había tenido esa suerte.

Cherisse se bajó en la entrada y dejó que Danielle lo hiciera cuando el carruaje fuera estacionado, apelando a que su hija en la tardanza reuniera fuerzas para enfrentar el evento.

Estaba muy nerviosa, las manos le sudaban demasiado bajo los guantes de seda y el camafeo del cuello le ajustaba de más. Un golpecito la trajo a la realidad, era su lacayo que le informaba que ya debía bajarse y tomó con una bocanada de aire para hacerlo. Al descender se encontró con que Arlys la estaba esperando y llevaba un bolso enorme de color negro. La muchacha vestía una magnífica obra en color morado, un estrechísimo corsé con botones de plata en fila y una ajustada falda plisada. El delicado collar de perlas le daba el toque final al exquisito atuendo y en su rostro el peinado de castañas trenzas francesas por sobre la coronilla otorgaban un aspecto elegante y fresco a su tez pálida.

-¿Qué haces aquí fuera?-y quedó estupefacta cuando vio que del bolso sacaba lo que parecía ser un vestido

-Tu hada madrina vino a salvarte-y mientras miraba el horrible traje que llevaba agregó-Y veo que es urgente, ven conmigo, entraremos por la puerta de atrás y podré cambiarte esa fea ropa. Llenas de emoción ambas se escabulleron por la puerta trasera de la mansión y entraron a una habitación.

Arlys no gastó ni un minuto en charlas y la ayudó a cambiarse. Cuando terminó, muy emocionada le ordenó- Mírate en el espejo, estas preciosa amiga.

Algo era cierto, Arlys realmente tenía talento y era el único ser capaz de hacerla lucir tan bien, el nuevo vestido era de un color verde jade despampanante, era lo suficientemente escotado como para dejar ver su cuello y clavícula, tenía bordado en plata de flores y una enorme falda con encaje oscuro. Su pelo rojizo oscuro brillaba como nunca con sus rizos a mitad de la coronilla y su piel destellaba.

-Dios amiga, esto es un milagro-lloró Danielle

-Ay querida sólo tendrías que haberme pedido, sabía que esa bruja te haría vestir como un bufón y no iba a permitirlo

-No puedo pagar esto Arlys, es demasiado y lo sabes-Arlys la interrumpió

-Ya hablaremos de eso más adelante, ahora debemos bajar antes de que alguien note tu ausencia y antes de que mi marido me busque-rió contenta, la tomó del brazo y descendieron a la fiesta.

El lugar estaba sumamente lleno de gente, personajes de la realeza, comerciantes, damas y caballeros se encontraban charlando y bailando en el amplio salón de pisos caoba claro.

A Danielle le empezaron a temblar las piernas por los nervios, tenía ganas de salir huyendo de ese lugar y no por los invitados sino por los anfitriones, los Flipsen. Nunca había podido comprender el odio que les profesaba, era como si su interior guardara algo demasiado detestable como para recordarlo y se protegía con un rechazo inconsciente.

Sorpresa de un jazmínWhere stories live. Discover now