Después de la lluvia ¿sale el sol?

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-Mi madre estará muy molesta-se frunció de brazos Danielle mientras lo miraba subir al carruaje junto con una cesta con fruta, sándwiches y una manta-Claro, como ya estoy arruinada no pondrá objeciones, pero eso no evitará que esté un largo tiempo con su habitual mala cara-se quejó. Entretanto él apoyó su cabeza sobre el hombro de su prometida intentando absorber algo del delicioso aroma que escapaba de su cuello durante los continuos rebotes del transporte. Ambos habían decidido partir hacia Londres una vez que las fiestas concluyeron en Greywell Park y se abrían las temporadas en la ciudad.

Recordó con gusto cómo las cosas comenzaron a ponerse de su lado desde que ellos se habían comprometido y sonrió para sus adentros. Los amigos de Danielle lo habían aceptado con cálidos abrazos y cumplidos, admirando con deleite como la menor de ellos lograba encaminarse hacia el matrimonio con uno de los pares del reino con más sangre noble que se podía encontrar.

James recibió a su cuñada con un enorme regalo de bienvenida para abrir el día de navidad y charló junto a ella durante varias horas frente a la chirriante chimenea, compartiendo opiniones sobre política, filosofía y recordando pequeños lapsus de su niñez y sus juegos al tiempo que compartían el té de la tarde.

La única persona que aún quedaba preocupando sus pensamientos y que no había expresado ni una sola palabra con respecto al próximo enlace era Nicholas, el cual la noche de navidad después de la cena había tomado rumbo a la ciudad sin expresar ni una sola despedida. Frederick no sabía lo que había sucedido entre Danielle y él, pero tenía una muy cercana idea sobre ello y no le gustaba para nada imaginarse a su mejor amigo a menos de 20 cm de su pareja, con solo rememorar el beso forzado que había protagonizado con ella hace un tiempo atrás se le hervía la sangre y los celos lo invadían como a un loco desquiciado.

-¿Tu hermano estará en casa ya? Tendré que ir preparándome para una larga conversación-le contestó él mientras veía cómo sus ojos verdes lo miraban con recelo y preocupación. Él estaba listo para pelear con el mismo diablo con tal de defender su enlace y no estaba para nada aterrado de ello, es más, lo haría totalmente dispuesto y de buena gana si era necesario-Tranquila cariño, yo hablaré con tu familia, tu no tienes nada de qué preocuparte-la besó suavemente y sintió cómo su respiración se aceleraba demandando caricias más intensas. Le desató la pechera del vestido, insultando entre dientes los malditos diseños que no le permitían acceder fácilmente a su piel.

-Apenas lleguemos a Londres, le encargaré a Arlys 100 vestidos como los que llevaste en la mansión, no soporto verte con cuello alto y menos no poder tocarte-le susurró en el oído mientras notaba como se enrojecía hasta la raíz del cabello rojizo oscuro. Sin poder contenerse, mordisqueo su lóbulo derecho y Danielle gimió contra su cuello haciendo que una descarga eléctrica demasiado placentera se dirigiera hacia su entrepierna.

-¡Arlys hace vestidos escandalosos, no puedo llevarlos en público!-protestó ella al tiempo que éste la colocaba sobre sus piernas para acceder más fácil a todo su cuerpo, haciendo que sintiera con los muslos su potente erección.

-¿Quién dijo que los llevarías en público?-le sonrió contra su cuello al momento que desataba la parte superior de su falda y la movía para tener más acceso a sus piernas. Como un gatito curioso ella cambió de posición y colocó su trasero cubierto por la camisola y la ropa interior sobre su miembro, al hacerlo su columna se arqueó por el claro placer que le propició aquello. Frederick estaba disfrutando demasiado su exploración, así que le dejó hacer lo que deseara por un rato mientras ella inspeccionaba ritmos y fuerzas. Danielle gemía entrecortadamente por las duras embestidas que daba él hacia su trasero entre la tela que los separaba y sus piernas se abrían y cerraban sin sentido alguno cuando comenzó a besar su espalda ya descubierta.

Una mano levantó la ropa que la cubría mientras la otra obraba para correrle el calzón y acceder más fácilmente a su interior al tiempo que la besaba indecorosamente en los labios, tocando su lengua y fundiéndose con ella junto con sus sollozos. Sus largos dedos abrieron sus labios íntimos e ingresaron a su húmeda entrada mientras la embestía por detrás con su erección cubierta por el pantalón. Aquel movimiento hizo que Danielle perdiera la cordura y gimiera desesperada haciendo que sus dedos se deslizaran más y más rápido impulsandola hacia un luminoso y liberador orgasmo. Frederick pudo notar el salubre y embriagador aroma a sexo que se fusionaba con el sonrojo de la piel de ella brillando con el sudor de su piel.

Sorpresa de un jazmínDove le storie prendono vita. Scoprilo ora